Son un peligro latente y persistente en la montaña que puede desencadenarse en cualquier situación y sin previo aviso si confluyen determinadas circunstancias, aunque según los expertos basta solo con que haya nieve para que pueda producirse una avalancha. “El riesgo cero de alud no existe. Ni siquiera la Escala Europea lo recoge, porque siempre que haya nieve puede haber un desplazamiento”. El subteniente jefe del GREIM de la Guardia Civil, Francisco Valero, y el agente de Policía Foral Raúl García lo recalcaron esta semana en una charla que ofrecieron en el civivox de Mendillorri sobre los riesgos de la montaña y en especial de los aludes. El domingo varias personas, entre ellas una vecina de Huarte, resultaron heridas en tres episodios en el Pirineo oscense.
También denominado avalancha (galicismo), un alud es el desplazamiento de una capa de nieve ladera abajo, que puede incorporar parte del sustrato y de la cobertura vegetal de la pendiente. Existen dos tipos: el superficial, donde solo se moviliza una parte del manto nival; y el de fondo, donde se moviliza de manera súbita y violenta todo el manto, erosionando el sustrato de la ladera, transportando y depositando estos materiales en el punto donde el ángulo de la misma, con respecto a la horizontal, lo permite.
Los datos que maneja la Guardia Civil, competente en todo el Estado salvo en Catalunya (Mossos d’Esquadra) y la CAV (Ertzaintza) para atender los accidentes de montaña, son esclarecedores sobre las consecuencias de los aludes. La mayoría de las víctimas mortales (52%) perecen como consecuencia de un alud de placas, que se forman por la acción del viento que va solidificando las capas de nieve, las cuales se desplazan en bloques al fracturarse. Además, otro 25% pierde la vida en aludes originados por la fusión de la nieve y en otro 19% de los casos es la nieve reciente o en polvo la que forma las avalanchas mortales.
Al contrario de lo que podría pensarse, según expusieron Valero y García, los aludes de tamaño mediano (entre 50 y 200 metros desplazamiento de nieve), son los más fatídicos, ya que originan la mitad de los fallecidos. Otro 36% de las víctimas lo son de grandes aludes (más de 200 metros de deslizamiento) y el 14% restante pierde la vida en un alud pequeño (menos de 50 metros de deslizamiento).
El factor humano desencadena la práctica totalidad de los fenómenos. Así ocurre en el 92% de los casos, según los datos del GREIM. “No hace falta que sean muchas personas las que creen una fractura en la nieve con su paso. Incluso la presión de una sola persona puede originar una avalancha”, asegura Raúl García, que además de policía foral es guía de montaña, profesor de esquí y técnico internacional de Rescate en Corrientes. Los traumatismos son la principal causa de muerte cuando una persona es atrapada por una lengua de nieve (46% de los casos), seguidos por las hipotermias (36%) y la asfixia (18%).
planificación y equipamiento Para evitar sobresaltos o minimizar la posibilidad de que estos ocurran, los expertos recomiendan realizar una planificación previa de la actividad en montaña, informarse de las condiciones meteorológicas, asegurarse de llevar un equipo y material adecuado, comida de sobra y la batería del teléfono cargada. Pero, además, el riesgo se aminora si se acude al monte al menos en grupos de tres o en parejas (en zonas con buena cobertura de móvil).
Una vez producido el siniestro, ayuda el tener conocimientos de primeros auxilios y de autosocorro/autorrescate para auxiliar eficazmente a quienes acudan a la zona. En ese sentido durante la charla Valero y García Gil realizaron una puesta al día sobre las nuevas tecnologías disponibles en materia de seguridad, sus beneficios e inconvenientes. Asimismo, los expertos explicaron y analizaron el funcionamiento del rescate organizado, con consejos prácticos.
autorrescate A pesar de la importancia de contar con unidades especializadas para llevar a cabo rescates en montaña de cierta complejidad técnica, si se trata de una avalancha las posibilidades de resolución exitosa disminuyen drásticamente por la escasez de tiempo. En ese sentido, el 71% de las víctimas que acaban sepultadas por un alud son rescatadas con vida por sus compañeros de actividad, frente al 29% que fallece. El porcentaje de supervivencia cuando hablamos de rescates planificados baja al 18%, mientras que los fallecimientos se disparan hasta el 82%.
Por ese motivo, tanto García como Valero incidieron en la importancia de realizar prácticas de rescate utilizando elementos básicos como la sonda y la pala, además del ARVA, dispositivo clave para llevar a cabo una búsqueda exitosa de una persona enterrada por una avalancha. “Solo desplazarse a la zona aunque lo hagamos en helicóptero supone un lapso de tiempo que puede ser crucial. La mayoría de las veces los miembros del GREIM buscamos a personas fallecidas en una avalancha, no a supervivientes. En mis 40 años de experiencia, de hecho, solo he estado en un rescate en el que sacamos a una persona viva de un alud”, comentó Valero.
Y es que la estimación de supervivencia para una persona que es alcanzada por una avalancha es de el 90% transcurridos los primeros 15 minutos del accidente, para caer de forma acusada superado ese tiempo. “Es en ese momento en el que pueden intervenir los acompañantes de la persona accidentada, porque transcurrida media hora, esa probabilidad se reduce al 30 o al 40%, para caer por debajo del 10% pasada una hora”.
consejos teóricos
“¿Es posible escapar de un alud?”
Más difícil en la práctica. “Si nos vemos sorprendidos por una avalancha, debemos mantener la calma porque las posibilidades de evitarla y escapar de ella son bajas”. El jefe del GREIM de Pamplona, Francisco Valero, no oculta la realidad, aunque recuerda una serie de consejos teóricos para intentar evitar el sepultamiento. “La teoría dice que tenemos que salir lateralmente de la corriente de nieve adoptando una posición de seguridad y braceando hacia atrás, mientras hacemos movimientos rotatorios”. El objetivo es mantenerse “a flote en la zona de olas de la avalancha. Esa es la teoría, pero llevarlo a la práctica es más difícil”, admite el experto.
ESCALA DE RIESGO
Para clasificar el riesgo existe una Escala Europea de Peligro de Aludes, que es usada en casi todo el mundo como referencia:
-NIVEL 1. RIESGO DÉBIL
Manto nivoso estabilizado.
Aludes excepcionales y normalmente por sobrecarga.
De forma natural solo coladas o pequeños aludes.
Recomendación: Excursiones y descensos con esquís casi sin restricciones.
-NIVEL 2. RIESGO LIMITADO
En pendientes propicias moderadamente estabilizado.
Resto estabilizado.
Posibles aludes por sobrecarga.
Recomendación: Planificar itinerarios evitando vertientes inclinadas en orientación y altitud que se describe en boletín.
-NIVEL 3. RIESGO NOTABLE
Manto moderado o débilmente estabilizado. Aludes incluso por sobrecargas débiles.
Recomendación: Evitar vertientes inclinadas. Necesaria gran experiencia y capacidad de apreciación al peligro de aludes.
-NIVEL 4. RIESGO ALTO
Manto débilmente estabilizado.
Aludes por sobrecargas débiles.
Aludes espontáneos de dimensiones medias a grandes.
Recomendación: Salidas limitadas a zonas de pendientes moderadas, sin estar estas exentas de riesgo en sus partes bajas.
-NIVEL 5. RIESGO MUY FUERTE
Inestabilidad del manto nivoso generalizada.
Numerosos y grandes aludes.
Desencadenamiento espontáneo incluso en pendientes reducidas.
Recomendación: Renunciar a las salidas.