En el mismo lugar donde hace medio siglo se erigía un molino que fabricaba harina asoma actualmente un colegio de educación especial. A los pies de las murallas, en un entorno que emana paz y sosiego, 70 chicos y chicas de entre 3 y 21 años reciben una educación integral de calidad. Ellos son la alegría del colegio El Molino, que este año celebra su 35º aniversario y se lo debe todo a los hermanos Tomás y Gerardo Ramón Ciganda Ferrer. Dos hermanos que decidieron donar todo su patrimonio en beneficio de las personas con discapacidad intelectual.

Gracias a su preocupación e implicación, decenas de personas con discapacidad intelectual se han formado en este colegio concertado cuyo gran reto, asegura su directora, Ana Cambra, es "ayudar a la sociedad para que nos conozca, nos acepte y asuma que las personas con discapacidad intelectual tiene muchas capacidades en otros ámbitos y que, con ciertos apoyos, son capaces de hacer muchísimas cosas".

los orígenes

Comenzó con FP, atendiendo a escolares de 14 a 18 años

Fundado en 1978, este colegio está construido sobre un antiguo molino de harina. "Cuando se creó contrataron a dos profesionales, que aún trabajan aquí, Encarna Pastor, trabajadora social y Esther Ruiz, psicóloga. Se hizo un estudio de las necesidades y les aconsejaron que se centraran en la etapa de Formación Profesional, que no estaba bien atendida. Empezaron con dos talleres: Electricidad y Madera", explica Cambra, que lleva cuatro años en la dirección del centro y 21 como profesora.

Comenzaron con chavales de 14 a 18 años pero con la implantación de la LOGSE se amplió la matrícula y se atendió la etapa obligatoria (12 a 16 años) y la postobligatoria (17 a 21 años). Esta última ofrece dos itinerarios: tránsito a la vida adulta (alumnado gravemente afectado) y programas de cualificación profesional inicial especial (PCPIE). Se ampliaron los dos talleres iniciales con cuatro más: Huerta, Prensa, Cerámica y Textil. La última modificación ha tenido lugar este curso, con la llegada de escolares de Infantil y Primaria. "Llevábamos años planteando al departamento nuestro interés de atender los últimos años de Primaria, ya que veíamos chavales de 12 años que en los dos últimos años no habían tenido una integración muy exitosa", explica la directora. El departamento se mostró abierto, pero les exigió adaptar el centro. "El pasado año realizamos una obra grande y eliminamos todas las barreras arquitectónicas. Educación nos propuso ofertar también Infantil y así se ha hecho".

día a día en el centro

Múltiples terapias y actividades complementarias

Este colegio acoge escolares "con todo tipo de discapacidad intelectual y necesidades específicas" que, por distintas circunstancias, son derivados a un centro de educación especial. "El perfil va desde alumnado gravemente afectado, que requiere ratios pequeñas, mucho apoyo, personal especializado... hasta alumnos que tienen cierto nivel curricular pero que, por otros problemas asociados (bajo nivel de autonomía o problemas conductuales serios), no pueden ser atendidos en el circuito ordinario", explica Cambra. ¿Y cómo es esa convivencia? "Intentamos que esos últimos asuman su situación. Somos un centro integrador, con una mentalidad inclusiva y esos alumnos con cierto nivel curricular ayudan, apoyan y trabajan con los más necesitados. La experiencia está siendo de aprendizaje solidario", asevera la directora.

La distribución del alumnado se realiza por ciclos y después por nivel de madurez o intereses comunes. "Los alumnos pertenece a un grupo con su tutor pero luego dentro de ese horario de grupo cada uno tienen un recorrido individualizado y van saliendo a las terapias", explica Cambra, que reconoce que "organizar los horarios tiene su dificultad si bien esa flexibilidad es un valor añadido, es positivo y ayuda en la atención a los chicos". Y es que algunas actividades complementarias se organizan por clases o etapas pero otras van dirigidas a alumnos concretos.

El centro ofrece actividades como la equinoterapia, "que tiene gran valor a nivel de trabajo corporal, atención y relajación", la hidroterapia (en el aquavox del Casco Viejo), la terapia asistida con animales de compañía, sobre todo con perros, o el aula de estimulación multisensorial. "A través de estímulos abren canales de relación y comunicación con las personas que les rodean", explica Cambra, que añade que también realizan actividades complementarias como educación vial, natación, arte dramático, iniciativas en el Museo de Navarra o la Mancomunidad.

y después del cole, ¿qué?

Los centros ocupacionales son el futuro laboral para la mayoría

Para aquellos alumnos que pueden tener una salida laboral, el centro oferta seis talleres (tres de ellos se cualifican con una titulación) y según asegura la directora "es bueno que vayan a todos porque reciben una formación polivalente que les prepara mejor para la vida laboral". Tal y como reconoce Cambra, la integración en el mundo laboral es muy difícil "y ahora más" si bien apunta que "tenemos alumnos que lo han conseguido con apoyos". Pero para la mayoría su futuro laboral es un centro ocupacional. "La mayoría de nuestros alumnos con perfil laboral acceden al centro ocupacional El Molino creado por la Fundación Ciganda Ferrer. Allí reciben una formación permanente de adulto que les permite no perder los conocimientos adquiridos y seguir avanzando, y tienen convenios con empresas externas", explica Cambra, que también destaca el apoyo de la fundación a las familias. "Hay un centro de orientación familiar que ofrece terapias de grupo que les ayudan a no sentirse solas. También les orientan sobre asuntos legales".

Pero el gran reto es darse a conocer a la sociedad "porque a través del conocimiento viene la aceptación" y que descubran un centro que "prepara correctamente a los chicos para ser ciudadanos con derechos y deberes". "La sociedad debe asumir que las personas con discapacidad intelectual tiene muchas otras capacidades y queremos que las conozcan".