Unamuno hablaba del término intrahistoria, un concepto que me fascina, porque las pequeñas historias son las que hacen grande la Historia. Fuera de los grandes nombres hay vidas pequeñas cómo la del coronel Críspulo Moracho donde se ve realmente el sufrimiento de aquellos años. No hay grandes acontecimientos sin los pequeños personajes”. Bajo esa premisa, el periodista de DIARIO DE NOTICIAS, Fermín Pérez-Nievas, ha publicado En la cuneta de la historia. La asombrosa vida del coronel Críspulo Moracho Arregui, editado por Txalaparta que se venderá con el periódico este domingo 2 de julio.

En los días previos al Golpe de Estado de 1936 hubo tres sucesos en un clima casi prebélico que barruntaba la sublevación y que tuvieron un reflejo en todos los periódicos nacionales: el atentado contra el coronel Críspulo Moracho en Barcelona y los asesinatos en Madrid del guardia de asalto Del Castillo y del diputado Calvo Sotelo. El del coronel navarro era el tercer atentado que sufría y de los tres había salido indemne si bien en este último fue de pura casualidad ya que de las tres granadas Lafitte que le lanzaron solo una llegó a explotar. Fiel a la República, masón y abogado defensor de los jefes de los mossos d’Esquadra que se levantaron con Companys el 6 de octubre de 1934, este coronel navarro de familia tudelana decidió viajar a Tudela el 17 de julio para olvidarse del clima político de la capital catalana, de la tensión de los cuarteles y de la persecución que sufría. Diez días más tarde apareció asesinado en Zaragoza, a poca distancia de un cuartel militar.

“¿Quién era aquel militar navarro que había sufrido hasta tres atentados y quién querría acabar con él?” fue la pregunta que se realizó el periodista tudelano Pérez-Nievas cuando descubrió en una nota social del periódico local El Eco del Distrito del 17 de julio de 1936 la noticia de la llegada de Moracho a Tudela . “Estaba escribiendo mi anterior libro sobre la diputada socialista Julia Álvarez Resano y me guardé este recorte de periódico para hacer con ello algo cuando tuviera tiempo”. Pasaron casi 10 años hasta que en julio de 2016 publicó un artículo en DIARIO DE NOTICIAS sobre la vida del coronel asesinado, un artículo gracias al cual pudo conocer a sobrinos y sobrino nietos de Críspulo que le facilitaron más documentación. Con todo ello escribió su biografía y se presentó al concurso Manuel Castel Ruiz del Ayuntamiento de Tudela que ganó en 2018 y cuyo premio fue la publicación de la historia. Lejos de detener sus ansias de conocer la vida del militar Moracho, siguió investigando y así logró más datos, entrevistó a personas que habían conocido a su viuda en Tudela, se hizo con más documentos gráficos, todo el expediente del Consejo de Guerra y también “mejorar el primer libro con nuevos papeles sobre la represión en Tudela, donde se encontraba cuando estalló el Golpe de Estado. Éste nuevo libro es el resultado de mucho trabajo de investigación”, señala.

Entre las novedades que aporta se encuentra también la aparición del nombre de Críspulo Moracho en la Causa General de Zaragoza de 1942 dentro de un listado de 48 personas como “persona izquierdista en contra de la causa nacional” y “sumamente peligrosa para el Movimiento Nacional”, así como dos artículos de periódicos aragoneses en los que se habla de la detención y posterior asesinato de un militar que preparaba la llegada de la columna de Durruti a Zaragoza y que trató de huir. “Son artículos que en realidad muestran la historia que se creó para tejer el montaje de un espía descubierto en un hotel de Zaragoza, al que erróneamente llaman Contreras, que ‘hablaba catalán’, ‘poseía mapas de Zaragoza’ y al que habían disparado al intentar huir. Es una noticia inventada para justificar su asesinato. Los tiros que recibe son de frente y sin armas. Fue una ejecución”, explica Pérez-Nievas.

La vida

Críspulo Moracho Arregui nació en Pamplona en 1876 en el seno de una familia tudelana de padre Carabinero que acabó siendo concejal en su ciudad natal en los primeros años del siglo XX. Críspulo, ingresó muy joven en el ejército y pronto comenzó a ascender hasta llegar a ser gobernador civil en Lorca (Murcia) durante la Dictadura de Primo de Rivera. Se casó con María Teresa Navazo en 1912 y tuvo dos hijos, María Teresa, que murió en Santander en 1928, y Félix, nacido en 1913.

En 1930, después de numerosos traslados, la familia llegó a Barcelona, donde se respiraba cultura y política en cada esquina. Ingresó en la masonería, bajo el sobrenombre de Sol, como muchos políticos y militares de su época “llevados por la libertad que se respiraba y el anhelo de una sociedad laica e igualitaria”.

