PAMPLONA. El seísmo de 4.2 grados de intensidad en la escala Richter que se ha producido este viernes por la mañana en Pamplona es uno de los diez más fuertes que se han sentido en Navarra desde 1985, fecha desde la que hay mediciones fiables, según registros del geólogo Antonio Aretxabala.
Se da la casualidad de que el terremoto del que se tiene constancia que más daños causó tuvo lugar tal día como hoy en Pamplona hace 114 años, con una intensidad de 4.7, aunque con los aparatos de la época no tiene mucha fiabilidad. "Se cuartearon algunas casas de modo alarmante y hubo réplicas débiles, pero no ocurrieron desgracias personales", narran las crónicas de la época.
En Lizarraga, en 1998, se registró uno de 5,2 grados.
EL TERREMOTO DE 1903 Este es un extracto publicado por el experto Antonio Aretxabala en su blog personal:
"Es muy difícil afrontar una investigación histórica de este evento sísmico de 1903, ya que se recogen muy pocos datos, la prensa local se hace eco de ello en varias ocasiones en los días posteriores pero con criterios muy subjetivos en cuanto a duración, hora o intensidad. Llama la atención que el corresponsal de Gallipienzo, a más de 30 km del epicentro, hable de pánico, movimientos de objetos en las casas, el baile de las camas, etc. Gallipienzo mostraría un marcado efecto topográfico en el impacto de las ondas que además podrían haber llegado ya reconducidas o encañonadas por la morfología"."También se ve que hay cierta diferencia en las horas a las que se produce el evento principal, por ejemplo en Gallipienzo a la una y veinte minutos de la madrugada, en Sangüesa y Lecumberri a las dos menos cuarto, en Navascués a las dos, etc. Era habitual en aquella época este tipo de descoordinación de los relojes"."Sin embargo, el fenómeno puede tener otra explicación, los archivos de efemérides sísmicas y volcánicas de la NASA de aquel 10 de marzo, apuntan a unas tres horas de trepidaciones ese día en Pamplona, y los testimonios de los corresponsales, alcaldes y periodistas parecen indicar algo parecido. En otros casos se habla no sólo de horas distintas, sino de duraciones bien diferentes. Todo lo cual nos hace pensar que se trataría de diferentes terremotos o un episodio sísmico múltiple de varias horas de activación con epicentros que podrían tener una línea marcada que iría desde San Sebastián hasta Gallipienzo, como se puede ver rastreando los testimonios aquí".
Aretxabala respondía en una entrevista para DIARIO DE NOTICIAS a varias preguntas en torno a los terremotos:
¿Y es factible que se vuelva a producir otro similar como el de Lorca en Navarra?
Cuando un fenómeno natural se da, la recurrencia es normal. Se vuelve a producir, claro, aunque no tenemos la varita mágica y no sabemos cuándo. Nosotros tenemos una personalidad sísmica propia, toda la zona asociada a la falla de Pamplona la tiene, y la empezamos a conocer ahora, a comunicarnos con este fenómeno natural: empezamos a entenderlo, tenemos que ser nosotros los que lo comprendamos y traducir su lenguaje. En este sentido, necesitamos estudios históricos buenos. Es fundamental recuperar a los historiadores en todo ésto. Cuando yo estudié el terremoto de 1903 me quedé sorprendido, porque en los catálogos oficiales es un seísmo al que simplemente se le da una intensidad 6, se le pone un epicentro que es Badostáin y se acabó. Pero cuando fui a las fuentes históricas, descubrí que fue un terremoto múltiple, que se dio en varias zonas al mismo tiempo: desde San Sebastián, pasando por Lekunberri, Sangüesa, Aibar hasta Gallipienzo. Estudiando lo que dijeron los científicos de la época o los alcaldes resulta que la Cuenca de Pamplona estuvo tres horas sometida a impactos, tres horas seguidas meneándose. Y eso no está metido en las bases sobre las que construimos normativa urbana y sectorial.
La Cuenca de Pamplona, con más de la mitad de la población navarra viviendo aquí, ¿estaría preparada para un terremoto, por ejemplo, como aquel de 5,2 grados?
