María (nombre ficticio), una pamplonesa de 64 años, tenía un problema enorme en casa y es que su marido no le soltaba ni un euro. “Vivía con una persona tacaña hasta el extremo”, recuerda de su expareja. Así que cuando recibió una llamada telefónica de una entidad bancaria que le ofrecía una tarjeta en la que podía financiarse ciertas compras es como si se le hubieran abierto las puertas del cielo. María afirma que su marido ejercía un control absoluto de la economía familia y que ella ni siquiera tenía acceso a las cuentas bancarias. 

Así que, “cuando me llamó el banco y me dijo que me ofrecía una tarjeta en la que yo ponía la cantidad y me podía servir para comprar ciertas cosas de necesidad lo acepté sin pensar demasiado. Puse una cantidad límite, de 30 euros, porque yo era consciente de que no iba a poder hacer frente a más y me dijeron que perfecto. Yo pensé que con aquello podría comprar alguna ropa para los niños y renovar algo el armario, pero entonces fue cuando me dí cuenta de lo que había contratado”. Al principio no fue consciente del coste asociado a la tarjeta porque apenas gastaba, pero llegó un mes en el que al empezar a comprar algún artículo María tuvo que pagar 160 euros y solo 30 eran para amortizar el capital. Los otros 130 eran intereses. “Ahí me asusté mucho, porque todo esto te genera una intranquilidad bestial y te quita salud. He llegado a pagar el 26% de intereses. Es usura. Es mucho dinero. El contrato inicial estaba al 24%. cuando en un préstamo estaba al 9%. Al final mi madre me tenía que dejar dinero para ir pagando. Así que dejé de usar la tarjeta. De hecho, las dos últimas tarjetas que me enviaron ni siquiera les retiré el plástico porque estaba convencida de que no las iba a utilizar”. 

RECLAMACIONES Y DEMANDA

A partir de ahí, empezó a pensar en la forma de acabar con esa sangría. Acudió al Banco de España y la marearon con la cantidad de documentación que tenía que rellenar para formular una reclamación. También se acercó al servicio de Atención al Cliente de la oficina central del BBVA en Pamplona, en el que le dijeron que para pedir cada extracto de los gastos que había ido realizando con la tarjeta tenía que pagar 30 euros por cada folio. A la vista de que no iba a ser nada sencillo obtener una respuesta óptima en su reclamación, María observó un reportaje de tarjetas revolving en el que el abogado Iñaki Iribarren hablaba de un señor mayor que había conseguido que se le devolviera una cantidad importante de intereses por su tarjeta revolving. “Fue entonces cuando apunté su nombre (el de Iñaki) para que me llevara la demanda y en cuanto vieron el caso me tranquilizaron y me dijeron que iba a ganar”. 

Al final, este verano le notificaron la sentencia que estimaba su demanda y le devolvieron unos 15.000 euros. “Pero hasta que ha llegado este momento, todo el proceso se ha hecho eterno –recuerda la afectada–. Hasta que no me encontré con Iñaki no tenía claro que fuera a presentar la demanda. Soy muy indecisa y me costó mucho dar ese paso porque pensaba que no me lo iban a devolver. Pero llegó un momento en el que ya no sabía cómo hacer para quitarme eso de encima. Me llegaron a ofrecer una solución que ya me parecía el colmo, que era pedir un préstamo para liquidar las cantidades de la tarjeta. Claro, y de esa forma seguía luego pagando el crédito mes a mes. Menos mal que esto ya se ha acabado. Ahora es cuando realmente siento paz”.