El deporte también funciona como medicina. Así lo viven Arantxa Díaz y José Antonio Aldaya, quienes padecen de espina bífida y esclerosis lateral amiotrófica (ELA), respectivamente.

A sus 31 años, equipada con una botella de oxígeno, una máscara facial y unas aletas, Arantxa se lanza a la aventura una vez al mes y bucea en la piscina. La enfermedad que padece afecta a la columna vertebral y suele darse ya desde el nacimiento de la persona. Precisamente ese fue el caso de Arantxa, que lleva en silla de ruedas “toda la vida”. Natural de la Rochapea, comenta con entusiasmo que bucear le “relaja muchísimo”.

Aunque empezó a adentrarse en el mundo de la natación a los tres años de edad, la primera vez que buceó fue justo antes de la pandemia, hace casi cuatro años. “Ese primer día estaba muy nerviosa porque era una experiencia nueva para mí. Esos nervios siempre los tengo al prepararme para bucear, pero una vez dentro de la piscina ya me siento como pez en el agua”, ha reído esta mañana tras realizar actividades junto a sus instructores en las instalaciones de la Universidad Pública de Navarra (UPNA).

También José Antonio se ha atrevido a zambullirse en la piscina cubierta del polideportivo universitario, y a pesar de que los nervios casi le traicionan, ha conseguido superarlos con éxito. Dos profesionales le acompañaban bajo el agua, y fuera, en el bordillo de la piscina, Miguel Caravantes, presidente de la Federación Navarra de Actividades Subacuáticas, le animaba al grito “¡vamos campeón!”.

José Antonio fue diagnosticado de ELA hace dos años. Su vida cambió de forma radical y, para intentar no perder demasiado control muscular, decidió, al igual que Arantxa, lanzarse a la aventura. “Cuando buceo siento mucha libertad. Como en el agua no hay gravedad, tengo la sensación de que puedo controlar mi propio cuerpo, tengo la sensación de que soy libre”, ha explicado, emocionado. A sus 58 años y con una sonrisa de oreja a oreja, José Antonio ha reconocido que siempre que bucea se sorprende a sí mismo. “Noto mucha mejoría en los movimientos, pero no sé si es algo mental o no. Lo que está claro es que es una actividad que me anima y me pone contento”, ha aclarado.

“Cuando buceo siento libertad. Tengo la sensación de que controlo mi cuerpo”

José Antonio Aldaya - Paciente de ELA

OCIO SIN BARRERAS

La Federación Navarra de Actividades Subacuáticas, en colaboración con la UPNA y COCEMFE, busca favorecer el derecho de las personas con discapacidad a disfrutar del ocio.

“El buceo, como terapia acuática, mejora la relajación muscular, la elasticidad, la circulación, la coordinación... y permite realizar un trabajo más específico con personas que tienen una mayor resistencia al esfuerzo o algún tipo de limitación en los movimientos”, ha señalado Miguel Caravantes. Además de los beneficios físicos, las ventajas emocionales de esta terapia son muchas. Según ha recalcado el experto, “estas actividades mejoran la autoestima y proporcionan empoderamiento, motivación y bienestar emocional”.

Estas sensaciones también salen fuera de la piscina. María Baile, responsable del programa de ocio inclusivo de COCEMFE, ha añadido que “a la salida lo que se respira es alegría, vida y ganas de superar nuevos retos. Pero por encima de todo eso, la satisfacción de poder realizar ejercicios como esos en igualdad de condiciones, cuando en muchas ocasiones se encuentran con obstáculos en su acceso al ocio o al deporte”.

“Cuando salen de la piscina se respira alegría, vida y ganas de superar retos”

María Baile - Responsable del programa de ocio inclusivo de COCEMFE Navarra

En concreto, se trata de una herramienta innovadora que, bajo la supervisión de profesionales formados y con pequeñas adaptaciones de material, “puede servir como medio de rehabilitación y como práctica deportiva para personas con diversidad funcional”, ha indicado Caravantes, quien lleva desarrollando la actividad desde 2012 con diferentes entidades.

La UPNA se unió a esta iniciativa en 2017, a través de los Departamentos de Ciencias de la Salud e Ingeniería. Ana Insausti, profesora del centro universitario, ha expresado que es una terapia “adaptada a cada persona” y que “según las posibilidades de cada paciente se marcan unos objetivos”. Contenta y orgullosa tras contemplar el asombroso buceo de Arantxa y José Antonio, ha señalado que “lo que para nosotros puede resultar algo sencillo, para ellos es un esfuerzo brutal”.

Así, con el buceo inclusivo y la terapia acuática, se demuestra que luchar por superar retos derriba barreras.