Son un abanico de manos amigas que deben ser visibles para las víctimas para que ellas puedan poner palabras al dolor que arrastran y a las preocupaciones que sufren. Reciben a mujeres a diario, muchas de ellas “con ansiedad, depresión y trastorno de estrés postraumático, las circunstancias que más dominan en ellas y que también provocan somatizaciones, como migrañas o dolores de estómago. Sin duda, los hijos e hijas son su principal dificultad, como lo son también la falta de acceso a la vivienda o la dependencia económica”.

Quienes hablan trabajan con víctimas mano a mano, un día tras otro, y son las tres profesionales que forman el Equipo de Atención Integral a Víctimas de Violencia Machista en la zona de Tafalla, que recibe a personas de las zonas básicas de Artajona, Carcastillo, Olite, Peralta y Tafalla. Lo forman Noelia González, trabajadora social y coordinadora del equipo, Elena Vélez, educadora social, y Victoria Arrieta, psicóloga. Son equipos integrados en los Centros de Servicios Sociales y dirigen un servicio de intervención en medio abierto, que tiene como finalidad informar, derivar y atender de manera integral a las mujeres en situación de violencia de género o en riesgo de estarlo.

A través de la acogida y de las primeras sesiones se efectúa un diagnóstico de la situación real de la mujer, se aborda el riesgo y la protección que requiere y se realiza un proceso de valoración conjunta para poder derivarla a un recurso más específico en función también de su demanda.

Las profesionales, cuyo equipo de Tafalla inició su trabajo en 2016, resaltan que “no hay un perfil de mujer víctima. Cualquiera puede serlo, son mujeres que están en riesgo de sufrir violencia, que pueden seguir viviendo con el agresor, y que normalmente tienen hijos e hijas a cargo. No es necesario que tengan una denuncia previa y ya vienen con cierta conciencia de la violencia”. Lo que trata es equipo es de generar un ambiente de seguridad y confidencialidad para que la mujer vuelva a confiar en esta parte del sistema. “Necesitamos que pongan palabras a lo que viven y que tomen conciencia de que son víctimas. Hay mujeres que presentan denuncia o divorcio a raíz de ese primer contacto. Atendemos cada vez más casos porque el recurso es más visible, pero el miedo continúa y es muy difícil salir de una espiral de violencia”.

Las especialistas realizan un acompañamiento integral a las mujeres, desde la denuncia hasta el juicio y al final del proceso. “Son mujeres que vienen con la autoestima muy dañada, en una situación vulnerables y que están débiles en muchos momentos. El proceso legal es muy complicado y no es justo con la realidad que viven las mujeres. Es muy difícil demostrar luego todas las violencias sufridas y por eso suelen salir perjudicadas”.

En principio, la denuncia debería ser el mejor camino. Pero las profesionales del EAIV de Tafalla prefieren decir que “la denuncia puede ayudar, es un primer paso, pero lo importante es darles protección y seguridad y dotarlas de herramientas para el futuro. Para que no vuelvan a verse en una relación de violencia o, en caso de que lo hagan, sepan afrontarla”.

Desde el equipo destacan que en los últimos meses ha crecido la violencia sexual entre víctimas jóvenes y que, cada vez, “hay más factores que influyen en las distintas formas de ejercer la violencia, como pueden ser las nuevas tecnologías, que han aumentado por cuatro las potenciales víctimas”. Por ello, reivindican su espacio. “Queda un trabajo pendiente muy grande con nuestras jóvenes para que tengan más información. Muchas veces no saben aún dónde acudir y deben saber que existimos para ayudarlas. Debe quedar claro que cualquier mujer podría ser víctima de ciberviolencia. Una mujer que esté en la red y tenga un móvil es una víctima potencial. A partir de ahí se pueden dar todo tipo de conductas, como la foto control de tu pareja a través de las redes, espiar el móvil, controlar todo lo que hace en redes sociales, obligar a dar las contraseñas o a leer las conversaciones... Eso está a la orden del día”. Las profesionales del equipo de Tafalla valoran la coordinación con la que trabajan junto a otros organismos. “Se ha generado una red de buenas prácticas que nos facilita las cosas a todas las personas implicadas. La coordinación empieza desde el propio servicio social, a los cuerpos policiales y los centros de salud”.

