Siete de cada diez personas desempleadas no tienen formación. Este dato lo ofreció el viernes el director del Servicio de Activación Laboral y Coordinación Territorial, José Ángel Alonso García, durante la jornada Nuevos retos para la incorporación social a través del empleo, organizada por la Red Navarra de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social en el marco de la celebración de su 30 aniversario. Y aunque recordaron que una formación de calidad no siempre garantiza encontrar trabajo, sí que es una de las vías para conseguir empleo digno, como demostraron los cinco testimonios que se dieron a conocer acerca de la inclusión social en Navarra. 

“A la persona hay que enseñarle a pescar, no hay que darle el pescado”. Con este dicho que Holanda Medina rescató de su país, esta venezolana de 63 años recordó una de las principales dificultades que su familia ha tenido que hacer frente al migrar a España: la homologación de los títulos que acreditaban su formación. Después de vivir el “trauma” que supuso los trámites para homologar el título de dentista de su hija, Medina aseguró que no quiso “pasar por eso al llegar a España, simplemente quería empezar a trabajar”.

El público atiende a las charlas que se impartieron en el Civivox Condestable, en Pamplona. Iban Aguinaga

Por eso aprovechó los conocimientos de cocina que adquirió en Venezuela para seguir desarrollándolos en un proyecto de Acción Contra el Hambre, en el que está aprendiendo cocina profesional junto a otras personas migrantes y del que reconoció estar “enamorada”. Pero su afán por aprender no queda ahí. Antes de embarcarse en esta iniciativa, y cuando aún estaba incorporándose en el mercado laboral navarro, la venezolana se decantó por un sector que ella podía cubrir y en el que se necesitaba mano de obra: los cuidados. Para conseguirlo, se inscribió en la escuela-taller de Estella- Lizarra que, junto a otros cursos como los primeros auxilios, la volvió más competitiva para recibir ofertas de empleo

Idioma y edadismo

En el caso de Mademba Diaw, senegalés de 58 años que llegó a España en 1993, la principal dificultad que tuvo que hacer frente fue la barrera lingüística. “Me ha costado mucho aprender castellano porque aquí la juventud no hablaba ni francés ni inglés. Aprender el idioma era la única salida para encontrar trabajo”.

Tras dominar la lengua, su primer empleo con contrato lo consiguió como parte de la seguridad en discotecas, sector al que se ha dedicado durante 21 años, combinado con la construcción. Sin embargo, el cierre de las discotecas a raíz de la pandemia hizo que Diaw perdiera su empleo durante cinco años en los que no paró de enviar currículums sin éxito. A sus 58 años, uno de los principales factores al que asoció sus problemas para reincorporarse al mercado laboral fue el edadismo. “A día de hoy mucha gente se cree que ya no vale para trabajar, pero con nuestra experiencia y sabiduría aún podemos”, aseguró. Y después de estos cinco años sin empleo vuelve a trabajar en una empresa de inserción que le permite volver a “respirar”. De la misma forma, el marroquí de 22 años Mohamed Ennatra también trabaja en la actualidad en una empresa de inserción después de haber pasado por empleos sin contrato o que le exigían 12 horas de trabajo en vez de las 8 que marcaba el documento. “Pero yo no podía hablar sobre eso”, remarcó aludiendo a su falta de derecho a la queja. 

Huir de su país

Al igual que Diaw, la camerunesa de 29 años Julienne Alvine Ongba Etoundi también encontró problemas de idioma en su reciente llegada a España hace tan solo 11 meses. “Vine con la intención de conseguir una vida mejor porque en mi país no había oportunidades para vivir libremente”. De esta forma, a los problemas que ella destacó de corrupción y falta de trabajo, añadió la dificultad para conseguir empleo “a pesar de tener estudios”. A este contexto sumó “la discriminación que sufríamos ya que había diferentes tribus y si no pertenecías a alguna te excluían”.

Así, después de pasar seis años alejada de su marido, quien ya residía en España, la camerunesa se reunió con él. “Logré el permiso de trabajo pero no me contrataron por no saber bien castellano”. Sabía que “necesitaba encontrar trabajo o formarme”, así que su trabajadora social le recomendó un curso de puesta en valor de los cuidados. “Me está ayudando mucho a capacitarme y a mejorar mi castellano, que es lo que me suponía más dificultades a la hora de entrar en el mercado laboral”. Una formación que le hace estar “muy motivada por comenzar a trabajar y por las oportunidades que no tenía en Camerún de adquirir conocimiento y de poder ponerlo en práctica”.

Por su parte, Stella Manyoma López, colombiana de 54 años, se vio obligada a huir de Chile, donde llevaba 14 años, a causa de los “conflictos de pueblos originarios que reclamaban sus tierras”. A finales de octubre llegó a España y comenzó a “buscar sobre cómo capacitarme para empezar una nueva vida” y mejorar en la formación. Sin embargo, al igual que Medina, ella también sufrió los obstáculos burocráticos para conseguir la documentación necesaria. “Es triste porque los extranjeros tenemos la intención de trabajar y salir adelante, pero no se puede porque hay muchas trabas”. Unas dificultades que no sus deseos de conseguir “una oportunidad y ser un aporte para la sociedad”.