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– Sara Sáez e Irati Villafranca llegaron a ADANO “porque nuestras hermanas padecieron de cáncer infantil y se pusieron en contacto con nosotros para atendernos. Desde ese momento, siempre nos han tratado muy bien y hemos querido devolver todo ese cariño de vuelta”, explica Sara, de 18 años. Ahora, ambas son voluntarias y reciben entre abrazos a todos los niños que se acercan a saludar.

Los 150 voluntarios que forman parte de la asociación se comprometen al máximo con las familias y los enfermos. Entre sus actividades se incluyen visitas a los hospitales, festivales de Navidad, campamentos o grupos de apoyo que atienden a las familias de los recién diagnosticados. Todo ello porque, como comenta Irati, “las familias no van a estar solas. Nosotras estamos en deuda y lo mínimo que podemos hacer es hacerles más ameno y acompañarles en un sufrimiento que va a pasar”.

“Al venir a los campamentos y a las distintas actividades que ha hecho la asociación, hemos hecho mucho grupo con todos los niños y voluntarios, por lo que es como nuestra segunda familia de toda la vida”, asegura Irati.

A pesar de que el camino haya sido duro, las hermanas de Irati y Sara (de 15 y 18 años, respectivamente), superaron el cáncer hace ya algún tiempo. Ahora, que ellas son voluntarias, tienen un regalo que ofrecer a las familias, una voz de la experiencia que les aliente a tener esperanza: “Dentro de lo difícil que es enfrentarse a la enfermedad de un familiar, para nosotras es más fácil conectar con ellos porque somos personas que hemos vivido lo mismo y les entendemos. Ellos se pueden abrir mucho y nuestra perspectiva es especialmente comprensiva y alentadora”, explica Sara. Ambas colaboran en la lucha por un final feliz. Que así sea. – I. Díaz