Se pueden presentar como recomendaciones consejos pero también como errores que hay que evitar. Son cuestiones básicas que circulan en muchos tutoriales, libros y opiniones de expertos que aquí se recogen de un modo ordenado con el objeto de que la montaña sea azul y blanca, no negra.

1. Filosofía

Los montes siempre van a estar ahí...

Es una obviedad. Pero es la primera norma. Los montes llevan siglos en sus sitios y no se van a mover. Muchos accidentes vienen motivados por no saber retirarse a tiempo ante unas condiciones adversas. Lo importante no es hacer cima sino volver de ella. No se trata de ninguna competición ni es un demérito para ningún montañero/a darse la vuelta desde un collado o antes de la última pala porque valora que hay demasiado hielo, riesgo de aludes, amenaza de tormenta o porque se ha hecho demasiado tarde. Ya volveremos. Pero a veces no hay que llegar ni a este extremo. En muchas ocasiones la mejor decisión de un o una montañero/a experto se toma en el sofá ante la televisión o consultando el ordenador. Si dan muy mal tiempo, riesgo de avalanchas alto o cualquier otro tipo de incidencia lo mejor es ni ir al monte. No es fácil encontrar un hueco en la agenda y una vez que se han hecho unos cuantos kilómetros cuesta renunciar a una ascensión, pero muchos percances suceden por la autopresión a la que se someten algunos/as de “aprovechar el fin de semana” contra viento y marea. Cueste lo que cueste. Y a veces sale caro.

2. Obviedad olvidada

El ‘Piri’ en verano es una cosa y en invierno, otra

Parece otra reflexión evidente pero no lo es tanto. Una misma montaña, siempre respetable, presenta caras muy diferentes en verano y en invierno. Un bucólico sendero en una ladera en julio se puede convertir en una peligrosa pendiente de 30 grados propensa a aludes en diciembre. Hay mucha gente que esta acostumbrada a hacer treking y excursiones en verano por montañas de hasta 3.000 metros que, con sus dificultades, resultan accesibles con tal de tener una resistencia física moderada y una mínima técnica. Pero cuando la nieve y el hielo cubre la cascajeras formando tubos o las crestas creando peligrosas cornisas de nieve y se borran todas la referencias de hitos y marcas en el suelo, la misma montaña es otra y puede dar muchos sustos. Sin olvidar el factor meteorológico y de temperaturas ya que hasta el mismo Saioa (1.419 metros de altura) en Belate puede cobrar un aspecto alpino e invernal con una sensación térmica bajo cero agravada por las habituales nieblas.

3. Material

Morir con la botas puestas o caerse con los crampones en la mochila...

No es un título de película. Es una trágica realidad. De nada sirve tener los mejores crampones y el piolet mas brillante si los llevamos en al mochila por pereza y seguimos avanzando por una zona helada con-fiando en pasarla y ponerlos más arriba. Eso es como llevar las cadenas en el maletero del coche y subir un puerto nevado. Pero tampoco basta con acertar con el momento en el que ponerse este accesorio fundamental de doce puntas y sacar el piolet (un binomio indisoluble como decían de Itoiz-Canal de Navarra...) sino saber manejarlos. Hay accidentes provocados por enganchones de los crampones en las polainas (con los correajes mal puestos por la parte interior del tobillo) o autolesiones con el piolet. Las raquetas son unos accesorios muy interesantes para avanzar sin hundirse con nieve blanda pero, pese a que tienen una uña con puntas, no sirven para fuertes pendientes de nieve helada. Ahí, sin lugar a dudas, crampones con botas rígidas o semirrígidas. Para todo esto hay cursos básicos en la Federación de Montaña y otros colectivos de técnicas de progresión en nieve y de autodetección. Una cosa es la teoría y otra la práctica pero algo es algo. Eso sí, lo mejor es no caerse...

4. Previsión meteorológica

No mirar al cielo para evitar ir al infierno

Si en cualquier época del año consultar la previsión meteorológica ante de salir al monte (en verano son muy peligrosas las tormentas al final de la tarde) es recomendable, en invierno resulta fundamental. Hoy en día hay muchas webs fiables (www.lameteoqueviene....) además de las oficiales de Aemet o Meteofrance, que dan información mucho más detallada y específica que el telediario. En los refugios además acostumbran a tener un parte muy exacto además de gran experiencia en cada zona. Un cambio de temperatura, la llegada de la niebla o las precipitaciones de agua y nieve pueden agravar la situación creada en cualquier percance así como ralentizar la marcha y complicarla orientación. A esto hay que añadir un factor nuevo: el estado de la nieve.

