La revictimización tiene cara propia entre algunas de las personas que han denunciado abusos sexuales en la Iglesia en la Comunidad Foral. Esta misma semana, en el buzón de su domicilio de Beriáin, José Luis Pérez, el primer denunciante de abusos sexuales cometidos en el entorno de la Iglesia católica, ha recibido un escrito anónimo obsceno y vejatorio, un papel recortado con mala idea en el que solo se podía leer: "Follacuras".

El asunto ha sido denunciado a la Guardia Civil, se estudia si acudir a otras instancias para que conste como un delito de odio y conviene recordar que escritos semejantes pueden constituir algún tipo delictivo, más cuando van dirigidos a personas que han sufrido hechos tan deplorables como ser víctimas de abusos cuando eran apenas unos niños.

Pérez ha sido uno de los miembros más destacados y activos de las movilizaciones del colectivo de víctimas e incluso se desplazó hasta Madrid para dar su testimonio en el Congreso, después de haberlo hecho en el Parlamento foral. Además, recientemente también ofreció su declaración a la representante del Defensor del Pueblo que se ha desplazado hasta Navarra para tomar nota de las denuncias existentes.

No es un caso aislado

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El vecino de Beriáin sufrió abusos a finales de los 70, junto a su hermano, al acudir al colegio de los Padres Reparadores de Puente la Reina. El responsable de la Enfermería cometió varios tocamientos sobre él y transcurridas varias décadas, después de que su hermano le dejara una carta antes de perder la vida, pudo conocer que ambos habían sufrido el mismo calvario. De hecho, antes de denunciarlo públicamente, Pérez se reunió con el arzobispo de Pamplona para ponerle en conocimiento de la misiva de su hermano y de su propio relato y fue entonces cuando el máximo responsable de la Iglesia navarra le ofreció guardar la carta en un cajón.

Antes del episodio recién ocurrido, otra de las víctimas de abusos en Navarra, el estellés Jesús Zudaire, también recibió notas obscenas en su domicilio con tono intimidante. En las mismas, además de insultos y de recordar con sorna y tono infantil, figuraban dibujos alusivos. Por estos hechos se celebró un juicio contra un acusado de escribirlos y de depositarlos en casa del denunciante.