Leer en la agenda de su hijo la frase “me quiero morir” fue la gota que colmó el vaso y lo que llevó a la vecina de Barañáin María Heredia Guerrero a interponer, a finales del mes de abril, una denuncia por bullying en el juzgado de Pamplona. Esta mujer asegura que su hijo de 11 años ha sido víctima de acoso y agresiones por parte de compañeros y de un profesor y lamenta que ni el colegio ni tampoco los Servicios Sociales y el mediador del Gobierno de Navarra que ha intervenido en el caso “hayan considerado que se deban tomar medidas contra los agresores”.

Por todo ello, María, de común acuerdo con su marido que trabaja en Noruega, decidió el pasado 22 de marzo dejar de llevar a su hijo a clase, un hecho por el cual el centro prevé abrir un expediente de absentismo.

Desde el Departamento de Educación, por su parte, respaldan las actuaciones del colegio y lamentan que "se esté divulgando un relato que no se corresponde que con la realidad de los hechos ni con las actuaciones adoptadas por las instituciones competentes”.

Situaciones de acoso "desde el inicio de curso"

La denuncia se interpuso el 26 de abril pero, tal y como relata esta mujer de Barañáin, las situaciones de acoso en el colegio público Eulza de dicha localidad comenzaron a finales de septiembre. “Mi hijo me decía que en los recreos sus compañeros no querían estar con él, que le llamaban viejo apestoso, por ser mayor que ellos. Se sentía rechazado y estaba muy triste”, recuerda la madre, que inmediatamente se puso en contacto con el tutor y con la jefa de estudios para solicitar una reunión. El colegio inició entonces el protocolo de acoso escolar, pero las agresiones, físicas y verbales por parte de los compañeros, no cesaron. “En el centro decidieron hacerles las pruebas de TDAH (Transtorno de Déficit de Atención) o TA (Trastorno de Aprendizaje), pero dieron negativas. De hecho, hace unos años, que también tuvo problemas con otra maestra en 1º de Primaria, también le pasaron las pruebas en Argibide y tampoco salió que tuviera ni déficit de atención ni ningún trastorno de aprendizaje”, señala Heredia.

Un mes después del inicio del protocolo y “ante la falta de información”, la madre se puso en contacto con el colegio “para saber si se había abierto algún expediente o se habían aplicado medidas contra los agresores”. Desde el centro “le daban largas” y lo que sí recibió del tutor fueron un par de correos electrónicos en los que informaba de la “mala conducta y actitud” del menor “con actos que molestan e incomodan” a sus compañeros lo que había llevado al profesor, tal y como él mismo explicó en un email, “a dejar al niño fuera de todo grupo cooperativo trabajando en solitario hasta que pueda tener la convicción de que su situación es reconducible”. Ante esta situación, a mediados de diciembre, esta vecina de Barañáin decidió no llevar a su hijo a clase “hasta que la situación se resolviera”.

Intervención del mediador

Después de Navidad, el niño regresó al colegio pero a las semanas volvió ausentarse. “A finales de febrero me contactó un educador social del Departamento de Educación y nos hizo una propuesta de vuelta al colegio, con él en el aula”, recuerda la madre. La familia aceptó y el menor retomó la vida escolar. A los dos días, el educador constató que el niño “lo estaba pasando mal” y le invitó a una reunión para encauzar la situación por el bienestar del menor. “Mi hijo y yo hicimos lo que nos dijeron desde orientación y el mediador del Gobierno foral pero el profesor siguió haciendo lo que le daba la gana. El día 22 de marzo volvió a escribir notas en la agenda cuando se le había dicho que, lo que me tuviera que decir, me lo dijeran por email. Ese mismo día hubo un incidente en clase y mi hijo escribió en la agenda me quiero morir”, recuerda Heredia, que ante la falta de acción del colegio decidió interponer, el pasado 26 de abril, una denuncia ante el juzgado de Pamplona.

Desde entonces, el niño no ha vuelto a clase. La última comunicación que recibió del centro fue el aviso de que, si no justificaba las ausencias de su hijo, le iban a abrir un expediente de absentismo. “Saben de sobra por qué mi hijo no va al colegio. Les comenté que tiene ganas de morir cada vez que el tutor abusa y acosa al niño y que no voy a permitir que pase algo. Prefiero tener a mi hijo en casa sin escolarizar que a me lo entreguen en una caja”, concluye.