5. Nivología

Cuando un 3 no es algo “medio” sino la bandera amarilla de la playa...

Efectivamente otro error con consecuencias irreparables suele ser no atender al parte nivológico. Normalmente se puede consultar en los mismos espacios que el parte meteorológico, aunque nuevamente aquí es fundamental la experiencia. No se trata de ser como los esquimales y tener 17 palabras para designar distintos estados de la nieve, pero sí unos conocimientos básicos de si se trata nieve polvo o primavera, de cómo se transforma, de sus capas... Todo esto dará como consecuencia una valoración sobre el tipo y nivel de probabilidad de un alud. Con los aludes sucede como con las caídas en pendientes con hielo: se puede intentar a aprender cómo salir de la situación pero la mejor solución es preventiva, vamos que no pase. Siempre está bien el tema del ARVA, la pala y la sonda, pero solo unos pocos la llevan y es preferible no ponerlos a prueba. Por ello, un consejo básico es simplemente hacer caso de la escala de riesgo que se suele publicitar. Y tomarsela en serio. Con niveles 4 (alto) y 5 (muy fuerte) es mejor quedarse en casa. Ya habrá otros días para disfrutar de la nieve. Los niveles 1 (débil) y 2 (limitado) permiten excursiones con ciertas garantías si se conocen el lugar y las pendientes a evitar. Los problemas están en el 3 (riesgo notable) ya que sucede como con los semaforos en los que el ámbar se interpreta como “puedo pasar rápido”. No. Un nivel 3 no es un término medio entre el 1 y el 5 sino una situación en la que es fácil confiarse cuando es muy probable que se den aludes espontáneos o que se provoquen con un simple paso en una ladera sobrecargada o con placas nieve helada venteada. ¿Qué haces en la playa con bandera amarilla o roja? Pues lo mismo en el monte.

6. Planificación

El otro tiempo también cuenta y mucho...

Hay otro tiempo igual de importante que el meteorológico a tener en cuenta siempre y sobre todo en invierno: el horario. Los días en estos meses son mucho más cortos por lo que dan menor margen de error o rectificación ante un despiste, una lesión... La caída de la noche no sólo complica la visión sino que en estas fechas acarrea una bajada de temperaturas que pueden provocar una fatal hipotermia con facilidad. Por eso, un fallo del que luego se puede arrepentir uno o una es no haber dedicado precisamente un tiempo en casa a planificar la salida. Hoy en día hay muchas webs, libros y mapas que ayudan a calcular los tiempos. En Pirineos, normalmente hay que echar al menos tres horas de ida y otras tantas de vuelta para cualquier monte. De ahí para arriba. Esto se complica en invierno cuando la nieve y otras circunstancias hacen más trabajosa la marcha. Por otra parte, todas las horas del día no son iguales con la nieve. Así como en verano hay que madrugar para evitar la subida con el calor y descender antes de que se puedan generar tormententas con nubes de evolución (y sus temidos rayos) en invierno hay que contar con que a primeras horas el suelo estará muy helado (sobre todo en las zonas sombrías y altas), que al mediodía (ya hacia primavera) se suele fundir y transformar la nieve formándose la típica nieve sopa (que puede dar lugar a aludes también por su aumento de peso) y a la tarde noche vuelve a helar. Muchos mapas y blogs ya indican la duración aproximada de una salida. Hay otros trucos como saber que para superar 400 metros de desnivel hay que calcular al menos una hora a un ritmo normal ya que no sólo cuenta la distancia sino la inclinación... Pero a todo esto hay que añadirle un tiempo extra en invierno. Y si no que pruebe alguien a caminar con nieve hasta la rodilla abriendo huella...