Testimonios de supervivientes que empoderan

El Instituto Navarro de la Igualdad (INAI) aglutina los recursos habilitados para las mujeres víctimas y supervivientes de violenca machista y, a su vez, se encarga de la prevención de este tipo de delitos y de divulgar guías de buenas prácticas y buen trato. Precisamente, dedica uno de sus documentos a los Equipos de Atención Integral a la víctimas, para que las mujeres sepan a lo que se enfrentan, dispongan de las herramientas precisas para hacer frente a la violencia y conozcan las diferentes formas de violencia para que no les resten valor a sus viviencias diarias. El INAI destaca en su guía que “la violencia que ejercen hombres contra mujeres por el mero hecho de serlo es una violación grave de los Derechos Humanos. Tiene sus raíces en la discriminación, la desigualdad y los estereotipos de género. En general, proviene de la pareja o expareja. Pero también puede proceder de otros hombres del entorno familiar, laboral, amistades o desconocidos. La violencia es la máxima expresión de la desigualdad entre mujeres y hombres. Tiene como fin generar miedo para controlar y dominar. Las hijas y los hijos también son víctimas directas de la violencia ejercida contra su madre”. 

Tipos de violencia

Con este preámbulo, desglosa que los distintos tipos de violencia se pueden enmarcar en las más agresivas y explícitas, como la violencia física (“si te pega, empuja o tira objetos o maltrata a tus mascotas). Pero también hay otra violencia más sutil e igual de dañina, como la violencia psicológica. Las especialistas del INAI destacan que puede sufrir esta violencia “si te insulta, grita, ridiculiza, humilla, o chantajea. Si te desprecia, también delante de otras personas. Si te recrimina (“es por tu culpa”), te amenaza (incluso con suicidarse) o te retiene documentos. Si te aísla de tu familia, amistades y redes de apoyo. Si limita tus actividades o espacios propios. Para ello, boicotea tus encuentros, te hace rendir cuentas de cada movimiento; te controla a través del móvil y entra a tus redes sociales; o te dice cómo vestir”. En épocas de crisis, como la actual, predomina también la violencia económica (“si impide que dispongas de dinero o no abona la pensión compensatoria o de manutención). Y una violencia al alza, y más en un perfil cada vez más joven es la violencia sexual, que se correspondería con cualquier delito sexual, o de acoso sexual y exhibicionismo, así como aquella relación sin consentimiento o no deseado. Al margen, y no por ello puede caer en el olvido, sigue existiendo cualquier otro tipo de violencia que “puede estar relacionada con el ámbito cibernético, con la violencia vicaria, la explotación sexual, el delito de trata, el matrimonio forzado y la mutilación genital femenina. Del mismo modo, se incluyen aquellas otras que limitan la libertad y la dignidad de las mujeres”.

En la guía que facilita el INAI para presentar lo que son sus Equipos de Atención Integral también tiene un apartado en el que facilita testimonios de víctimas que han sido atendidas precisamente por los servicios especializados de la red navarra. Hay frases que se quedan en la retina por lo duras que suenan y otras que demuestran la oportunidad que les brinda a estas mujeres poder acudir a un servicio que les entiende y ayuda. 

Los testimonios de las mujeres supervivientes tras ser atendidas por los equipos son los siguientes:

- “He entendido qué me estaba pasando y he salido del círculo que me ataba y me estaba matando como mujer, madre y persona”.

- “Ahora tengo mil ganas de continuar, sabiendo la persona que quiero ser”. 

- “Antes pensaba que el mundo se acababa. Ahora, vivo más tranquila y positiva. Me habéis dado fuerza y apoyo y he recuperado mi autoestima”.

- “La experiencia de otra mujer me hizo superar el miedo y la vergüenza. No soy la primera. Saber que se puede salir de esta situación con aprendizaje, nuevas herramientas y coraje ha sido un catalizador de esperanza”.

- “No tenía moratones ni huesos rotos. Lo hubiese preferido, para reaccionar antes. Llegué con moratones en el alma. Me consideraba una mujer fuerte, pero he podido entender que he sido una mujer maltratada. Pedir ayuda cuando no podía más fue mi gran triunfo”.

Las mujeres supervivientes como las que hablan son el mejor ejemplo para que otras, que están pasando por lo mismo que ellas, se sientan identificadas y puedan dar el paso adelante, bien de denunciar o bien de romper con el bucle en el que se encuentran inmersas. No hay mejor manera que mirarse al espejo de alguien con quien compartes la mirada.