Iñaki Sagredo Garde, nacido en 1967 en Irun (Gipuzkoa), investiga desde 1997 sobre los castillos del reino de Navarra en todos sus territorios históricos. Es autor de diversos libros y reportajes sobre el tema, activo defensor del patrimonio, conferenciante y colaborador en varias sociedades culturales. Su obra La batalla de Amaiur se venderá a partir de este domingo 26 de junio con el Diario de Noticias por 19,95 euros

¿Qué pasó en Amaiur en 1522?

–Navarra fue conquistada por Castilla en 1512. Tras esa fecha hubo varios intentos de recuperar lo perdido por los fieles a la reina de Navarra Catalina de Foix y al rey consorte Juan III de Albret, pero todos resultaron un fracaso. Los últimos lugares que resistieron contra el ejército de Castilla fueron Amaiur en 1522 y Hondarribia hasta 1524. En Amaiur resistieron casi 200 hombres frente al ejército del rey Carlos I de España, que alcanzaba los 7000 hombres. Ante tal hazaña se ensalzó ese esfuerzo con un monolito que conmemora esa batalla. De eso han pasado 500 años y por eso estamos aquí, hablando de este último libro.

¿Qué hace especial a este libro?

–Se ha querido mostrar un trabajo con un relato más profundo, sobre todo en el momento crucial de la batalla. Intento transmitir lo que debieron sentir aquellos hombres a las órdenes del capitán Juan Vélaz de Medrano, explicar el día a día del asedio, de cómo los castellanos prepararon las galerías para volar el castillo, cómo se organizaron o cómo los agramonteses aguantaban y rechazaban una y otra vez los ataques. Se han utilizado los gráficos para explicar los movimientos de las tropas defensivas y atacantes. También se ha analizado todo lo referente al ejército de Castilla y su organización en ataques semejantes. Pero, a pesar de la carga emocional, todo se basa en las fuentes documentales primarias. El trabajo que he pretendido es crear un relato con ayuda de lo que se muestra en los documentos de Comptos, de Rena, las famosas cartas del castillo y los documentos de Simancas. Sólo eso. Hay incluso anexos de la historia de algunos capitanes castellanos. Eso no se había escrito hasta la fecha y es clave para conocer la sensación que busco transmitir por ambas partes.

¿Hubo otros ejemplos en la historia de Navarra donde se defendieran unos pocos contra un ejército muy superior?

–Hubo muchos ejemplos. El ejército de Navarra no superaba los 3.000 hombres en el mejor de los casos y los del reino de Castilla y Aragón alcanzaban los 20.000 sin problemas. En todos los enfrentamientos contra los reinos vecinos la proporción superaba el 8 a 1. Por esta razón tuvimos más de 100 castillos. Para dificultar todo avance al interior del reino. La historia de Navarra demuestra que siempre se tuvo que luchar contra un enemigo netamente superior. Es una historia que hay que enseñar en los colegíos pues se desconoce. Pero es clave saber transmitirla pues según como se cuente puede reportar enseñanzas para afrontar el día a día y no hablo de política sino de ejemplos de superación.

¿Qué hizo a aquellos 200 hombres aguantar dentro de este castillo cuando sabían que venían de Pamplona alrededor de 7.000 hombres para atacarles?

–La lealtad a unas ideas sin duda. Cuesta imaginar lo que pudieron pensar los que se encontraban en el interior de ese castillo cuando miles de hombres los rodeaban y colocaban los cañones en zonas elevadas para disparar sin descanso. Imaginemos por un momento el estrés, la tensión y sobre todo el esfuerzo de los capitanes navarros para infundir valor a las tropas para que aguantaran. A pesar de las dificultades y del cómo se desarrollaba la batalla se mantuvieron firmes. Todo acabó con la explosión de la galería subterránea. Fue tan poderosa que la detonación derrumbó parte del castillo e hirió a muchos de los asaltantes que estaban protegidos. Fue entonces cuando depusieron las armas. Los cronistas de entonces ensalzaron ese valor como algo que no se había visto.

El castillo de Amaiur llegó a ser una de las piezas más simbólicas en el sistema defensivo del reino de Navarra. ¿Que papel jugó desde sus orígenes?

–Amaiur se situaba algo alejada de la zona más conflictiva del reino entre los siglos XII y XV y su labor más destacada fue la de control de frontera del reino con Inglaterra. Si, como se oye, Inglaterra tenía frontera con Navarra. El castillo también tuvo una función de vigilancia comercial y de peaje. Los hombres que tenía asignados para su defensa, por lo general 16, guardaban además de la fortaleza el puerto de Otsondo. Su importancia fue mucho mayor en el siglo XVI, incluso antes de la conquista, pues los reyes de Navarra fueron conscientes de que esta fortificación era pretendida por Castilla para tenerla como avanzadilla frente a Francia

¿Cómo describiría ese castillo, cuál sería un referente similar y qué valor tenía a nivel arquitectónico, militar y patrimonial?

