L a polémica y conocida como “política de tolerancia cero” de la Administración Trump en la frontera entre México y Estados Unidos consiste en detener a familias de refugiados que vienen del sur, separar a padres e hijos, hacer devoluciones en caliente de los adultos y retener a los niños en una especie de cárcel hasta que se decida qué hacer con ellos. Las numerosas protestas en los países de origen demuestran que esta violación de los Derechos Humanos preocupa, pero no disuade a los migrantes de asumir este alto riesgo, porque el temor a ser separados de sus hijos es incluso mucho menor que el que les provoca quedarse donde viven, con pobreza y violencia.
Aunque sea con un océano de por medio, es más fácil empatizar cuando se comparten experiencias. Es lo que pueden sentir madres e hijas de cualquier lugar con las migrantes centroamericanas. Esta empatía facilitó que los padres del colegio San Ignacio se sumaran ayer a una jornada solidaria organizada en el propio centro, en colaboración con el Centro Loyola y la ONG impulsora Alboan.
HOSPITALIDAD Las tres entidades jesuitas organizaron ayer la 23ª edición de marchas solidarias y la 3ª sobre esta causa en concreto, bajo el lema Hospitalidad. Más de 450 personas participaron en actividades tan variadas como juegos dentro del colegio, una marcha solidaria o una comida con posterior verbena en la antigua Estación de Autobuses de Pamplona. Los actos durante todo el día sirvieron para recaudar dinero que se destinará a ayudar a la Red Jesuita con Migrantes de Centroamérica en su labor de acogida en el triángulo que forman Guatemala, El Salvador y Honduras, “una zona con un flujo muy intenso de gente que huye de la pobreza dirigiéndose a Estados Unidos a través de México”, según apuntó Edur Mintegi, voluntario de Alboan, que añadió que “la situación se ha complicado aun más con Trump”.
Uno de los padres del colegio San Ignacio que se sumó a la jornada en favor de la hospitalidad con los refugiados centroamericanos fue Juanra Aramendia, que destacó la importancia de que la solidaridad se transmita entre generaciones: “He traído hoy a mis hijas para que vean desde pequeñas que hay gente igual a nosotros que lo está pasando mal en otras partes del mundo”, dijo.
Carlos Moraza, director del colegio San Ignacio, coincide con Aramendia en la importancia de inculcar el valor de la solidaridad desde la educación y aseguró que la marcha de ayer “no supone ni el inicio, ni el punto final de algo”, porque en el centro que dirige trabajan “todo el año con distintas dinámicas y propuestas humanas”. En este sentido, Edur Mintegi, miembro de Alboan, señaló que, además de la recaudación de dinero, “las actividades están dirigidas a concienciar a la sociedad navarra, que ya está muy sensibilizada con el tema de la migración y los refugiados”.
Parece que la concienciación desde la educación ha calado. Las alumnas de 1º de Bachillerato de San Ignacio Patricia Muñoz, Sara Aldaba, Yesenia Gorena y Ana Andueza participaron ayer en la venta de bocatas para el fin benéfico de la jornada solidaria, y lo tenían claro: “Aunque vivamos en distintas partes del mundo y en diferentes circunstancias, todos somos iguales, así que las personas refugiadas no deberían tener menos derechos, y sí las mismas oportunidades”, concluyeron.