Corría el mes de junio del año 2014 cuando alguien me habló de una experiencia que me cautivó. Aquellos días iba a pasar por Navarra una marcha transpirenaica que a sí misma se llamaba social y solidaria. Me impactó el nombre y la idea.

Siempre me he sentido atraído por la montaña y su poder reparador, siempre, desde mis inicios como educador, acudí a los valles navarros, con campamentos scouts al principio, después con mis alumnos y alumnas ya como maestro de escuela y, más recientemente, como orientador metido en harinas mediadoras, con el alumnado de mi instituto. Estoy convencido de que la naturaleza es lo mejor de la escuela. ¡Qué riqueza preparar mediadores al aire libre en albergues navarros como Santesteban o Getadar!

La noticia del paso de la marcha Transpirenaica Social y Solidaria me impactó y no pude dejar de darle vueltas aquellos días. Por lo que fuera se removieron en mí aquellos recuerdos juveniles del tiempo pasado en la educación no formal y también aquellas marchas por el monte con mis alumnos de Arantza, Bera, Burlada o Pamplona. Se removieron en mí las marchas vividas en los Andes con los jóvenes de Ocongate y, de alguna forma, retomé el interés por el valor educativo y reparador de las vivencias entre cerros. Ese domingo de junio decidí acudir a Elizondo y desde allí caminar al encuentro de esa marcha solidaria.

En el barrio de Orabidea del valle de Baztan, tras varias horas de marcha, se produjo el encuentro. Impresionante la acogida de aquel primer grupo de caminantes, los cuatro magníficos que recorrerían toda la cordillera, cuatro personas y cuatro países, el coordinador, médico catalán y los participantes: Polina, una dieciochoañera rusa, Shahid, paquistaní, y Mohit, hindú.

Conversaciones entrañables sobre mundos sin fronteras en los que todos caben, cuatro países en el mismo sendero compartiendo cansancios y conversaciones largas, disfrutando paisajes amables y verdes, intentando crecer juntos y arreglar el mundo. Bien interesante eso de la aldea global y la pertenencia grande. “Sueño con un mundo sin fronteras y cuando sea realidad sueño con seguir soñando”, me dijo uno de los chavales.

Aquel año pude compartir algunos días de marcha. Al domingo siguiente, grupos de chicos y chicas de las distintas entidades de Navarra acompañaron a los grandes caminantes durante la etapa de Isaba a Zuriza. Allí estaba la Fundación Ilundain, de reconocido prestigio en su trabajo con la juventud en riesgo, también una buena cuadrilla de chicos y chicas de la Asociación Navarra Nuevo Futuro, y también estaba el Servicio Educativo Intercultural. Son entidades en las que se mueven algunos de mis alumnos y alumnas. Fue un regalo compartir con algunos de mis estudiantes más guerreros la subida, la persecución de las vacas o el baño en las heladas aguas de la poza del camino de Belabarze. Los más guerreros en las aulas eran los más positivos en el monte. Conversaciones entrañables: “Ya sé Patxi que en la escuela os doy guerra (no fue tan fina su expresión) pero de verdad que me gusta mucho el monte y que soy buen chaval”. Yo me dejaba emocionar por estallidos de tanta grandeza humana. Me acordé entonces de nuestro amigo Vaello y aquella afortunada expresión de que todos necesitamos ser buenos para algo y para alguien. ¡Eran tan buenos! ¡Eran, y así lo sentían, extraordinarios! Y en la escuela, dudando de si tenían o no desarrolladas eso de las competencias? Y la marcha siguió hacia el este, iban de cabo a cabo, de Higuer a Creus, iban dejándose acompañar por días o semanas por gente de distintas entidades, de vez en cuando paraban a compartir experiencias con las gentes que pueblo a pueblo los iban acogiendo. Llegaron a Creus y con ellos llegaron todas las personas que en un momento u otro de la travesía habían interaccionado con ellos. Momento del recuerdo y momento de plenitud. Habían terminado el camino pero, como siempre, lo importante no era la meta, pues era ahí donde se daban los primeros pasos del camino de verdad.