Pamplona está preparada, tiene un urbanismo bastante bueno. Aunque no se pensó para ésto, resulta que es bastante compatible. Hay una excepción: el Casco Antiguo, en el que los edificios 32, 34, 36, 38, 40 y 42 forman una unidad, se apoyan en sí mismos, y además uno es de tres pisos, el otro de dos, con azotea, sin ella... Todo eso es revisable porque desde el punto de vista urbanístico, si hay un impacto de 5,2 como el de Lizarraga y no se da a 40 km de profundidad, sino a 14 como la falla de Etxauri, sí que va a haber daños materiales. Por eso, estaría muy bien la propuesta que hacemos de una inspección técnica de edificios, parecida a la ITV del vehículo. Es necesario ir preparando la ciudad, de cara al siglo XXI, como una ciudad resistente en cuanto a inundaciones, incendios y también ante terremotos.
Algo que no se ha hecho hasta ahora. ¿Se ha obviado esta cuestión a la hora de edificar?
Los arquitectos y los ingenieros piensan que aplicando la normativa sismorresistente en la nueva construcción ya está todo hecho. Es decir, hacer los pilares de una forma determinada, poner unos hierros dentro de los pilares, etc. Pero no es así. Las normas de construcción sismorresistentes ni han sido, ni son, ni nunca serán suficientes.
¿Y entonces qué habría que hacer?
Normativa urbana. Tenemos barrios enteros, fantásticamente construidos desde el punto de vista sismorresistente la estructura, pero tienen las chimeneas sueltas, los antepechos, los alerones... Y eso es lo que mató en Lorca. Estos elementos, cuando se cayeron, son lo que mató a la gente. Pero no cayeron los edificios, que es lo que hace la normativa sismorresistente. Hay que insistir en que, lo importante, es asegurar todos esos elementos estructurales. Por otro lado, también suspendemos aquí en un tema muy importante: la educación de la gente. Los ciudadanos no tienen cultura sísmica, ni siquiera saben que viven en una zona sísmica. Es fundamental que la gente esté educada, porque si se desata un terremoto, no debe pasar lo de Lorca, que la gente salió corriendo y le cayeron los lucernarios y las chimeneas encima. Hay que quedarse, ponerse debajo de las puertas o meterse debajo de las mesas. No hay que salir nunca corriendo a la calle.
¿Hasta qué punto influye la mano del hombre en todos estos terremotos?
Este es un tema muy interesante. En los años 80 se abandonaron galerías, se las hacía colapsar, pero no quedaron cerradas de forma compacta, sino que tenían vías de entrada de agua. Prácticamente toda la sociedad navarra ya habíamos asumido que eso estaba estable, pero ha tenido que hacer un invierno con unas lluvias tan tremendas para darnos cuenta de que habíamos asumido una cosa que no era real: el agua ha entrado por ahí, se ha comido la sal, se han provocado cavernas y colapsos, que es lo primero que se detecta en los sismógrafos; ésto, al moverse tanto y ser tan seguido, ha estimulado a fallas profundas que a su vez, por una transferencia de esfuerzos, han estimulado a otras fallas adyacentes por toda la zona de Belascoáin y estas han reactivado todas las de Etxauri que están en la misma zona. Por lo tanto, este efecto dominó verdaderamente empieza en la mano del hombre. El debate es interesante: ¿hasta qué punto nosotros somos capaces de influir en esta pequeñísima y frágil interfaz en la que vivimos, entre la atmósfera y la hidrosfera? Cualquier cambio en una de las dos, en este caso la hidrosfera, puede provocar que nuestro hábitat se vea tocado. ¿Ésto empezó el 14 de febrero en El Perdón o en los años 80 en las galerías de Potasas?
Un terremoto de 5,2 grados, ¿qué consecuencias podría tener para la población?
Pues de 5,2 como el de Lizarraga, allí otra vez y a la misma profundidad, las mismas: sustos en la población, grietas, alguna que otra copa rota y poco más. Ahora bien, un 5,2 en la zona de Etxauri, más cerca del núcleo de Pamplona, podría provocar daños materiales.
No creo que haya muertos. Pero por si acaso podríamos evitarlo con la educación de la población y con estas inspecciones técnicas de edificios. De todas formas, potencialmente cada mil años podríamos esperar algo un poco más gordo.
En el nuevo mapa tectónico de la Península Ibérica nos han metido entre las denominadas zonas 7 y 8. En la zona siete podría esperarse hasta una intensidad de 6,5, en una recurrencia cada mil años. Es decir, según el nuevo mapa tectónico, aquí se podría esperar, como mucho, un seísmo de 6,5 grados de magnitud.