T. no recuerda su paso por el hospital. Era una bebé de 16 meses cuando en 1986 le diagnosticaron una leucemia linfoblástica aguda, pero su historia con el cáncer –al menos la que ella recuerda– comenzó décadas después.

“De cuando tuve cáncer no tengo ningún recuerdo malo y durante años no pensé mucho en el tema. Pero a los 30 años vino una cosa tras otra. Primero los bultos en las tiroides, que aunque no eran malignos la endocrina me dijo que al haber tenido tratamientos de leucemia se podían volver malos. Así que a los 29 años me los quitaron y ahora dependo de una pastilla para vivir”, relató T. en el simposio Visibilizando la supervivencia al cáncer infantil: retos y esperanzas, organizado este miércoles por la UPNA en colaboración con la asociación Adano.

Ahora tiene 39 años y es una superviviente de cáncer infantil, pero haber sobrevivido a la enfermedad no quita para que el cáncer y los tratamientos le hayan dejado una huella para siempre. De hecho, el 75% de supervivientes desarrollan efectos secundarios años después de recibir el alta, un tercio de ellos de carácter severo. Por ello, reclaman un protocolo de seguimiento y que todos los problemas que acarrean sean tratados como una misma cosa, no por separado.

En 2016, con 31 años, T. y su marido querían tener un hijo, pero los análisis de fertilidad a los que se sometió no fueron positivos. “Me dijeron que la única posibilidad que tenía era una fecundación in vitro y que ni con eso me garantizaban un embarazo. Pero decidí intentarlo por mi cuenta y para nuestra sorpresa a los dos meses estaba embarazada”, recordó emocionada, y relató que después de que naciese su bebé fueron a por otro: “Lo mismo, a los dos meses volvía a quedarme embarazada, fue algo impresionante”.

Sin embargo, tras nacer su segundo hijo, T. empezó a tener dolores muy fuertes, que incluso le impedían moverse de la cama. Le diagnosticaron artritis reumatoide y a día de hoy sigue medicada. “Los supervivientes tenemos más probabilidades de tener otro cáncer, entonces al tener más riesgo trato de llevar una vida lo más saludable posible. Pero si 30 años después nos siguen pasando cosas estaría bien que tuviésemos una consulta de seguimiento, con revisiones periódicas”, sostuvo.

Olvido oncológico

Quien reclamó un mayor seguimiento fue M., una superviviente al cáncer por partida triple. Con tres años fue diagnosticada de una leucemia linfoblástica aguda, a los 6 tuvo una recaída y tuvo que recibir un trasplante de médula ósea que su cuerpo rechazó provocándole un herpes que le subió hasta el cerebro y sufrió dos infartos cerebrales. “Al principio no apostaban por mi supervivencia y luego me dijeron que mejor que no estudiara porque no iba a tener la suficiente capacidad”, relató ayer M. que a sus 28 años es licenciada en Administración y Dirección de Empresas.

Asegura que hubo dos cosas que le salvaron: ser “una friki” de las películas Disney, especialmente de Mulan y su amor por los loros. “Mulan se cortó el pelo para luchar contra los hunos en la guerra y a mí se me cayó el pelo para luchar contra el cáncer. Si ella pudo con los hunos, yo iba a poder con el cáncer”, apuntó entre risas. Además, los loros le gustan desde pequeña y recuerda con cariño cuando su abuela le regaló dos periquitos al recibir el alta. “Para mí es un logro que ahora mi casa esté llena de pájaros, es síntoma de que he superado la enfermedad”, apuntó.

Pero a pesar de su afán de superación, pasar un cáncer de niña tiene más sombras que luces. “Ahora tengo problemas de tiroides, no puedo beber alcohol, tengo el sistema ovárico dañado y también cansancio crónico”, relató esta joven que reivindicó el derecho al olvido oncológico: “Nos ponen muchos problemas para pedir una hipoteca o para acceder a un trabajo y eso es una discriminación".

Una evolución positiva

Junto a M. y T. participó en las jornadas R., de 42 años. que ha superado tres cánceres. “Con 12 años me salió una enfermedad muy agresiva en la piel, muy aparatosa, se me llegaron a engangrenar las manos y los pies y acabó siendo cáncer. Años después me detectaron otro tumor en las tiroides y hace 5 años un linfoma de Hodgkin”, explicó R., que detalló que los tratamientos y el hospital de hace 30 años nada tienen que ver con los de ahora.

Estoy muy contento porque veo que lo que me tocó vivir a mí no es comprable a lo de ahora. La evolución es muy positiva”, aseguró. Tampoco Adano, que llevaba pocos años en funcionamiento, era lo que es ahora y pese al apoyo que la asociación brindó a su familia, R. relató que su padre entró en depresión tras el proceso que les tocó vivir. “Mi madre que era una persona tranquila fue la que dio el DO de pecho y la que me dio la fuerza para estar donde estoy ahora”, señaló.

Y a él, que había lidiado con un tumor siendo solo un niño, le tocó hacer frente a otro cáncer en la escuela: el bullying. “Pasar por algo así cuando eres niño es muy complicado y el bullying quizá no se veía tanto como ahora, pero ahí estaba. Por eso también es importante trabajar en los colegios y hacernos un seguimiento a los supervivientes, porque aunque estás curado en cuanto al diagnóstico, no estás realmente curado, tenemos muchos efectos adversos y seguimos teniendo que hacer visitas al médico”, sentenció R.