- Cinco días después de su partida, el autobús solidario de Estella-Lizarra llegó ayer de regreso a Navarra con 38 refugiados ucranianos y después de realizar un viaje de 5.500 kilómetros. Primero realizó una parada en Pamplona donde se quedaron 17 del total de acogidos en Cruz Roja y la asociación Segunda Familia. Después llevó a las cercanías del albergue de Anfas en Estella al resto de 21 pasajeros, que se instalaron allí provisionalmente.

Así acabó un viaje que se fue retrasando por diferentes circunstancias pero, sobre todo, por la actitud de las autoridades húngaras al ralentizar los trámites aduaneros y retener al vehículo -junto con otros pertenecientes a otras organizaciones humanitarias europeas-, durante más de 18 horas en la frontera de Rumanía con Hungría. Finalmente, el pasado lunes consiguieron proseguir su ruta hacia Navarra, "gracias, a los toques de atención que se produjeron por parte de la embajada", aseguraron desde la organización.

Ayer, a primera hora de la mañana, llegaron a Navarra después de varias paradas: "Los baños del autobús estaban repletos y teníamos que ir parando en las estaciones de servicio" aseguró Aitor Zalduendo, uno de los tres conductores del autocar junto con Juan Mari Ibáñez y Jose Mari Piquer, que se alternaron el volante del vehículo durante estos días sin apenas poder dormir.

En Estella les aguardaban abiertas las puertas del albergue de Anfas con su gerente Helena Gallego esperando las últimas noticias de la ubicación del vehículo. También esperaba Larysa Musyka, una ucraniana que lleva instalada en la ciudad del Ega desde hace seis años y que hizo las labores de recibimiento y traducción.

El vehículo de Autobuses Gurbindo llegó hasta la calle San Agustín donde aguardaban algunos familiares de los siete voluntarios. Uno de los primeros en bajar fue Ramón Astarriaga, promotor de esta acción humanitaria "estamos muy cansados pero muy contentos", afirmó mientras se afanaba en recoger los escasos enseres con los que llegaron los 21 ucranianos que se quedarán inicialmente en el albergue de Anfas y que serán repartidos por hogares de acogida.

En silencio y con cara de preocupación fueron bajando del autobús los 21 refugiados. De todo ellos, solo Tetiana Kozyrska sacó ganas para mostrar su agradecimiento mientras relataba las duras circunstancias que ha pasado el grupo hasta alcanzar la frontera de Rumania y subir al autobús que les ha traído hasta Estella donde por fin "nos sentimos seguras", afirmó Kozyrska, procedente de una pequeña localidad cercana a la capital Kiev, donde se quedó toda su familia "incluido mi hermano". Entre la expedición había varios adolescentes y también niños pequeños: "han sido la alegría del viaje de vuelta" aseguró Astarriaga. Otra de las refugiadas era Nastasya, una joven que se encuentra en la 34 semana de gestación y que se mostraba preocupada porque lleva mucho tiempo sin saber del estado de su embarazo y que tuvo que ser posteriormente trasladada a las urgencias del Hospital García Orcoyen.

Una vez en el albergue de Anfas, los 21 nuevos vecinos de Estella se fueron organizando y distribuyendo por las habitaciones preparadas. Una estancia que apenas será "de unos tres o cuatro días" en los que puedan estar todos juntos antes de partir por unidades familiares a diferentes hogares de acogida o casas cedidas al respecto. Un momento en el que estuvieron arropados por varios voluntarios que se desplazaron hasta el albergue para preparar la comida de recibimiento, así como del personal de Anfas.

Con la tarea cumplida, regresaban a casa la médico de la expedición Ester Martínez quien aseguró que no había habido problemas importantes de salud "apenas algún dolor de cabeza" a pesar de que en la expedición había un paciente oncológico, "que se quedó en Pamplona". Por su parte, el enfermero Jose Antonio Ezkurdia se mostró afectado por la experiencia vivida "nunca me había metido en un fregado como este. Después de ver lo que he visto y todo lo que hay en la frontera de Ucrania volvería a embarcarme ahora mismo sin dudarlo".

Ya en el calor del albergue, Larysa Musyka y su hijo Maxim se repartieron la mañana consolando a sus compatriotas acogidos: "tienen mucho miedo porque no saben a dónde van y tampoco entienden qué les espera". Junto a ellos, también se desvivió Eugenia, una chica procedente de Chernobil a la que la guerra le pillo de acogida en Estella. "Esta semana han pedido en el colegio que les dejen ayudar en el albergue" comentó Larysa que también ella misma tuvo que cambiar el turno para poder recibir a sus compatriotas. "Me voy a dormir pero mañana vendré a ver como estáis" se despidió Ramón Astarriaga, el artífice de esta aventura solidaria que alcanzó ayer los destinos seguros de Pamplona y Estella.