En junio pasado volvieron a pasar por aquí también camino hacia el este. En esta ocasión participaban muchachos bereberes y de cultura árabe de Marruecos, Paquistán, Chie, Camerún? que en estas primeras etapas fueron acompañados por personas de Cáritas-Bizkaia, de la Fundación Ellacuría de Bilbao y, de nuevo, los ya viejos amigos de SEI, Fundación Ilundain Haritz Berri, Nuevo Futuro y Cruz Roja Navarra, además de otras entidades sociales de gente adulta y relacionada con la montaña de maneras diversas. Vinieron también montañeros de diversos lugares de la zona. Pasaron por aquí y siguieron hacia el este. En Aragón también se les unieron entidades diversas y lo mismo ocurrió en Cataluña. Iban llevando un mensaje de inclusión (“aquí cabemos todos”), promoviendo la acogida, la igualdad, el buen trato, el agradecimiento, el esfuerzo, la convivencia a lo grande, y, cómo no, la conciencia de protección del medio ambiente, ya que iban recogiendo de forma más que testimonial, la basura que encontraban en la GR11.

La Transpirenaica Social y Solidaria va creciendo, con cada vez hay más entidades enlazadas. En este momento hay colegios interesados en el proyecto. Recuerdo cuando me entregaron un cuaderno de una escuelica rural del Pirineo catalán porque los chiquillos de aquella unitaria querían recoger mensajes de las gentes de las zonas por las que pasaban sus amigos los montañeros solidarios y les habían entregado ese cuadernico para recoger mensajes a lo largo de la ruta.

En torno a esta experiencia se agrupan las buenas gentes de los pueblos de la ruta; los jóvenes que viven entre nosotros tras cruzar mediterráneos estrechos bajo camiones, sobre cayucos o pateras, o por caminos embarrados por el dolor o la miseria del destierro profundo; también educadores apasionados, procedentes tanto de la educación formal como no formal, jóvenes asociados, deportistas, pastores, artistas, trabajadores, empresarios, hombres y mujeres, niños, mayores, abuelos y nietos, hosteleros y concejales, voluntarios? Todos montañeros, todos solidarios, todos caminantes compartiendo el mismo sueño, la misma aventura de llegar a Creus con un mensaje del valor de la acogida, del no juicio, la aceptación incondicional y el abordaje no violento de los conflictos, porque “aquí no sobra nadie” es el sueño de un mundo mejor para todas las personas en este Pirineo que siempre fue símbolo de unión más que de frontera para sus pueblos del norte y del sur.

Otros componentes importantes de la experiencia tienen que ver con el esfuerzo y la paciencia, el ritmo compartido que forzosamente ha de adecuarse al compañero más frágil, la comunicación entrañable, a veces, incluso sin idiomas comunes, comunicación al paso o en reflexión profunda bajo la luna, la escucha, a los otros, a la propia naturaleza o a uno mismo; el valor del silencio, primero tutelado y luego buscado, el asombro, la mirada a lo lejos y ese montón de realidades que van pautando el avance. Es un mundo de entusiasmo, riqueza de emociones compartidas o reparadas, distintos sentires cuando uno va cansado y es el amigo quien transfunde ilusión y empuje.

Comienza ahora la cuarta edición, vuelven las ilusiones, vuelven los planes y nuevas asociaciones y fundaciones preparan a sus jóvenes para la gran marcha solidaria. Acabar el curso y al monte, a caminar gentes tan diversas y tan iguales y a recordar que en el mundo, a pesar de fronteras y concertinas, cabemos todos. Los caminos se allanan esperando a los nuevos caminantes solidarios mientras las gentes del camino preparan la acogida a la vez que los jóvenes montañeros entrenan sus cuerpos y sus mentes. ¿Quiénes serán en esta edición los participantes? Este año, seguro, tendrán presencia más que testimonial las personas refugiadas, esas personas que huyendo de situaciones terribles de miserias y sangre golpean nuestra puerta sin conseguir abrirla. Pronto pasarán de nuevo por aquí, los montañeros solidarios de la mano de educadores apasionados, ¿Cuántos serán? ¿Quiénes? ¿De dónde procederán? ¿Cuál será este año su mensaje?

El autor es orientador escolar