7. Ropa y accesorios

Ni el “por si acaso” ni minimalismo excesivo

La mochila y su contenido básico tampoco es igual en verano que en invierno. Vamos a llevar algo más de peso, pero en ello nos puede ir la vida. Aunque los criteros generales sobre equipamento mínimo son válidos y hay que buscar un equlibrio entre el peso excesivo y lo imprescindible, se impone extremar la prudencia porque no es lo mismo un cambio de tiempo, un accidente o un despiste en agosto que en febrero. Hay que garantizarse las tres capas (termica para dar calor, otra cortavientos y una tercera impermeable) con un recambio al menos para prendas vitales como pueden ser unos calcetines, unos guantes y una camiseta de repuesto. Si van en una bolsa de plástico (de esa que meten ruido en la litera del refugio...) para evitar que se mojen, mejor. La manta térmica no pesa nada y junto a un esparadrapo de toda la vida puede resultar vital para una espera en la nieve por una torcedura de tobillo etc... Por supuesto polainas además de los citados piolet y crampones, así como botas semirrígidas o de gore-tex. El gorro y la braga de cuello también son agradecidas y no pueden falta las gafas de sol junto al cacao y la crema. El sol y la nieve son demoledores. El agua también es imprescindible para hidratarse en invierno aunque un termo de té puede añadir un punto de calor interesante. Y finalmente, además de una linterna frontal, que no falten los elementos de orientación.

8. Orientación

Quedarse sin pilas y sin Norte y mejor mal acompañado que solo...

El GPS es un buen instrumento con los caminos tapados por la nieve o la niebla , pero con el frío las pilas duran aún menos y no hay nada más seguro que la brújula de toda la vida y un mapa. Lo mismo sucede con el móvil para comunicarse. Más vale dejar dicho a dónde se va y con quién (en invierno aún menos que nunca se debe ir en solitario al monte) que llevarlo encendido haciendo fotos y mandando whatsapps mientras la batería se gasta buscando red y no tenemos móvil cuando hace falta. Un silbato para ayudar a que nos localicen siempre va bien si falla la cobertura... Por supuesto, y más en invierno, al monte no hay que ir solo.

9. Itinerarios

Ojo a las bajadas: “cuando nos relajamos somos muy malos...”

Ya lo decía el exentrenador rojillo Pedro Zabalza sobre Osasuna: hay que mantener siempre la atención porque un error puede venir en cualquier momento. Y estos muchas veces suelen ser los descensos cuando la excursión ya ha pasado factura física y la mente piensa que ya ha hecho lo más difícil que es llegar a la cima. Los accidentes laborales en las fábricas también se concentran al final de la jornada... Pero antes de subir o bajar en el terreno hay que hacerlo sobre un papel en casa o en el refugio. Planear un recorrido adecuado a nuestro nivel y tiempo así como posibles alternativas por si en el terreno los planes se ven inviables es fundamental. Ojo también con las fotos y los selfies... No sería el primer caso en el que alguien se despeña por un mal paso al hacerse una foto...

10. Avalanchas

Obviar que la mejor técnica es no provocarlas

Anteriormente ya se ha hablado de la importancia de anular o adecuar una salida ante el nivel de riesgo de avalancha. En cualquier caso, si se decide salir es muy importante comprobar in situ la realidad de esas previsiones analizando el estado de la nieve y, en función de lo que se vea, buscar itinerarios seguros. Nunca hay que fiarse por fiarse de huellas ya marcadas porque bien pudieran ser de días anteriores o de personas que realmente han hecho un trazado de riesgo. No hay ninguna receta fija pero normalmente hay que evitar laderas con una inclinacion de 30 o más grados (esto se mide con los bastones) a sotavento o desprotegidas de rocas y árboles. Siempre son más seguras las crestas y cordales, aunque ahí puede surgir otro gran peligro como son las cornisas (salientes de nieve venteada que pueden romperse con nuestros pasos provocando una caída al vacío por la otra vertiente) y dificultades añadidas. Las zonas cóncavas (U) también tienen la nieve más asentada que las convexas. Otro peligro son las simas o, en otras zonas, las grietas entre bloques cuando no hay suficiente capa de nieve. Se vaya con esquís, raquetas o andando, es importante también mantener una distancia de seguridad de unos 10 metros con el doble objetivo de no someter a un peso excesivo a placas frágiles de nieve o, en caso de producirse un alud, que no alcance a toda la expedición al completo de manera que alguien pueda proceder con rapidez a un rescate. En este caso el tiempo es oro y la sonda y el arva fundamentales ya que otras recomendaciones como intentar nadar en la nieve o tratar de hacerse un hueco para tener aire y no asfisiarse resultan dificiles de seguir en un momento tan estresante. Escupir puede servir para darnos cuenta si estamos cabeza abajo o cabeza arriba en caso de ser enterrados pero la nieve pesa mucho y es posible que incluso se tengan fracturas con lo que casi la supervivencia se juega a la carta del rescate rápido... Las variaciones de temperatura tienen una influencia muy importante en el estado del mano nivoso en una mismo día aunque en general, además de las orientaciones de las laderas, es siempre recomendable evitar las horas centrales del día.