PAMPLONA. Fue un delito de asesinato por alevosía sobrevenida, es decir, que el búlgaro de 28 años Nikolay Georgiev Georgiev quizás no había buscado previamente los modos y medios para acabar con la vida de Antonio Echeverría Hernández, vecino de Berriozar de 51 años al que solía vender chatarra y con el que tenía amistad, pero lo que es cierto que, aunque no preparó a conciencia el escenario para asesinar a la víctima, que ese no era su plan inicial, finalmente lo hizo al aprovecharse de las circunstancias del lugar, de que había una estaca de considerables dimensiones en la zona donde habían discutido y quebrantó así la igualdad de fuerzas entre él y Echeverría, que primero se habían pegado "a mano limpia" y luego Georgiev terminó por las bravas, apaleando al vecino de Berriozar. El búlgaro cogió el tablón con las dos manos y lo dirigió "de modo sorpresivo y con una notable fuerza" a la cabeza de Antonio Echeverría, que recibió cuatro golpes en la cabeza, alguno de ellos arrodillado y aturdido. Así, Georgiev aprovechó la indecisión de la víctima y, por tanto, ha sido condenado por la Sección Segunda de la Audiencia Provincial por un delito de asesinato en el que concurre la circunstancia ya mencionada, la alevosía sobrevenida. Rechazan que exista premeditación y ensañamiento en el crimen.
Georgiev ha sido condenado a 22 años de prisión tras matar a un vecino de Berriozar en julio de 2011 en Berrioplano. Los magistrados han impuesto al procesado 17 años de prisión por un delito de asesinato con alevosía, 4 años por un delito de robo con violencia y un año más por un delito de extorsión en grado de tentativa. La sentencia es recurrible ante el Tribunal Supremo.
El 13 de julio del año pasado, el condenado se personó en Berriozar en el domicilio de la víctima, Antonio Echeverría, de etnia gitana, con el que mantenía tratos habituales de compraventa de chatarra. Hacia las 22.30 horas, ambos se dirigieron a un paraje de Berrioplano, donde el acusado afirmaba tener una cantidad de chatarra destinada a saldar una deuda, aunque el material no estaba.
Por este motivo, se desató la discusión y la pelea mortal, tras la que el acusado, que dejó a la víctima moribundo, aprovechó para sustraerle su DNI, su permiso de conducir, una tarjeta de crédito, la tarjeta sanitaria, un reloj, un pastillero metálico, un colgante dorado con su cadena, el teléfono móvil y el dinero que llevaba encima. Luego arrojó la estaca a las vías del tren y llamó con el móvil de la víctima a la esposa de éste, haciéndole creer que habían secuestrado a su marido y reclamando para su liberación dinero, droga, oro, joyas y jeringuillas. A la víctima se le encontró a las 7.30 horas de la mañana siguiente y el acusado fue detenido sobre las 20:00 horas cuando estaba jugando a una tragaperras en el área de servicio de Zuasti.
El tribunal no cree la versión del procesado, que aseguró que la víctima le había golpeado previamente y que él actuó en legítima defensa. Reconocen que tampoco se ha probado que Echeverría le amenazara de muerte o hiciera mención de sacar un arma blanca, como afirmó el acusado, cuya versión contiene según el juez algunos aspectos "verdaderamente inverosímiles". Por último, rechazan las atenuantes de drogadicción, miedo insuperable, estado emocional, reparación del daño y colaboración con los agentes que planteó la defensa. El acusado, que es insolvente, ha sido condenado a indemnizar con 275.000 euros a la mujer e hijos de la víctima.