Las ocho denuncias de pinchazos durante los Sanfermines, las 23 que desde finales de julio investigan los Mossos d’Esquadra o las que se investigan en la CAV o Andalucía han encendido las alarmas ante una posible ola de casos de sumisión química. Pero, ¿lo son?, ¿se han puesto de moda?, ¿es para algunos una forma de diversión?

Sin restar importancia a los casos que se han ido conociendo, lo cierto es que, de todos ellos, en solo uno, el de una menor de 13 años de Gijón, se han detectado sustancias tóxicas. En concreto, MDMA (éxtasis). Es decir, un alucinógeno que, como tal, produce un efecto energizante. O como ilustra el Plan Nacional sobre Drogas en su web, produce “estimulación mental, emocional y motora, sensación de bienestar y de aumento de fuerza durante horas, así como un característico aumento de la percepción sensorial”.

¿Puede denominarse esto sumisión química? Fuentes policiales consultadas por Efe consideran que los pinchazos que se han denunciado no pueden denominarse así, toda vez que en ningún caso se ha detectado una anulación de la voluntad de la víctima. Tampoco se ha comprobado que la consecuencia del pinchazo haya sido una posterior agresión sexual.

Por ello, las fuentes creen que deben diferenciarse ambas cosas. De todos modos, la Policía no baja la guardia y, se llame como se llame, insta a las víctimas a que denuncien esa agresión. Porque, sea como sea, lo que sí está claro es que es una agresión, dirigida mayoritariamente a las chicas.

Otros expertos consultados por Efe dejan claro que, aunque no quieren rebajar la alarma, ya se ha demostrado en otros países que los casos han ido disminuyendo hasta desaparecer. Una “moda”, dicen, que en Francia dejó recientemente 400 denuncias, pero solo en dos casos se detectó alguna sustancia. Y hay quien no descarta que, aprovechando la alarma, haya gamberros que se dediquen a pinchar con alfileres a jóvenes durante fiestas o festivales musicales.