Madrid - La tercera sesión del juicio por la tragedia del Madrid Arena, ya con menos expectación que las dos anteriores, ratificó lo que ya se veía venir, que derivaría en un conflicto sobre quién era el responsable de la seguridad o, en otras palabras, quién podía o no dar órdenes en esta materia.
Si el miércoles el promotor de la fiesta de Halloween en la que murieron cinco chicas hace 38 meses, Miguel Ángel Flores, negó que su empresa, Diviertt, tuviera algún tipo de responsabilidad en la seguridad, ayer, el coordinador de proyectos de Madridec (la empresa municipal que gestionaba el pabellón), Francisco del Amo, le contradijo.
Hasta el punto que dejó claro que Flores, que al fin y al cabo es el que pagaba la seguridad a través del contrato con Madridec, podía dar órdenes a los agentes de Seguriber, como que le abrieran una determinada puerta.
emoción Independientemente del esperado “esto no es de mi competencia”, en la sesión de ayer se vieron las primeras muestras de emoción por las muertes de las chicas. A Santiago Rojo, el director general de Diviertt, se le quebró la voz cuando recordó cómo conoció in situ que había dos víctimas.
Y ayer nos enteramos, como explicó con evidente nerviosismo el maitre de Diviertt, Miguel Ángel Morcillo, que habían encargado bebida para 30.000 ó 40.000 unidades. Y aclaró (para evitar que se confundieran con entradas) que era lo que preveían de consumo a razón de 3 ó 4 copas por asistente.
Quizá este dato pueda servir para aclarar cuántas entradas se vendieron. Pero claro, solo sería posible si se pudiera comprobar cuánto se bebió hasta que el pabellón se desalojó por la tragedia y cuánta bebida quedó intacta.
También quedó claro que Flores era un cliente de confianza, porque si nos atenemos a lo que aseguró Del Amo, no se le pedía un certificado que acreditara las entradas que vendía para los eventos. A otros promotores, sí.
Incluso aunque se le preguntaba qué tal iba la venta y él contestaba que bien, no se le exigía la cifra exacta. A su vez, Flores regateaba para conseguir el mejor precio posible y que la uniformidad en la seguridad no le gustaba nada, aunque aceptaba la de las empresas que trabajaban con Madridec. - Efe