Cuando Nora Sobejano Pérez, educadora e integrante del Talde Feminista de Berriozar vino al mundo, Isabel Díez Díaz ya llevaba años trabajando en favor de los derechos de la mujer en Europa. A Eva Aoiz Aperte, Amaia Osaba Olaberri y Natalia Ecay Arróniz les une, entre otras muchas cosas, que trabajan en sectores laborales con predominio masculino mientras que Oihana Lorea Zabalegui y Rakel Cabodevilla Zabalza viven y desempeñan su profesión en pueblos pequeños en los que los servicios públicos brillan por su ausencia y donde los problemas sociales que se perciben en la ciudad, como la conciliación o la violencia machista, se redimensionan.

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La universidad y la carrera investigadora también tiene más obstáculos si eres mujer. Así lo entienden Estíbaliz Larrainzar Rodríguez, doctora en Ingeniería Agrónoma e investigadora Ramón y Cajal de la Universidad Pública de Navarra, y Patricia Amigot Leache, doctora en Psicología Social, profesora del departamento de Sociología y Trabajo Social de la UPNA y autora de varios estudios de género sobre las relaciones de poder y la violencia de género.

Nueve mujeres, nueve historias de vida distintas que se entrelazan cuando en una primera conversación distendida relatan diversas experiencias de discriminación por razón de género. Y es que tal y como asevera Vanina Vázquez Gentile, moderadora del coloquio organizado por DIARIO DE NOTICIAS en el marco del 8-M, las brechas de género existen y persisten. "Las formas en las que detectamos está discriminación están en la brecha salarial, en los techos de cristal o en la falta de visibilidad de las mujeres en ámbitos de conocimiento. También se hace patente en el modo en que la sociedad entiende y valora los cuidados, en la dificultad para la corresponsabilidad, en los problemas para acceder al empleo o emprender y en el impacto del acoso sexual por razón de género", revela esta psicoanalista, experta en género de Equala Iniciativas.

Barreras: una discriminación sutil que les impide ascender

Las trayectorias profesionales de Eva Aoiz (32 años) y Estíbaliz Larrainzar (42 años) son ejemplares pero ambas reconocen que el camino no ha sido fácil. Ambas estudiaron ingeniería agrónomo, Eva la técnica y Estíbaliz, la superior. "La mayoría de estudiantes era mujer sin embargo ninguna se ha quedado trabajando en el campo. ¿Por qué si gusta no se llega? Cuando empiezas no sientes discriminación porque normalmente son empresas familiares y muchas veces empiezas con tu padre, pero cuando das un paso fuera te sientes un bicho raro", reconoce la actual directora-gerente de las Unión de Cooperativas Agroalimentarias de Navarras UCAN.

Su compañera pone el foco en la llamativa y preocupante disminución de las mujeres universitarias conforme se progresa en la carrera académica e investigadora. "A nivel de grado universitario la mujer está representada al 50% pero conforme se avanza en el escalafón académica o de responsabilidad la caída es clara. La cifra de mujeres en estudios de máster baja y aún son menos las que terminan la tesis doctoral en lo que respecta a la carrera académica las mujeres representan sólo el 30% de profesores titulares de universidad y las catedráticas, el 20-25%. Es obvio que tenemos una serie de barreras y está claro que el tema familiar tiene importancia", valora Larrainzar.

La profesora Patricia Amigot, de 52 años, considera que "hablamos mucho del desequilibrio en las tareas de cuidados, domésticas y es cierto que la cuestión reproductiva marca la vida de las mujeres", pero esta experta en género apuesta por ir más allá de esas barreras "internas" y por destapar "esas barreras en la interacción, en cómo se otorga menos autoridad y credibilidad a las mujeres, en cómo se les promociona menos, se espera menos de ellas". "Quienes hemos desarrollado carrera académica lo hemos experimentado muchísimo. Hay un funcionamiento institucional en las entidades y organismos con un sexismo implícito, son mecanismos de discriminación muy sutiles, pero ahí está el meollo duro de esta reproducción del no acceso de las mujeres a espacios de decisión y poder", reflexiona esta profesora del departamento de Sociología y Trabajo Social de la Universidad Pública de Navarra, que considera que "la falta de seguridad y las dudas en muchas experiencias de las mujeres está provocada por muchas situaciones previas en las que te han cuestionado, te han negado la palabra... Eso va impregnando y ahí creo que debemos poner el foco".

Su compañera de universidad asiente. "Los conceptos de brillante, inteligente o crack se asignan a hombres y las mujeres somos trabajadoras, ordenadas responsables. Las grandes ideas vienen de ellos, que ocupan puestos de liderazgo, y nosotras desgraciadamente pasamos a un segundo plano en cuanto apreciación intelectual", reflexiona Larrainzar.

