Mientras las Comunidades Autónomas y el Ministerio de Sanidad se perdían en un debate sin conclusión sobre la obligatoriedad del uso de la mascarillas en centros sanitarios fueron los ciudadanos los que tuvieron que tomar la decisión de cubrirse la boca al acudir al médico. El pico de contagios de enfermedades respiratorias como gripe o covid ha vuelto a poner sobre la mesa el debate de qué medidas tomar, ha copado los casos atendidos en Urgencias y ha puesto en alerta a la ciudadanía navarra, que ha vuelto a apelar a la responsabilidad social.

En el ambulatorio San Martín, tanto la inmensa mayoría de pacientes que se encontraban en las salas de espera como los trabajadores del centro optaron por llevar protección. Esteban Barbarin acudió acompañando a un familiar y no dudó en ponerse la mascarilla porque “no cuesta nada y así me cuido yo y cuido a los demás”. Apuntó que “si has venido aquí es que estás enfermo o lo está alguien cercano a ti, aquí hay gente vulnerable y hay que cuidarse”.

El mismo motivo guió a Clara Cela, de 55 años, que fue al centro sanitario por presentar síntomas ella misma. “Estoy un poco acatarrada y al final este sitio es a donde viene todo el mundo que está enfermo”, explicó sobre por qué decidió llevar mascarilla, una medida de prevención que ya solía llevar a cabo por su cuenta “si tenía algún síntoma e iba a sitios donde había mucha gente”.

Otro de los motivos que más hace decantarse a la gente es el estado de salud de los propios sanitarios. Teresa García, de 75 años, señaló que “si con esto ayudamos a proteger a los sanitarios que nos cuidan tenemos que hacerlo sin dudarlo. Se pasan el día rodeados de enfermos y luego queremos que nos cuiden”. Además criticó que “entendería que hubiese debate si fuese para volver a usarla todo el rato pero los veinte minutos que estás en el centro de salud no nos cuesta nada usarla y es una medida muy sencilla para llevarla a cabo como sociedad”.

Esa discusión también le extraña a Javier Zugarrondo, de 64 años, que a la salida del centro de salud del Casco Antiguo señaló que “no entiendo que por un lado la aconsejen y por otro se quejen de hacerlo obligatorio. Si es bueno, ¿por qué te niegas a aplicarlo?” y reconoció que estaría de acuerdo con usarla en lugares de ocio aunque “no creo que lleguemos ese caso”. En el otro lado, se encontraba José Luis Andueza, de 41 años, que ve útil la medida para quien tenga síntomas pero no imponerla para todos porque “puede causar un poco de miedo y hacer pensar que estamos igual que cuando la pandemia”.

En esa época, una de las mayores preocupaciones era la precaución con las denominadas personas de riesgo. Esta “responsabilidad social”, cómo ella indicó, es la que llevó a decidirse a favor a Almudena Herrera, de 37 años, que defendió que “cuando hablamos de que la vida de alguien puede correr el mínimo riesgo son temas mayores y deberían movilizarnos”. Sin embargo, no tiene claro cuál debería ser el camino a seguir, si “obligar o recomendar de manera fuerte, pero sí hay que darse cuenta de que es una medida muy sencilla para cuidarte tanto a ti como al resto”.

Cuidar de las personas de riesgo, de los sanitarios y de nosotros mismo además de tomar medidas para que no aumenten los contagios y todo ello sin caer en el miedo causado por la pandemia es una línea fina en la que la sociedad tiene que encontrar una solución teniendo en cuenta lo aprendido en los últimos años y actuando todos en el mismo sentido.