J.V.- Estamos hablando, me temo, de una especie muy abundante. ¿Qué es lo que lleva a alguien a renunciar a su personalidad y someterse sin miramientos a cualquiera que esté por encima en el organigrama?

I.Q.- Sí, hablamos de una especie muy abundante, especialmente entre personas de perfil medio-bajo y con una necesidad importante de adquirir una notoriedad que de otra manera no creen que van a adquirir y que de hecho, no adquieren de otra forma que no sea riendo chistes sin gracia.

J.V.- Algunos se defienden diciendo que es lealtad y demostración de que se es digno de confianza. No va por ahí, sospecho.

I.Q.- La lealtad contempla la expresión de las propias ideas, de los valores y de la discrepancia. Se puede (y debe) ser leal siendo crítico y asumiendo que hay muchos tipos de relaciones y muchas veces, disciplinas que acatar. En grupos de trabajo, partidos políticos, asociaciones, etc, siempre hay que buscar la ecuación que resulte más favorable a todos, y para ello es imprescindible ser leal y ceder... pero con crítica, que preferentemente debe ser constructiva. Además, no se puede ser de confianza cuando no se tiene criterio propio.

J.V.- En muchos casos, se ve que hay un ánimo de trepar, pero en otros (y no sé qué es peor) parece que es que simplemente han nacido para ser alfombras y necesitan estar al servicio de alguien.

I.Q.- La verdad es que como tú, no sé cuál es peor. Ascender siendo consciente de que se es limitado es trepar y eso suele ir asociado a una ambición desmedida e injustificada que esconde los instintos más perversos. Haber nacido para ser alfombra indica una necesidad de depender de alguien al precio que sea. La necesidad de recibir reconocimiento es terrible y hay gente que lo compra al precio de su propia dignidad.

J.V.- ¿Tiene que ver también con la necesidad imperiosa de agradar? Me refiero a esa gente que, sin que haya relación jerárquica de por medio, se empeña en hacerte saber que le gusta algo de ti que ni siquiera conoce bien. Esos que nos dicen que leen esta sección todos los miércoles sin falta...

I.Q.- Me ha gustado tanto tu ejemplo que algún día te lo voy a copiar. Pues sí, como te decía en la pregunta anterior, hay gente que con tal de recibir una palmada en la espalda es capaz de barrer con la lengua tu despacho y, además, darte las gracias. No digo que en alguna ocasión no tengas que llegar a lo que sea por defender a un amigo o una causa noble, pero nunca por sistema.

J.V.- Muchos de estos no se dan cuenta de que por querer quedar bien con todos, acaban quedando de pena para unos y para otros.

I.Q.- Así es. Viven en una situación muy delicada porque ellos siempre se hacen enemigos que nunca se harían en circunstancias normales y porque sus venerados no suelen ser de mucho nivel. No conozco nadie con nivel y valores que consienta que una persona se arrastre y pierda la dignidad por ella. Así que es más que probable que se estén comprometiendo por gente con enemigos y sin futuro.

J.V.- Volviendo a las relaciones jerárquicas, hay muchos jefes que necesitan uno o varios de estos especímenes a su alrededor. Dios los cría y ellos se juntan, que se suele decir.

I.Q.- Los buenos jefes son los que no admiten eso. Todas las personas tenemos una parcela de responsabilidad y para ejercerla necesitamos de personas leales, fieles y comprometidas con el proyecto que defendemos, pero no personas que dan vueltas nuestro alrededor ladrando mientras mueven la cola. Hay que facilitar con la lucha y el esfuerzo que Dios nos críe en el grupo de los legales, para luego juntarnos con los de nuestro perfil e intentar mejorar la pequeña parte del universo que hay a nuestro alrededor.

J.V.- Cuando son varios en torno al mismo "amo", se producen hasta campeonatos para demostrar quién es más obsequioso.

I.Q.- Sí, y suele ser un espectáculo patético, porque alguno llega a asegurar que ha visto a su jefe y su presentación el juércoles (ya te he copiado). Entre ellos suelen ser de lo peor porque se tienen una envidia contenida, que fermenta el rencor al no expresar las diferencias por miedo a incomodar al amo.

J.V.- Obviamente, envenenan las relaciones laborales. Los que no tienen esa tendencia a la sumisión, deben andarse con mucho ojo.

I.Q.- Depende del grupo laboral y del tipo de jefe. Si un jefe protege a sus subordinados, rápidamente les transmite seguridad ante estos envenenadores. Por otra parte, y ya hablando del grupo, las personas inteligentes detectan a este tipo de personas bastante rápido y no suelen picar. Como leía hace bien poco, en esa situación hay que parecer un perro; esto es, mover la cabeza asintiendo y dar la impresión de que entendemos todo lo que nos dicen aunque estemos pensando en otra cosa.

J.V.- ¿Merece la pena hacerles frente y decirles cuatro cosas bien dichas o es mejor esquivarlos?

I.Q.- Pues depende de lo que esté en juego y depende también de lo que suponga el mirar a otro lado en la ocupación de espacio que hacen personas de este perfil. No se puede estar discutiendo todo el día (suelen dar pie a ello), pero tampoco hay que dejarles que se crean su mentira y se crezcan alimentando una peligrosa vanidad.

J.V.- ¿Crees que son conscientes de su actitud? ¿No les saldrá tan de dentro que ni se dan cuenta?

I.Q.- Puede que algunos sean tan dependientes que ni se paren a pensar lo que van a hacer, pero otros se dan cuenta, y cuando ven peligrar su seguridad, dan la vuelta a la chaqueta, la cepillan por el reverso y se prestan a aprender un nuevo discurso. A veces, a corto plazo les funciona, pero a medio y largo plazo acaban sin prestigio en todas partes.

J.V.- Es curioso (o a lo peor no) que muchos sólo son sumisos con los poderosos, mientras que se muestran implacables y prepotentes con los que juzgan como débiles.

I.Q.- Bueno, esa es la estrategia de los débiles, ganar el beneficio de la impunidad que concede el manto protector de un superior para ejercer toda la perversión que llevan dentro con los que están por debajo.