La matanza de Valcardera fue uno de los episodios más sangrientos de la Guerra Civil en Navarra. El 23 de agosto de 1936 salieron de la cárcel de Pamplona 53 presos republicanos con la supuesta intención de ser canjeados por presos del bando nacional. Sin embargo, fueron trasladados al corral de Valcardera, en la localidad de Cadreita, lugar donde todos fueron asesinados menos uno, Honorino Arteta, que escapó.

Entre los asesinados figura Miguel Antonio Escobar, secretario general de la Federación Socialista de Navarra y que, gracias a la correspondencia epistolar que mantuvo con otros dirigentes durante la Segunda República y la Guerra Civil, su nieto, Eduardo Escobar Martínez, original de Pamplona, ha presentado su libro, 53 cigüeñas, un homenaje a su abuelo “y a todas las personas asesinadas, porque detrás de cada muerte hay más gente, personas con memoria”, ha descrito Txema Aranaz, editor de la obra desde la Editorial Pamiela, con la que publica la obra. 

Porque 87 años son muchos para continuar en una situación con cientos de cunetas sin encontrar y familias buscando todavía los restos de sus parientes, Escobar ha explicado que “este libro es un homenaje a la lucha de todos los represaliados en la guerra”, con su abuelo como protagonista.

En este sentido, el escritor novel ha declarado que “remuevo el pasado porque me da la gana, mi abuelo estaba muy solo en su lucha, y la historia debe ser contada”. Así, con las cartas como fuente principal, la obra no solo muestra quién era Miguel Antonio Escobar y las consecuencias de su fusilamiento para su familia, sino también el ambiente de la época

Entre el apoyo documental, destaca como “la joya de la corona 30 páginas arrancadas del libro de actas de las reuniones de la Federación Socialista de Navarra. Un libro de actas desaparecido pero que no estaba tan desaparecido”. Escobar también ha contado con la ayuda testimonial de dos tías suyas y de historias pasadas de forma oral a sus primos, “he rellenado el marco con los pocos testimonios que he podido encontrar”.

Los documentos

La correspondencia entre el secretario general de la Federación Socialista de Navarra en 1936 y los socialistas de entonces fue entregada al escritor por su padre, Eduardo Escobar Zarategui, que los rescató de las antiguas oficinas falangistas de la Plaza del Castillo. Sin embargo, los textos estuvieron escondidos décadas, porque su padre “estuvo toda la vida rodeado de un ambiente falangista, pero los guardo y me los legó para que hiciera algo con ellos”.

Esto se debe a que, una vez sucedida la matanza de Valcardera, “uno de mis tíos metió a mi padre con nueve años en las juventudes carlistas, los pelayos. Y cuando se unificaron todas las ramas del régimen, pues mi padre acabo siendo falangista. Claro, mi padre era un niño que terminó falangista pero siendo el hijo de un rojo fusilado por los falangistas” .

“Mi padre era un niño que terminó falangista pero siendo el hijo de un rojo fusilado”

Eduardo Escobar Martínez - Escritor

Pero como ha explicado Escobar, su padre perteneció a la generación que el mismo acuña cómo la “generación del silencio”, donde rara vez o solo de puertas para dentro se podía hablar.

Así, no fue hasta los últimos momentos vitales de su padre que este “me dijo que fuera a su taller y, en la zona limpia, buscara una carpeta marrón con el nombre de Campeonato de Pelota. Y ahí encontré todo el material, que mi padre guardó y me lo legó para que hiciera algo con él”. 

La correspondencia entre el padre y el resto de socialistas no solo comenzaba con un “querido camarada, sino que también terminaba diciendo Tuyo y de la causa, y por esta razón, el título original del libro era este: Tuyo y de la causa”. Ahora bien, a pesar de que muchos borradores estuvieran titulados de esta manera, cuando el escritor conoció lo sucedido en el homenaje anual de Valcardera en 2014, lo cambió a 53 cigüeñas.

En dicha conmemoración, “mientras el orador estaba hablando, apareció en el cielo una bandada de cigüeñas que obligó al orador a callarse por el ruido de los animales. Y entonces alguien las contó y dijo que había 52 cigüeñas”, el número de asesinados en la matanza. Pero el suceso no termina ahí, sino que a los pocos segundos, apareció otra cigüeña extraviada y se unió al grupo, una posible referencia a Honorino Arteta, que escapó.

De esta manera, a raíz de tal acontecimiento, Escobar decidió cambiar el título a 53 cigüeñas, una obra nacida en base a documentos guardados por la generación del silencio “y que ahora tenemos que recordar los que pertenecemos a la generación de la memoria, esperando a que la siguiente generación no sea la del olvido”.