En 1994 Colombia sufría una de las peores épocas de su historia. Los equipos paramilitares se endurecieron y se enfrentaron a las guerrillas, que dominaban el país. Miles de personas fueron asesinadas en matanzas indiscriminadas dejando las familias en viudas y huérfanos. Fue en ese momento cuando la religiosa Carolina María Agudelo puso en marcha la Fundación Compartir para proporcionar atención a viudas y huérfanos, que ahora pasa el testigo a su compañera Irayda Martínez. En 1999 la navarra Valles Pedroarena conoció su labor y fundó la ONG Compartir Navarra. Desde entonces han trabajado en conjunto y han forjado una estrecha relación entre Colombia y la Comunidad Foral. 

Metido en una deriva de violencia, la Masacre de la Chinita, que se saldó con 39 muertos, supuso el punto de inflexión para el obispo de la zona, que solicitó personal de ayuda antes de ser asesinado por grupos violentos. De esta manera, la hermana Carolina, religiosa de las Dominicas de la Presentación, fue trasladada de Medellín a al municipio de Apartadó, en principio, para tres meses. Puso en marcha la Fundación Diocesana Compartir para atender a las viudas y huérfanos víctimas del conflicto armado y desde el primer día se erigieron como el referente para todas aquellas personas. “Todos los días moría gente inocente y cada vez había más personas que no tenían dónde vivir o qué comer”, explica. 

Tan solo un año después de su llegada, el gobierno nacional sacó adelante una ayuda para atender a las viudas y le pidieron a Carolina que hiciese uso de ellas. “Con esas ayudas llegamos a nueve de los once municipios del Urabán Antioqueño, a dos no pudimos llegar por los bombardeos”, recuerda. De este modo, Compartir se estableció en los municipios de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá, San Pedro de Urabá, Apartadó, Carepa, Chigorodó,Mutatá y Turbo.

La hermana Carolina junto a un grupo de niños atendidos en la Fundación.

En el mismo mes de las ayudas, le avisaron “desde la gobernanza de Antioquía que venían de España buscando para trabajar con huérfanos y querían hacer unas casas con tutores. Dijimos que ese tipo de trabajo no lo recibíamos y presentamos el proyecto de los Hogares Día en cada municipio y nos los aceptaron”. Meses más tarde, comenzaron a colaborar con la ONG navarra Nuevo Futuro a través de un proyecto para tres años concedido por el Gobierno foral que colaboraba en el mantenimiento de los hogares y la alimentación de los menores atendidos. Cuando el proyecto llegó a su fin, en 1999, cogió el relevo la navarra Valles Pedroarena, que posteriormente fundó la ONG Compartir Navarra y estableció un programa de apadrinamiento

Puedo pedir para atender a más niños, pero no mejor

De esa época, la religiosa destaca que “a finales de los años 90 y principios de los 2000 solo había muertes y muertes. Recibíamos viudas todos los días, menores de 30 años y todas con hijos. Estábamos sobrepasados constantemente, pero había que seguir al frente”. Años más tarde, “empezaron a hacer las cosas de manera más discreta, pero no dejaron de matar gente, y sigue en este momento”.

Segunda vida

La Fundación Compartir dispone de programas para viudas y niños huérfanos para distintas edades, atendiendo todas sus necesidades con un equipo de 295 personas entre los que se incluyen profesionales de abogacía, educación infantil, psicología, psiquiatría y nutrición. El 40% del personal son víctimas que han sido atendidas por la fundación, también de manera académica, y ahora dedican su vida a ayudar a quienes sufren lo que ellas y ellos sufrieron. “Es una promoción constante. Una frase se me marcó de una mujer que me dijo que había aprendido a valorarse a sí misma: No sabía que valía tanto, me dijo”, destaca la directora.

Momento de clases en un Hogar Día de la Fundación Compartir

Compartir atiende en la actualidad a 2.880 niños y niñas y casi 3.000 viudas afiliadas. Los programas estrella son las reuniones semanales de viudas de apoyo psicológico y los Hogares Día, donde niños de 7 a 14 años reciben alimentación, ayuda con sus tareas escolares y realizan actividades de deporte y arte. Además, alimentan a 2.300 niños entre 2 y 4 años “como reyecitos. Vienen en riesgo de desnutrición, pero aquí se ponen hermosos”, presume la religiosa, que defiende que “a un pobre no hay que darle un pobre servicio, se merecen todo. Puedo pedir para atender a más niños, pero no mejor”. Además de la población colombiana, la fundación lidera la atención a personas que migran desde Ecuador o Venezuela, a quienes también proporcionan alimentos y atención sanitaria.

360 viviendas y más de 100 niños apadrinados con colaboración navarra

La Fundación Compartir tiene una estrecha relación con la Comunidad Foral casi desde su puesta en marcha. Tras tres años de colaboración con la ONG navarra Nuevo Futuro, pasaron a colaborar con Valles Pedroarena. “Conocí a la hermana Carolina y vi que la urgencia era el mantenimiento alimentario de los hogares y se nos ocurrió comenzar un programa de apadrinamiento”, explica. De aquel viaje, volvió con 50 fichas de niños y niñas y “para cuando llegué, ya tenía 35 apadrinados”.

Momento del encuentro con los padrinos en el Civivox Iturrama.

Un año después, siete personas formalizaron la ONG Compartir Navarra, con las que han llevado a cabo grandes proyectos. Crearon una empresa para gestionar la venta de un tipo de banano que “no tiene calidad para exportar, pero está muy bueno”. Se financió con dinero navarro y da empleo a nueve familias.

También con financiación del gobierno foral, el ayuntamiento de Pamplona y varios municipios más, llevaron a cabo la joya de la corona: la construcción de 360 viviendas. Unas obras que llevaron a juicio a la directora Carolina porque “le cuestionaban cómo podía haber construido tantas casas y tan rápido”. 

Ya en 2009, Pedroarena, el fotógrafo Enrique Pimoluier y Ricardo Goldáraz crearon la ONG En Tu Nombre, que actualmente mantiene a más de 100 niños apadrinados. Se pueden hacer donaciones permanentes o puntuales con un mínimo mensual de 20 euros y Pedroarena asegura que “tenemos unos padrinos súper fieles”. Desde que se creo la entidad, han enviado alrededor de 24.000 euros anuales, asegurando su asistencia a los hogares, uniforme, comida, útiles escolares y un regalo por navidad.

Uno de los ahijados lee una carta que le enviaron sus padrinos navarros.

Tras el fallecimiento de Pimoluier el año pasado, se organizó una exposición con fotografías suyas y de las que se han vendido copias con las que se está financiando la reforma de un local para habilitar un taller de confección de mujeres viudas. Otro proyecto fruto de una estrecha relación con una pequeña entidad navarra, donde “son tres pero cunden como veinte”, según asegura Irayda la nueva directora de la fundación.