Historias de superación: abrirse paso en mundos masculinos

Natalia Ecay, "mujer y autónoma así que lo tengo muy chungo", conoce de primera mano lo que es abrirse un camino en un mundo donde el machismo ha estado y está muy presente. "Empecé a trabajar con 17 años y en el año 87 para mi padre que su hija trabajara de camarera era poco menos que ser puta, con perdón", asegura la propietaria del bar La Antigua Farmacia, que reconoce que en su trayectoria "me he encontrado con muchas dificultades". Esta empresaria, de 52 años, reconoce que "cuando empecé a trabajar en hostelería era raro pero nunca me planteé que esto no puedo hacerlo". Es consciente que en su mundo la mayoría de propietarios sigue siendo hombre y relata algunas de las situaciones que se viven a diario como que "cuando vienen comerciales o gente a dejar el currículo sigan preguntando por el jefe". Ahora bien, Ecay también ve avances. "Las cosas están cambiando".

El deporte también es un mundo muy masculinizado. Por eso los logros obtenidos a nivel europeo y mundial por Amaia Osaba, directora de la Escuela municipal de piragüismo Molino de Caparroso, tienen más valor. "Siempre he tenido mucho interés por el deporte femenino, pero para encontrar las noticias hay que buscar y buscar siempre están en una esquina, en un espacio menor", asegura esta piragüista que también observa brotes verdes. "En Navarra se está haciendo un esfuerzo y en los deportes minoritarios ya no se titula sólo con el ganador hombre sino que aparecen el ganador hombre y la ganadora mujer. Se notan cambios", reconoce Osaba.

Uno de los temas que más le preocupa es el abandono del deporte de las mujeres. "Siempre te encuentras más chicas que no hacen ningún deporte que chicos, y entre las que sí practican llegan a una edad en la que lo dejan y ellos no", asegura esta palista de 46 años. El motivo, a su juicio, es claro. "La sociedad no valora que una mujer pueda tener un ocio. No me refiero al deporte como competición sino al deporte como ocio, como salud, como forma de relacionarse. No se valora que la mujer pueda seguir teniendo ese ocio porque parece que está desaprovechando el tiempo sin embargo en el hombre sí está bien visto que tenga su espacio. Hay que impulsar a nivel familiar los valores del deporte. Es muy importante para la salud física y mental", afirma.

En opinión de la pensionista Isabel Díez, "feminista abolicionista", las mujeres abandonan porque a nivel educativo no se le da importancia a la asignatura de Educación Física. "En Gran Bretaña le dan mucha importancia, se hacen talleres para aprender a jugar en equipo, a saber perder... pero en el Estado español faltan referentes. Esto es educación en igualdad, educación feminista", señala Isabel Díez, de 71 años.

Avances: optimismo y referentes reales

Pese a las brechas, estas mujeres son optimistas. "Soy positiva y creo que el sector agrario está cambiando. Hace 20 años sería impensable que una mujer liderara la unión de cooperativas agrarias. Creo que el cambio generacional está favoreciendo que se vaya normalizando", asegura Aoiz, quien ve clave esta visibilización. "Si una mujer quiere dedicarse a esta profesión u otra de las que están mas masculinizadas si tienes un referente te lo planteas como una posibilidad real", asegura esta ingeniera que pone sobre la mesa el hecho de ser un referente "tenemos como el deber de dar la cara y se nos exige más". Oihana también ve un cambio en las entidades locales. "Es cierto que están masculinizadas pero vamos accediendo más a gestionar lo público y también veo formas de hacer distintas en los hombres. Lo afectivo, lo relacional y la gestión de lo social empieza a tener presencia. Soy optimista". En cuanto a la falta de referentes, la empresaria Natalia Ecay da en el clavo: "Puede ser que nosotras lo seamos para las que vienen detrás".

Isabel Díez echa de menos la falta de compromiso de los jóvenes algo que, en cierta manera comparte Nora Sobejano Pérez, educadora del plan sociocomunitario juvenil de Berriozar y fundadora de la asociación juvenil de esta localidad Gure Gunea. "Puede ser que nos falte compromiso, somos un poco generación sofá pero sí hay un sector joven que luchamos. Soy optimista y sí veo un cambio, veo más referentes femeninos. El movimiento feminista está cogiendo bastante poder y estamos haciendo el camino que nos merecemos. Veo fuerza pero es cierto que la que tenemos enfrente es más potente, pero vamos picando la pared que nos han puesto delante".