Los días 6 y 7 de octubre de 1934 Críspulo Moracho se encontraba al frente del Regimiento de Infantería número 10 que, bajo el mando del general Batet, fue enviado a sofocar la rebelión del presidente de la Generalitat, Lluis Companys, que se alzó contra el gobierno en el que había entrado la CEDA y proclamó el Estado Catalán dentro de la República Federal Española, “es importante destacar esto porque no era tanto un movimiento independentista como contrario al gobierno en el que se habían integrado los derechistas de la CEDA. De hecho Azaña se encontraba junto a Companys en el balcón cuando realizó el anuncio”, aclara el periodista tudelano.

Tras sofocar la rebelión, los responsables de los mossos d’Esquadra, Escofet y Pérez Farrás que siguieron las órdenes de su presidente, fueron detenidos y eligieron a Críspulo Moracho como abogado defensor en el Consejo de Guerra que les condenó a muerte (pena conmutada posteriormente por cadena perpetua). “Nunca podría imaginar Críspulo que esa designación le costaría la vida. Tras el juicio se le apartó de su mando, que no recuperó hasta que llegó el Frente Popular en marzo de 1936, que excarceló a los mossos. Su defensa, basada en la obediencia al Gobierno al que servían, fue elogiada por todos, pero los militares de derechas no olvidarían su actuación”. Empezó entonces a sufrir atentados cometidos por la Unión Militar Española (UME) integrada por militares de derechas que tenía al frente al general Mola, y de uno de ellos, el 2 de julio de 1936, salió ileso de milagro. Huyendo de aquel acoso se refugió en Tudela, donde vivían sus padres y hermanos.

Pérez-Nievas explica cómo “Tudela era clave en el Golpe de Estado que hubo en Navarra y carlistas y falangistas se alzaron rápidamente para hacerse con su control. La Ribera era la zona más socialista e izquierdista de Navarra”. Críspulo, coronel del Ejército cuya lealtad al gobierno de la República era conocida, al igual que su filiación masónica, era un peligro para los sublevados y no son pocos los libros profranquistas, como la Historia de la Cruzada Española, que hablan de las intenciones de Moracho de crear una columna en la retaguardia que marchara hacia Pamplona y su nombre es citado en numerosas ocasiones en el Consejo de Guerra a Aquiles Cuadra (fusilado en octubre de 1939).

Las pocas evidencias que existen sobre qué sucedió a partir de su llegada a Tudela parecen indicar que viajó a Zaragoza para tratar de disuadir a Cabanellas, masón como él y supuestamente fiel a la Segunda República, de que no se sublevara pero allí acabaron sus días y su cuerpo apareció con tres disparos (uno de ellos ‘tiro de gracia’) en la cuneta del Camino Viejo de Valdespartera, cerca de otros cuatro cuerpos, si bien el suyo presentaba “un avanzado estado de descomposición”. Pudo ser identificado por la documentación que portaba y una carta de Pérez Farrás (integrado en la columna de Durruti) escrita desde la cárcel de Pamplona en 1934. Sus restos no volvieron nunca a Tudela, su viuda que no supo nada de su destino se quedó sola.

Su hijo Félix Moracho, marchó al frente apenas un mes después en un puesto de ametralladora, aunque era médico, defendiendo al mismo ejército que había asesinado a su padre y al que su madre había donado una pulsera y una alianza. La presión social en la Tudela falangista era muy fuerte, de hecho, un sobrino de Críspulo era dirigente de Falange e integró la denominada Escuadra Negra que mató a gente en Bardenas en los primeros días de la sublevación. Félix murió en 1938 en el frente de Castellón “víctima de fuego amigo”.

La obra, prologada por el historiador Emilio Majuelo, recoge además un relato de los asesinatos de los primeros días en la Ribera y algunos documentos inéditos como listas que carlistas y falangistas elaboraron en agosto de 1936, y firmadas por Pérez Salas, para expulsar a medio centenar de familias de Tudela. Las listas (reproducidas en la obra) son de gran valor histórico dado que se conservan pocas y donde se pueden leer acusaciones como “socialista chulo”, “corruptor de menores” o “socialista agitador de masas”.

La biografía de Críspulo Moracho sirve también para dibujar una sociedad que voló por los aires en unos años convulsos y el de unas vidas truncadas por la guerra. Sola, tras perder a toda su familia, María Teresa Navazo acabó viviendo de una exigua pensión de su marido y de su hijo y pudo salir adelante gracias a familias republicanas amigas y algunos familiares que le llevaban cestas de comida.