Las vidas de quienes fueron encarcelados y sus duras experiencias dejan una marca en la familia, que vive con la conciencia de las injusticias que sufrieron sus antecesores. Ese sentimiento les mueve a muchos de sus descendientes a luchar por conseguir la máxima información posible y porque se reconozca y se haga justicia con las víctimas.
Vitori Jaurrieta ha acudido al homenaje a los navarros internados en el Campo de Concentración de Gurs que ha realizado el Gobierno de Navarra y entre los 435 nombres que luce la placa en su honor, ella solo pensaba en uno: Félix Sembroiz Armendarizictoria, su abuelo. Félix fue encarcelado en Gurs tras huir de Olite junto a tres de sus hermanos. “Uno de ellos fue fusilado, otro falleció en un bombardeo y otros dos acabaron en este campo”, ha contado Vitori emocionada, que recordaba “el duro pasaje que supuso en la vida de mi abuelo”, del que solo pudo hablar “muy poco a poco”.
Su abuelo se fue de casa con tan solo 26 años y tras perder a dos de sus hermanos, fue internado en Gurs en 1939. Durante su estancia se resistió a aprender francés, porque “total, iba a salir en cuatro días”. Una rebeldía que le acompañó junto a su solidaridad, ya que “escribía las cartas de sus compañeros analfabetos y compartía su comida con sus compañeros que sufrían un peor estado de salud”. Para poder comunicarse con su mujer, Félix enviaba cartas a Andorra en dos sobres: el primero con un billete para el encargado del correo y, dentro, otro sobre con la carta destinada a Olite.
El hermano que compartió destino con él, Lucio, falleció en 1943 ya fuera del campo y Félix decidió quedarse en Francia y se asentó en Oloron. “Me acuerdo de venir de vacaciones a visitarle, incluso hice una estancia académica de unos meses”, ha contado Vitori.
Después de 40 años, Félix volvió a “a su querido Olite” en 1976 y “siempre iba pegado a su carné de refugiado”. Vitori recuerda con una sonrisa cómo en esa vuelta su abuelo “fue el hombre más feliz del mundo. Ese retorno compensó la parte dura de su vida. Nunca había olvidado su pueblo y siempre había soñado con volver”.
Félix disfrutó de esa “compensación”, según indicó su nieta, pero muchos de quienes compartieron campo con él no corrieron la misma suerte. Víctor García-Serrano dejó Bera huyendo de la represión, recorrió media Europa en condición de preso y jamás pudo volver a su tierra. Su sobrina, Amaia García-Serrano, ha acudido hoy al acto por “una deuda familiar con un acto que ha estado siempre presente en la familia”.
Eran ocho hermanos por parte de padre, los cuatro mayores (Víctor, Concha, Amparo y Esteban) fueron reclutados cuando comenzó la guerra y cuando acabó tuvieron que huir. “Mi abuelo murió de pena y nunca se ha hablado mucho en la familia. No se ocultaba, pero mi padre nos hablaba de él como de cualquier otro miembro de la familia”, ha contado Amaia. Dos de los hermanos fueron recluidos en Argeles y de ahí, a Víctor le trasladaron a Gurs, “lo que significó el comienzo de su sufrimiento”.
De Gurs lo llevaron a Burdeos a trabajar en la construcción del muro del Atlántico, “de ahí vivió una etapa acogido en una caserna y luego lo volvieron a meter en una prisión de Burdeos, no sabemos porqué”. Después fue trasladado a París en un campo de tránsito, de donde le llevaron a Hamburgo y, por último, al campo de concentración de Wöbbelin, donde falleció de hambruna.
“Nos llegaron cuatro cartas suyas, así sabemos por dónde pasó, y el año pasado descubrimos dónde había muerto”, ha recordaba Amaia, que recordaba cómo “al no llegar nunca la carta de defunción de la Cruz Roja Internacional mi abuela intentaba convencer al resto de que seguía vivo. En nuestro caso, que estuviese desaparecido y no muerto nos ayudó mucho”.
Otras decenas de historias como estas pudieron conocer los alumnos de 1º de Bachiller del IES Tierra Estella, en el marco de la asignatura de Filosofía. “Tocaba estudiar a Hannah Arendt, que estuvo recluida en Gurs, y nos pareció una oportunidad muy buena”, explicó la profesora Irati Oliden, que destacó que “ el ser humano es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra”, algo que contribuyen a evitar actos como el de ayer y , que no dejan caer nuestra historia en el olvido.