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Azahara Palomeque RecioEscritora y periodista, doctora en estudios culturales

“La acumulación de crisis, una detrás de otra, ha configurado nuestra edad adulta”

“Viviremos peor que nuestros padres en lo económico y también en lo climático”, denuncia esta escritora que visita este jueves la UPNA para explicar la tesis de su último libro

“La acumulación de crisis, una detrás de otra, ha configurado nuestra edad adulta”Cedida

La escritora y periodista Azahara Palomeque, doctora en estudios culturales por la Universidad de Princeton, es la invitada este jueves de la Escuela de Democracia de la UPNA. Palomeque, nacida en 1986, residente en Córdoba, dará una charla este jueves a las 19 horas en el Edificio de los Olivos, con entrada libre y con el mismo título que el libro que publicó este año con Anagrama: ‘Vivir peor que nuestros padres’. Una sombra generacional que considera muy identificable a partir del 15M de 2011, que pilló a buena parte de su generación ‘millenial’ en la universidad en la recta final de sus estudios, y que ella identifica “con la caída de un modelo neoliberal que empezó a mediados de los años setenta, que prometía una expansión económica infinita, que salió legitimado de la Guerra Fría, y que en realidad se ha estancado y es completamente devastador”.  Palomeque piensa no solo en la juventud de nuestro entorno, sino también en las posibilidades futuras de quienes nacen en la actualidad. Esta escritora defiende la importancia del activismo e incide en la pérdida de poder adquisitivo, dentro de un Estado del Bienestar que considera en crisis, y una mutación climática con consecuencias a corto y medio plazo. 

Hay quien piensa que, a pesar del fin de la cultura del progreso lineal, la gente joven vive más entre algodones que antes.  

–Me lo han dicho. Me parece un contraargumento válido, pues hemos gozado de una serie de derechos sociales y democráticos que nuestros padres no tuvieron. Yo nací en democracia, y la sombra de la dictadura ya había desaparecido desde el golpe de Tejero. Era una época de ampliación de derechos y de bienestar. El problema es que el horizonte de mejora de esa generación ‘boomer’, de los nacidos a partir del segundo franquismo, nosotros no lo tenemos. Entonces existía una ilusión por el futuro, ganas de construir y mejoras materiales y de derechos que en nuestros días se ha volatilizado, porque estamos viendo el desmantelamiento del Estado del Bienestar, y una acumulación de crisis. Es un retroceso. Esas crisis, una detrás de otra, han configurado nuestra edad adulta.

Así que...

–Hay un miedo al futuro, al porvenir, que tiene que ver con el agravamiento de la crisis climática. Para mí pensar a largo plazo, a 20 o 30 años vista, por ejemplo en una pensión de jubilación se me hace completamente utópico. Es muy difícil imaginar el futuro, y a mucha gente incluso nos da miedo. 

Eso es tremendo, y conlleva serios riesgos. 

–Veo duelo y melancolía. Duelo por todo lo perdido, por derechos que nos han robado. Como el de acceso a la vivienda, desaparecido completamente del panorama joven. Faltan sueldos en condiciones, trabajos estables, para poder pensar a largo plazo y contemplar un futuro digno con una pensión. Hace poco salió un estudio diciendo que para la década de 2040 las principales cosechas de las regiones productoras del mundo podrían fallar simultáneamente. Por causas del cambio climático tendríamos una falta de alimentos generalizada. ¿Cómo podemos pensar en una jubilación tranquila? Esa hipótesis plantea un panorama escalofriante. 

¿Qué se encuentra entre el público que va a verle? 

–En gente joven noto cierta afinidad e identificación. La gente de mi generación ‘millenial’ lo compra de inmediato, la gente más joven lo entiende y también se identifica, y en unos y otros hay una inquietud y malestar de preguntarse qué hacemos ahora, cuál es el futuro que nos espera, que en todo caso vendrá, nos dé más o menos miedo. En la gente más mayor a veces encuentro reconocimiento, incluso cierta culpa.

Una impotencia grande...

–Sí, generacional. Aunque a veces también me he encontrado con gente mayor que se pone muy a la defensiva, que piensa que los jóvenes tiran balones fuera y no aceptan su propia responsabilidad.

