Pocas bromas este domingo en la calle San Francisco de Tolosa. Aunque sea Carnaval, hay momentos en la vida en los que es preciso guardar un respetuoso silencio. El séquito fúnebre encogía el alma. Parecía mentira, con lo que ha sido ella. Ahí iba la pobre, tan consumida. “No somos nada”, se oye entre el público. Ya lo decía la poesía mil veces repetida de Jorge Manrique. La muerte a todos nos iguala, y ahí va lo que queda de la reina de las reinas, la que ascendió al trono en febrero de 1952, convertida en una migajilla a su paso por la villa. El caso es que su hijo Carlos, acompañado por su esposa Camila, no parecía lo que se dice muy afligido. “¡Muérete ya, cabrona!”, le ha gritado en un arrebato, sin cortarse lo más mínimo.

El 'orejas' Carlos III, junto a Camila Parker. Arnaitz Rubio

Ha sido un domingo primaveral que ha brillado como una estrella, especialmente sobre las orejas del heredero al trono, que hoy en Tolosa, a sus 73 años, ha visto peligrar por unos momentos la sucesión. Ha sido un instante fugaz, cuando un miembro del operativo policial parecía susurrar algo al oído de Lilibeth –como era conocida en Zarzuela– cuando la momia ha pegado un brinco para salir del féretro. Para tranquilidad de Carlos, ha regresado poco después, no se sabe muy bien si en eterno descanso.

Una situación similar se vivió un día antes en la localidad navarra de Doneztebe, donde en el magnífico desfile que se realiza todos los años en esta preciosa villa el sábado de carnaval seis guardias reales llevaban a la reina en su féretro acompañados del coche fúnebre de Tanatorios Baztan-Bidasoa. También se quedaron asombrados al ver que la pobre monarca resucitó al ritmo de la canción "no estaba muerta estaba de parranda". También se pudo ver al emérito en el Bribón acompañado de sus amigos gallegos y saudis.

El séquito de Isabel II el sábado en Doneztebe. Cedida

Isabel II saluda al público desde su ataúd el sábado en Doneztebe.

Isabel II saluda al público desde su ataúd el sábado en Doneztebe. / Cedida

Domingo de sorpresas

No ha sido la única sorpresa de este domingo carnavalero. También han resucitado en Tolosa viejas canciones de la mano del grupo sueco ABBA, que se han plantado junto al mercado del Tinglado para cantar a mediodía su Waterloo. Ya saben, donde se rindió Napoleón. Donde se siente cada vez más solo Carles Puigdemont, por quien no sienten ninguna simpatía los jueces que se han dado cita en la villa papelera.

No piensan dar, desde luego, ninguna facilidad a todo lo que huela a progreso. “Estamos esperando a Conde Pumpido, está al llegar”, confirmaba a este periódico una magistrada del tribunal que se ha plantado en una acera. “Hay que espabilar. Hay siete jueces progres y cinco conservadores. ¿Qué pasará? Que nos van a colar las leyes de Zapatero y compañía”, alertaba un magistrado micrófono en mano. Su perorata se ha visto interrumpida por un fallo de la megafonía. Hasta para eso tenía respuesta. “Así está la justicia, tenéis que pagar más impuestos”, se dirigía al número público que se tronchaba de la risa. Él, sin perder su serio semblante, alertaba del peligro de que cojan alas “los progres de la rosa”.

La avería de Lezetxiki, y la de los trenes de Cantabria

Tolosa es durante el Carnaval un espejo de la actualidad. Un agente de seguridad velaba por preservar el hallazgo de unos restos arqueológicos en Lezetxiki. “A ver, por favor, para atrás, que menudo destrozo que han hecho con las obras del TAV”, insistía el joven. Tras él, un espeleólogo miraba ensimismado una cráneo de vaca. A su lado, una trabajadora de la Sociedad de Ciencias Aranzadi con una brocha en la mano trataba de limpiar unos restos de no se sabe muy bien qué. “Hemen gaude, lan da lan”, explicaba el director del yacimiento.

Otros que tampoco han parado de trabajar, a pesar de ser domingo, son los sufridos trabajadores de Renfe y Adif. Sus caritas eran un poema. Con sus planos bajo el brazo han compartido con todos los vecinos de Tolosa su pesar por los puñeteros trenes, que no hay manera de que entren por los túneles de Cantabria. “Aquí están las medidas correctas. El trabajo está bien hecho”, mostraba en un cuaderno uno de los empleados. Otros medían la boca del túnel con un metro. Una pareja de gaiteros ponía la música al lado.

Y además, como hoy en día no eres nadie si no tienes un globo te vigile, Tolosa también tiene el suyo. Ahí están Estados Unidos y China cruzando advertencias a cuenta de asuntos de espionaje, sin darse cuenta de que se ha descolgado por el Carnaval un hombre disfrado de chino mandarín, con su propio globo. Todo hay que decirlo, un tanto rudimentario.

Consiste en una vieja cámara de fotos con una antena pegada, que al parecer rastrea durante las 24 horas del día posibles fichajes para la Real Sociedad. Todo vale para que no se repita el mal sabor de boca del empate ante el Celta, para más inri, con un gol en propia puerta de Le Normand.

Elliot, el amigo de el extraterrestre E.T. Arnaitz Rubio

Hay ganas de celebrar títulos, como no se han cansado de hacerlo esta mañana dos seguidores argentinos, que se han subido a una fuente para animar a los suyos, con cánticos cada vez más apasionados, en la medida que iban consumiendo sus cervezas.

Por no faltar, no ha faltado ni una procesión de Semana Santa en la que los nazarenos portaban un jamón. Todo ello bajo la atenta mirada de Elliot, el amigo de el extraterrestre E.T., que cuarenta años después sigue dando vueltas con su bicicleta por Tolosa. Y lo hace con la misma sudadera roja con la que alcanzó fama planetaria en la inolvidable película de Steven Spielberg.