Jone Alastuey García está al frente del Ayuntamiento uztarroztarra, integrado por cinco mujeres. Los dos primeros años de la legislatura ocupó además, la presidencia de la Junta del Valle. El calor y la fuerza del movimiento feminista pirenaico se dejó sentir en aquel momento histórico.

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¿Qué le lleva a implicarse en la vida municipal?

–Siempre he creído importante estar en lo colectivo, participar en los movimientos sociales y dedicar parte de mi tiempo a preocuparme un poco por la vida social y comunitaria. Considero que la alcaldía es como una comunidad de vecinos, que en algún momento alguien le tiene que tocar. Tenía fuerza y ganas de implicarme en algo y me ofrecí voluntaria. Intentamos en el pueblo sea lo más participativo posible, pero es un hecho que la gestión es “un trabajazo”. Yo creo en la autogobernanza. Aunque tengamos pocas funciones porque la política está muy centralizada en el Gobierno, pienso que se pueden hacer muchas cosas. He aprendido a trabajar en el limite del marco legal en el que se mueve una entidad local y estoy dispuesta a seguir trabajando por el pueblo y que esos bienes comunes que están a cargo de los pueblos que sigan siendo bienes comunes.

Desde hace cinco meses es madre y política. ¿Cómo lleva compaginar la maternidad con el ayuntamiento?

–Está siendo un reto para mí. Al ayuntamiento le dedico el tiempo libre que me deja mi hijo Lier. Selecciono y priorizo los temas, que son muchos y para ambas tareas cuento con la ayuda de mi familia y el apoyo en mis compañeras de Corporación. En perfecta cooordinación con la teniente alcaldesa y comprensión total de la secretaria, mujer y madre, como yo. Ella respeta mis tiempos y esto se agradece. Es una suerte para mí dada la sociedad en la que vivimos, lejos de facilitar las cosas. Para dedicarte a esta política voluntaria tienes que tener el tiempo y los medios. Yo puedo hacerlo gracias a esta red con la que cuento, pero creo que desde las instituciones se puede hacer más para apoyar la conciliación. Así, podría haber más madres que se sumarían. Teniendo en cuenta que tenemos que sujetar nuestras vidas y la de nuestros txikis. No tengo la fórmula, pero tal vez crear y apoyar servicios, o permisos especiales.

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¿Está actualmente de excedencia?

–Sí, de excedencia como auxiliar de administrativa en la Junta del Valle, Ahora disfruto de permiso de maternidad. La baja maternal es muy corta. No te cogen aún a las y los txikis en la haur eskola cuando se acaba.

Dejó la ciudad atraída por el mundo rural.

–Al valle llegué desde Iruña. Mi aita es de Uztárroz y mi ama, de Salvatierra de Eska. Mis veranos han sido en el Pirineo. La ruralidad siempre me ha atraído mucho, su manera de vivir. Como maestra que soy, elegí la escuela rural y empecé en Otsagi. Lo tenía claro: no me gustan ni las macro escuelas ni las ciudades. Mi pueblo es Uztárroz y en él fijamos nuestro hogar, aunque ahora viva en Otsagabia de forma transitoria.

Llegó y se sumergió de lleno.

–Sí, coger la alcaldía y a Uztárroz le tocó la presidencia de la Junta, que rota cada dos años. Ahora solo soy juntera. Pero cuando me tocó la presidencia, fue muy grande sentir el respaldo del movimiento feminista. Las mujeres, incluso las mayores, fueron las que me hicieron consciente de su importancia. La Junta ha sido un aprendizaje total y, aún con los problemas, he estado bien acompañada y estoy agradecida por la vivencia. Ahora me siento fuerte, más consciente del marco institucional y me veo más colocada. Si logramos equipo, no me importará ser parte de él, y si no, apoyaré la gestión municipal como vecina.

¿El suyo es un ejemplo más de que las mujeres se comprometen en la vida social y política del Pirineo?

–Sí. A mi juicio se comprometen y mucho. Las mujeres somos el motor en mi pueblo y en el valle. Las asociaciones están llenas de mujeres y también las reuniones. En Uztárroz somos cinco mujeres en el ayuntamiento y, por ejemplo, a las reuniones del proceso participativo en el que estamos trabajando acuden 1 ó 2 hombres y 25 mujeres. Somos motor total.

¿Cómo calificaría el papel de la mujer en el Pirineo?

–Es importantísimo. Tenemos una manera de mirar el mundo y unas ideas geniales desde donde estamos colocadas por la estructura patriarcal. También poseemos toda la experiencia en cuidados con todo lo que aporta al colectivo, y la experiencia de gobernar a la tribu. Un montón de herramientas muy útiles en la vida política e institucional e ideas geniales, también para luchar contra la despoblación.

¿Qué opina de la sociedad rural?

–Para mí, la sociedad rural está llena de oportunidades. Es verdad que somos poca gente y para según qué cosas, demasiado poco, pero tiene aspectos muy bonitos, el hecho de que compartes todo mucho más mayor libertad y relaciones más estrechas. Por otra parte, es una sociedad que da más juego para el autogobierno y la soberanía. Trabajar mínimamente la tierra facilita tener el alimento, realizamos trueques vecinales con productores locales… Tiene un montón de cosas cercanas, de apoyo mutuo, y es muy intergeneracional, muy significativo, con toda su sabiduría y aportación.

Y entre las dificultades, ¿cuáles mencionaría?

–Que no somos atractivos para el actual sistema del capital productivo. Los pueblos no somos atractivos y esto implica que no se hacen políticas dirigidas a ellos. Sabemos que todas las zonas rurales se están vaciando por políticas que vienen desde hace mucho tiempo, pero ahora sentimos que, a veces, por el hecho de vivir aquí, tenemos que pelearnos incluso por servicios que deberían venir dados, como al resto de habitantes de Navarra.

¿Cómo palpita el movimiento feminista en el Pirineo?

–Para mí tiene una fuerza increíble. Mueve mareas. Cada año nos sorprenden con un montón de cosas nuevas. Trabajan mucho y sacan adelante cantidad de iniciativas con gran capacidad de organización. Están al pie del cañón, y aún siendo pocas, somos muchas mujeres conectadas, trabajando en red . Destacaría también, que además de estar en el movimiento feminista, estamos en las instituciones, en las asociaciones, en nuestras casas, cuidando a la familia, a las amigas y amigos. Me parecen increíbles las feministas pirenaicas. Ojalá que se siga con esta carrera tan chula mucho tiempo.

¿Cree que el feminismo es una forma de vincularse al territorio?

–Sí, es una forma de vida de situarse en el territorio, teniendo en cuenta toda la diversidad existente, todo lo que podemos aportar todas las personas y dejando de lado esa estructura patriarcal que machaca a todas las mujeres. El feminismo me ha acompañado toda mi vida y estoy convencida de que es una manera de situarse en el territorio.

¿Cómo ve a la nuevas generaciones? ¿Piensa que se comprometen socialmente?

–Yo sólo tengo 31 años y me veo super lejos en muchas cosas. Es verdad que no soy nada tecnológica, no me gustan las redes sociales ni todo ese mundillo que se lleva ahora, en el que se mueven las relaciones y en el que se están forjando las identidades de la gente joven. Las redes no nos conectan, nos aislan cada vez más. Para mí, hacen el efecto contrario. Son un escaparate de la imagen que nos conduce al individualismo. Por otra parte, pienso que la política y la participación no está calando en la juventud, no se aprende, y esto para mí es un problema. Mientras tanto, nosotras, las que hemos apostado por vivir en el pueblo, seguimos implicadas en lo colectivo y con ganas.