¿Cómo definiría la clase media?

–Una categoría aspiracional que muchas veces no se materializa, y que ha servido para inculcarnos la ideología del rico en el pobre. Pasolini hablaba del fascismo del consumismo y cómo al querer todos tener una vida pequeño burguesa o burguesa, el consumismo había destrozado cualquier noción de afinidad de clase o de lucha de clases o incluso de conciencia de nuestras posibilidades materiales.

“Si estamos dejando atrás el imaginario de la hegemonía cultural de Estados Unidos, me parece que vamos a ser huérfanos felices”

A veces un gadget como un teléfono móvil puede camuflar la merma de calidad de vida. ¿La tecnología disfraza esa pérdida?

–Tenemos que reinventar las nociones de bienestar y de felicidad. Nos han estado dando pequeñas píldoras consumistas para satisfacer unas necesidades e inmediatamente crear otras que no lo son, que proporcionan una felicidad efímera, y en el fondo un malestar, al requerir de nuevos consumos para seguir obteniendo los mismos niveles de dopamina. El móvil en sí mismo es un lanzador constante de dopamina. Al mismo tiempo vamos perdiendo derechos. Estamos creando un mundo con unas crisis de salud mental increíbles, no creo que hayamos logrado más felicidad con ese modelo. Sí más destrucción medioambiental y menos derechos. Eso es bastante constatable.

Las mujeres están superando en ciertas cotas de igualdad a sus madres, aunque suelen sufrir más precariedad que los hombres.

 –La brecha salarial sigue existiendo. En países occidentales sí hemos conquistado derechos que no tenían nuestras madres y muchísimo menos nuestras abuelas, y al enfrentarnos a ese miedo al futuro que tengamos más derechos y una voz sólida y amparada por el ordenamiento jurídico, nos da muchísima ventaja con respecto a generaciones anteriores. El avance ha sido generalizado, pero tenemos que ser cautelosos, porque en otros sitios ha habido un retroceso. Pienso en Estados Unidos, donde viví hasta hace poco, y donde el aborto ya no es un derecho federal, sino que depende de cada Estado, pero las mujeres que viven en los Estados donde está prohibido pueden ser multadas o incluso enfrentarse a penas de cárcel si van a otros Estados a abortar. Se ha derogado este derecho en muchas zonas de un país inmenso.

Ha vivido 13 años en EEUU. Cada vez más análisis destacan la pérdida de su liderazgo en el mundo, sin que se vislumbre una alternativa clara en Occidente. ¿Estamos al borde de una cierta orfandad en el imaginario colectivo, con todo lo criticable que tiene el modelo USA?

–Si el imaginario que estamos dejando atrás es la hegemonía cultural de Estados Unidos, me parece que vamos a ser huérfanos felices. Es verdad que la está perdiendo. También soy muy crítica con China, que tendrá su sistema en teoría comunista, pero es la fábrica de consumismo mundial, con una represión de derechos brutal. 

“Hay una oportunidad para los imaginarios alternativos. Desterremos los modelos que no nos han funcionado, fallidos y destructores”

A eso me refería con la orfandad.

–Veo positivo que se pierda la hegemonía cultural de un país que en este momento tiene la esperanza de vida a la baja, con un sistema privado de sanidad carísimo, que condena a medio millón de personas cada año a la ruina, por no poder pagar las facturas médicas, con un problema de violencia en las calles increíble, una epidemia de opiáceos que está consumiendo la vida de 100.000 personas anualmente, con la mencionada derogación reciente del aborto... Si ese país pierde la hegemonía cultural, algo estamos haciendo bien a nivel social al cuestionar su modelo. Esta es una oportunidad para construir imaginarios alternativos. Estamos en un proceso de reimaginarlo todo. Eso hay que verlo en términos históricos con cierta esperanza. Ahora, por ejemplo, está resurgiendo una bibliografía amplísima de los años sesenta y principios de los setenta, propuestas de imaginaciones utópicas de aquella época. Ese imaginario creo que está volviendo, con sus luchas reivindicativas. Inventemos y recuperemos lo que nos sirve de épocas anteriores, y vamos a desterrar los modelos que no nos han funcionado, y que no solo son fallidos, sino también destructores.