–Las ruinas que se ven en la actualidad son complejas. Hay evidencias de un castillo medieval, quizás el mejor conservado y más visible, unas defensas del siglo XVI derruidas y otras del siglo XVII que se mezclan con las del XVI y con incluso alguna posible reforma posterior y entre estas últimas, una ermita en honor a Santa Bárbara, que se construyó sobre su torre principal y cuyos restos se sitúan ahora debajo del monolito. Siendo así, es complejo explicar aun con paneles las partes de esta fortaleza o incluso cómo pudieron afectar sus reformas. A pesar de todos estos inconvenientes visibles tiene un gran valor. Debemos pensar que no hay en Navarra otro edificio que enseñe la evolución de un castillo medieval a una fortaleza renacentista, pero solapando estructuras. Eso lo hace único en este aspecto. En cuanto a cubos semejantes, un ejemplo es la fortaleza de Behobia y el nuevo castillo de Pamplona. Los cubos medían 20 metros de diámetro y el espesor de las paredes era de 5 m. Eran verdaderos escudos del castillo. Se ideaban para soportar los ataques contra el castillo.

Tras la derrota, ¿qué ocurrió con los presos capturados por los castellanos? ¿Cuántos muertos hubo?

–Sabemos que tras la rendición sobrevivieron solo 50 hombres, algunos malheridos, por lo que los fallecidos fueron bastantes. Los prisioneros de más renombre fueron conducidos a la nueva fortaleza de Pamplona y el resto fueron llevados a otras cárceles de la ciudad. Semanas más tarde el alcaide y su hijo fueron encontrados muertos. Hay datos extraños, incluso sabemos que el capellán de esta fortaleza fue suspendido de sueldo por orden del virrey. Algo debió pasar y todo parece indicar que fue un complot. Luego un silencio. No se sabe nada más ni donde fueron enterrados. El resto de presos fueron conducidos a la prisión de máxima seguridad en Atienza, Guadalajara. Una prisión que era el Guantánamo del siglo XVI. El mismo mariscal de Navarra fue encerrado allí durante años.

¿Qué material inédito en imágenes y documentación histórica incorpora el libro?

–El libro enfoca la batalla desde una perspectiva más gráfica, analizando toda la documentación de Rena. Se estudian las tropas, los movimientos y su organización, así como detalles de los capitanes castellanos y navarros. Se muestran los puntos de la batalla con fotos aéreas. También encontramos datos de los Vélaz que no se sabían, como el nombre de su esposa y su primer hijo, por un documento encontrado por Brigitte Leclesve en Mauleon, el número de tropas castellanas que fue a Amaiur según el capitán español Diego García Paredes, al cual llamaban el Sansón de Extremadura pues medía 2 m y fue tan famoso que lo inmortalizó Cervantes en el Quijote. Fue uno de los que subieron al castillo con sus hombres cuando se abrió la brecha en las defensas del castillo; también el capitán Pizarro, padre del conquistador de Perú, quien participó activamente en la conquista y murió meses más tarde por un disparo de arcabuz cuando estaba luchando en Amaiur; analizamos la organización militar con manuales de época, su origen, las batallas previas a la de Amaiur, etc.

El libro incluye también rutas por los lugares en torno a la batalla, ¿cuáles destacaría para poder visitar, por ejemplo en verano?

–Se crean seis rutas que guardan gran peso en esta historia. Se puede recorrer la ruta de Amaiur hacia Urdazubi/Urdax o a Mondarrain, siguiendo los pasos del maestro de obras del rey de Navarra Arnald cuando fue a visitar los castillos de Amaiur a Mondarrain. Este lugar era el balcón del reino de Navarra y se veía la costa de Iparralde e Inglaterra como se anota en los documentos. Un lugar especial. Este libro también quiere denunciar el estado de muchas rutas que hemos estudiado pues se encuentran en muchos puntos destrozadas. No se puede permitir que esté totalmente desfigurado el camino de Santiago baztanés por Belate porque se usen las mismas rutas para sacar madera o llegar a los puestos de caza. Lo mismo pasó con las rutas de Odolaga o Larremiar. Son vías muy antiguas que merecen todo el cuidado. Ahora mismo está la venta de Odolaga de Belate en su ruina final. Era un lugar emblemático y no se ha hecho nada para evitar su caída.

Usted ha colaborado en la elaborción de la maqueta del castillo de Amaiur para el centro de interpretación de la localidad baztanesa.¿Qué faltaría por investigar en Amaiur?

Si, en su día colaboré para realizarla, si bien aún faltaba mucho por estudiar cuando se hizo. Al principio se pensaba que el castillo no parecía tener los cubos redondos que mencionaba la documentación y se llegaron a realizar maquetas, dibujos y puzles. Luego los arqueólogos descubrieron el cubo circular de grandes dimensiones y todo se replanteó de nuevo. Pero aún por los datos parece que falta un cubo por encontrar, el más importante. Cuando se hizo la mina que rindió el castillo fueron a destruir el cubo más adelantado, el llamado Mayor, que miraba hacia Amaiur. Crearon una galería y luego se produjo una explosión que se escuchó en todo el valle. A día de hoy no hay evidencias de esas galerías y sin ellas aún no hay certeza sobre dónde se produjo el ataque final. Es la gran incógnita sin resolver en esta excavación. Gran parte de lo que envuelve a este castillo seguirá siendo un misterio. Eso le da aún más valor.