Corría el año 1979, y en el salón de actos del Casino de Elizondo se celebraba el acto oficial, que protagonizó especialmente convocada Euskaltzaindia, del centenario de los Juegos Florales (1879), primeros a este lado del Pirineo e impulsados por Antoine d’Abbadie, el que sería reconocido como “el padre de los vascos”. Presidía Luis Vilasante con el primer alcalde democrático de Baztan, Timoteo Plaza, y los académicos Juan San Martín y el baztandarra Mariano Izeta. Compareció el senador Manuel de Irujo y la presidencia le invitó a formar parte de la mesa. No estaba prevista su intervención, pero animado a hacerlo recuerdo sus primeras palabras: “Me gusta oír a los niños hablar euskera por las calles de Elizondo”. La ovación fue atronadora, emocionante, y las lágrimas corrieron por sus mejillas que secó con un pañuelo que tuve el honor inolvidable de alcanzarle.
Con posterioridad, hemos (todos) hablado de este asunto, el del uso cotidiano de nuestra lengua madre en Baztan y en Elizondo, que, con Oronoz, Irurita y Elbete, e influencia de su proximidad al paso de la carretera principal entonces (la salida natural a Europa era la N-121 por Dantzarinea, mientras que la ruta del Bidasoa era la C-133, que tenía carácter comarcal) eran los cuatro pueblo del valle en los que el euskera corría mayor peligro ante la presión del castellano. Esa teoría ya la defendió José María Sánchez-Carrión (¡¡de Granada!!) en su impagable El estado actual del vascuence en Navarra (1970). Factores de regresión. Relaciones de bilingüismo, que editó Príncipe de Viana y contribuyó a despertar muchas conciencias, y no vamos a abundar sobre ella.
Con posterioridad fue también habitual tema de conversación con el euskaltzale baztandarra Mariano Izeta Elizalde, a raíz en particular de aquella intervención de Manuel de Irujo en Elizondo de la que se habla. El por tantas cosas inolvidable Mariano (incluida su presencia entre los pater familias que soñaron con Baztan Ikastola) se sentía optimista (y con razón) al observar el paulatino avance de la lengua vasca a la que entregó su vida y trabajos y de su recuperación en el tiempo, tras haber sido testigo impotente y dolido de la clausura de aquella primera ikastola de Txokoto, para más inri convertida nada menos que en Cuartel de Pelayos de la Falange y, con permiso, de los (co)JONS.
Con otro amigo que, injustamente porque eso que decimos “así es la vida” (o sea, la muerte) no perdona, Martín Garde Saharrea, una de las mejores y más honestas personas que he (hemos) tenido la suerte de convivir, fuimos asombrados e indignados testigos de un hecho lamentable, incomprensible, inaceptable. En el Colegio de Lekaroz, en el oficio de honras fúnebres por el euskaltzale capuchino padre Policarpo de Iraizoz, a 6 de abril de 1980, no se pronunció ni una sola palabra en euskera, máxime cuando el eximio finado era académico correspondiente de Euskaltzaindia.
Martín y los dos presenciamos la respetuosa pero enérgica protesta del padre Bonifacio de Ataun, un gigante en humanidad e inteligencia, ante el entonces rector del colegio que aguantó la indignación y la santa ira franciscanas con una sonrisa argumentando (¿?) que “como sabíamos que iba a venir gente de fuera” se había optado por obviar la lengua vasca de los funerales. Aturdido por gesto tan mísero como desagradable, el padre Bonifacio nos lo trasladó a ambos y, precisamente, al padre Jorge de Riezu que a sus ochentaytantos largos años aún se puso de rodillas para solicitar la bendición y autorización del rectoral superior para marchar unos días del colegio a seguir en San Sebastián su labor continuadora de la obra del Padre Donostia.
Martín Garde, el autor precisamente del logotipo del Nafarroa Oinez’82, el primero que se celebró en Elizondo, nos solía explicar la idea que motivó la creación de la imagen de la fiesta de las ikastolas de Navarra. “Se me ocurrió que el euskera tenía que extenderse, queríamos que se extendiera, como las ondas de agua que surgen al poner una bota sobre un charco, y parece que gustó”. ¡Claro que gustó!, ¿cómo no iba a hacerlo si era la expresión del sentimiento que mueve a tantos euskaltzales? A los cientos que se han dejado el alma y han sudado un año largo de esfuerzos en favor de su lengua, de una forma tan entusiasta como legítima, y de los miles que acudieron ayer en gesto decidido y generoso a apoyar ese sentimiento.
Más recientemente, charlando de pasada con Kepa Dendarieta, ex profesor y ex director de Baztan Ikastola, compartía la creencia (real porque basta con andar un poco por la calle) de que, en efecto, “en Elizondo se habla más euskera que nunca”. Observas desde la ventana cómo pasan las cuadrillas de chavales y ves, oyes y escuchas, la forma en que con espontaneidad absoluta, con la normal normalidad que desea la generalidad (¿?) de la población, con total libertad y sin las prohibiciones y castigos que por hacerlo sufrieron sus anteriores, van hablando en euskera porque es lo que les sale. Y la explicación, la justificación de que ese uso del euskera haya llegado a lo que es, se muestra evidente: la existencia de Baztan Ikastola y, con posterioridad, la aplicación de un modelo D que cuenta con la aprobación mayoritaria.
Hablamos de Elizondo porque es dónde más se sufrió la recesión (y la represión), porque lo hemos visto y vivido, amigos que llegaban a clase y de entrada, tras su saludo natural, el egun on! (¡buenos días!) que era suyo y no conocían ningún otro, empezaban la jornada con la cara colorada a bofetadas, el anillo condenatorio y de rodillas contra la pared. Pues en efecto, aquí se habla más euskera que nunca y es indiscutible. Para demostración, la masiva jornada de ayer: nunca tantos hablaron juntos tanto euskera en Elizondo.