Tras 1.207 días de mucho esfuerzo en la sombra, el centro de atención integral a la discapacidad San José, en Etxabakoitz, dirá pronto adiós a las mascarillas y dejará atrás la pandemia de forma definitiva. El ministro de Sanidad José Miñones anunció esta mañana que “la situación pasa a ser la misma que había antes del decreto de crisis, anterior a 2020”. Tras la emergencias sanitaria, que ha durado tres años y tres meses, se suspenden las medidas extraordinarias, incluidas el uso obligatorio de mascarillas en espacios sanitarios y residencias.

Entre quienes van a celebrar el cambio se encuentra el equipo de trabajadoras y trabajadores del centro San José de Etxabakoitz, que podrán acudir sin mascarilla después de más de tres años. Lourdes Turrillas, cuidadora del centro, explicaba que “la gente ya pasó página hace tiempo pero para nosotras la pandemia acaba ahora”. Su compañera Eva López recuerda aquel comienzo en 2020 en el que suspendieron todo tipo de actividades, los residentes no podían ir a casa y tampoco recibir visitas de sus familiares. “Ellos no entendían nada, fue muy difícil”, explica. Poco a poco fueron recuperando la normalidad y retomaron algunas actividades hasta llegar al punto en el que tanto residentes como trabajadores no utilizaban mascarilla en el exterior y hacían su vida privada con total normalidad. Sin embargo, en horario laboral sí que tenían que llevarla, un hecho que “no ha tenido mucho sentido, nos han sobrado meses”, afirma Turrillas. 

El equipo de cuidadoras recalca la especial dificultad de su trabajo con esta medida ya que “la expresión facial es una de nuestras herramienta de trabajo”, explica López. El hecho de poder expresarse con la cara es algo que ayuda mucho a los residentes a entenderles y comunicarse con ellas y la barrera de las mascarillas ha supuesto un impedimento debido a que muchos internos tienen problemas de oído. 

El otro gran problema es la traba para manifestarles el cariño a personas que son como de la familia. Las expresiones más esperadas son las de afecto tanto entre residentes como dentro del equipo. López explica que “hay trabajadoras que no nos conocemos. No nos hemos visto las caras entre la gente que ha empezado a trabajar después de 2020”. 

Sin el reconocimiento debido

El equipo de cuidadoras del San José reivindica su labor y pide que “dignifique” su trabajo. “Han sido tres años muy duros. Sentimos que nosotras hemos dado el 100% y echamos de menos un reconocimiento”, reclama Turrillas. Entienden que la sociedad ya dio el paso de abandonar todas las medidas pero eso no justifica que no ponga en valor el trabajo de quienes han cuidado a quien lo necesitaba. La Administración les ha prometido un informe de subida de nivel que, por ahora, no llega, nunca encuentran tiempo para hacerlo. 

Sufrieron la pérdida de dos residentes debido al Covid y de tres más por las secuelas, completaron un 100% de vacunación y tuvieron que ejercer su trabajo con trajes EPIS y medidas muy restrictivas. “A pesar de todo, hemos hecho nuestro trabajo y proporcionado el mejor servicio que hemos podido”, destaca la cuidadora Mariam Urmeneta, que reconoce que se sienten “dolidas” porque entiende que el reconocimiento debería haber sido mayor. San José, un centro de atención de calidad, es el único centro público de cuidado de personas discapacitadas adultas de Navarra, un hecho que, según López, “hace que estemos más olvidadas. Lo público no se reconoce”.