Pamplona - El joven Eduardo Álvarez Erviti, que había resultado herido muy grave tras la explosión de gas de hace una semana en Puente la Reina, falleció ayer tras no poder superar las graves heridas que sufrió en la cabeza por el impacto de los cascotes del edificio en el que -según todos los indicios de la investigación policial- se quitó la vida el puentesino Rafael Beasáin, de 80 años, haciendo estallar una bombona de gas. Eduardo Álvarez tenía 25 años y había acudido desde Esparza de Galar junto a su novia y varios amigos para disfrutar de la última noche de las fiestas de la localidad puentesina. El desenlace, inevitable desde que hace dos días entrara en la situación clínica de “muerte cerebral” en espera de posibilitar la donación de sus órganos -según fuentes de la familia-, reprodujo ayer la conmoción social e institucional vivida el pasado domingo cuando se conocieron las trágicas consecuencias del suceso que dejó un reguero de heridos (una treintena de atendidos y seis ingresados), entre ellos la propia pareja y amigos de la víctima, que han corrido mejor suerte. De hecho, ya han sido dados de alta o evolucionan favorablemente. El Ayuntamiento de Puente la Reina celebró ayer a la noche un pleno extraordinario en el que se decretó un día de luto oficial por el deceso y se convocó a la ciudadanía hoy a una concentración de recuerdo y solidaridad con la víctima y su entorno. Decenas de amigos y familiares se acercaron a las dependencias del tanatorio San Alberto de Pamplona para rendir el último adiós a este joven deportista, emprendedor y aficionado al mundo del motor.

Triste final a una dura historia Una semana trágica. Casi 150 horas agónicas. Cerca de 9.000 minutos de tristeza, esperanza, recuerdos, abrazos, esperas, lágrimas... Los equipos médicos de la UCI del CHN no pudieron hacer nada por invertir el guion de una auténtica pesadilla que se desató en unos segundos cuando Rafael Beasáin hacía estallar -según las primeras investigaciones- su piso de la calle Cortes de Navarra 4, causando una enorme explosión que afectó al exterior y provocó una dura historia de mala suerte llena de paradojas.

Un tragedia en plenas fiestas. Dolor y sufrimiento en el epicentro de la diversión. La suerte y mala suerte. El azar llevó a la cuadrilla formada por Patricia García Estévez, Asier Valencia Ojer y Gorka San Martín a sacar dinero de un cajero de La Caixa situado justo enfrente del inmueble en el que se estaba gestando la tragedia. El peor lugar en el peor momento. Deseos de morir y ansias de vivir... La acción de un octogenario que -según los indicios y testimonios- quería quitarse la vida en la última fase de su existencia acababa segando la de un joven de 25 años, que tenía todo su futuro por delante. Una cadena de muertes sin sentido que, no obstante, gracias a la solidaridad del propio joven fallecido y su familia, recupera un eslabón de esperanza hacia el futuro, ya que sus órganos servirán para salvar la vida o mejorarla a personas que, ajenas a este trágico suceso, estarán en alguna lista de espera a ser transplantadas. Esto difícilmente servirá de consuelo para una familia y un entorno desolado por lo sucedido, pero colocará al nombre de Eduardo Álvarez en una posición de generosidad acorde con su breve pero intensa trayectoria vital en la que supo ganarse el cariño de su familia, de su joven pareja (Patricia García Estévez, de 21 años) y de la amplísima cuadrilla que ha seguido desde el primer momento su lucha entre la vida y la muerte. Cada día, una decena larga de amigos y amigas se turnaban a las puertas del hospital esperando la noticia de una mejoría que finalmente no llegó. Las heridas eran de una tremenda gravedad. Ni siquiera la fortaleza de un deportista nato como Badito -que había jugado a fútbol en distintos equipos como el Iruntxiki, el Bidezarra y el Tiebas- fue suficiente. Era un partido imposible.

Eduardo formaba parte de esas grandes cuadrillas metropolitanas que se forman en la Cuenca donde jóvenes de localidades diversas como Esparza, Arlegui, Noáin, Mutilva, Salinas de Ibargoiti y de Pamplona... hacen piña en torno a gustos, aficiones y ocupaciones comunes. Además del fútbol y la montaña, el mundo del motor era una de sus pasiones, desde el motocross a los todoterrenos pasando por los coches deportivos. Precisamente la logística para compañías de la industria del automóvil era el ámbito de trabajo de la empresa familiar en la que estaba empleado. Eduardo Álvarez, que tenía una hermana (Miriam), había nacido en Esparza (como su padre, José Miguel, mientras su madre, Ana, es natural de Arlegui) aunque en los últimos tiempos hacía prácticamente vida en Noáin, pueblo de donde es Patricia (21 años), con quien había planteado un proyecto común de vida en torno a una casa de reciente compra en Esparza de Galar. La iglesia de esta localidad de la Cuenca de Pamplona será la que acogerá su último adiós el lunes a las 18 horas, ya que previamente (a las 9.15 horas) su cuerpo será incinerado en el crematorio del cementerio de Pamplona. Luto en Puente y dolor en Esparza. Una terrible historia de una noche de verano.

concentración hoy a las 20.30 horas

Ayuntamiento. Un pleno extraordinario convocado al confirmarse la fatal noticia aprobó por unanimidad una declaración institucional trasladando el apoyo a la familia y decidiendo tres medidas en señal de duelo: decretar un día de luto oficial, que la bandera de Puente ondee a media asta hasta las 12 de la noche de hoy y llamar a participar en una concentración en la plaza Julián Mena a las 20.30 horas. La corporación muestra la “impotencia y rabia” por la muerte de este joven y ver “truncadas” las vidas de sus amistades y familiares al tiempo de expresar su “más sincero pésame” y “cariño” hacia ellos en un día “de infausto recuerdo” para el pueblo.