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Entre la devoción y el desenfreno

una marea de cuadrillas tomó vitoria desde primera hora de la mañana al son acelerado de las charangas

Entre la devoción y el desenfrenoFoto: alex larretxi

GASTEIZ. Se notaba que andaban de estreno, porque el blanco aún era blanco y el azul, azul. Ni sombra de lamparones. Había que rendir homenaje a la Virgen Blanca en perfecto estado de revista y cumplieron. Las cuadrillas enfilaron el camino hacia la balconada de San Miguel y ascendieron por las escaleras para encontrarse con su patrona y cumplir con uno de los ritos más emotivos de La Blanca.

Los inmaculados uniformes de los blusas contrastaban con las ojeras de los noctámbulos que aún se resistían a entregar la cuchara y que, observando impávidos el paso de las cuadrillas en pos de la escalinata, solicitaban a las camareras de los locales contiguos que acompañaran el marianito rojo matutino con alguna tonadilla remezclada no agitada por Kiko Rivera.

Es lo que tiene La Blanca, que cobra riqueza con la disparidad de matices y las chanzas. La progresiva llegada a los pies de la hornacina emocionó a la Virgen, que derramó lágrimas de lluvia intermitente sobre Vitoria a lo largo de toda la jornada. Un contratiempo que no empañó la entrega de las cuadrillas.

Hubo aurreskus, interpretaciones del Agur Jaunak y hasta txalaparta. Cada cuadrilla eligió su propia manera de rendir pleitesía a la imagen. La devoción se desató en los vivas a la patrona, a la ciudad y al propio colectivo. Los ramos fueron rodeando poco a poco a la figura hasta que quedó completamente envuelta en un mosaico de colores.

Una tras otra, las cuadrillas exprimieron su cuota de protagonismo. Acabada cada ofrenda, las charangas se ocupaban de romper el hechizo, devolver a los blusas a la realidad festiva y encaminarlos a golpe de baile hasta el siguiente punto de reunión. Y la lluvia siguió cayendo a lo largo del día, lo cual enfrió los ánimos del público, que en un principio no respondió tan masivamente como en años precedentes a la cita con el primer paseíllo de las fiestas. No sucedió lo mismo con los blusas, que se lanzaron en tromba por Dato y Florida animados por las fanfarres.