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Vivienda en Navarra | "Vivir en una habitación se siente como llevar una mochila a hombros"

Erika Ríos y su madre están instaladas en un cuarto por el que pagan 350 euros y del que “apenas podemos salir”

Vivienda en Navarra | "Vivir en una habitación se siente como llevar una mochila a hombros"Iñaki Porto

Al principio, la madre de Erika Ríos pagaba 300 euros al mes por una habitación en un piso de la Txantrea. Cuando ella llegó hace un año a Navarra, la dueña subió el alquiler a 350 euros. Abandonaron Perú para huir de la inestabilidad económica provocada por los constantes cambios de estado y de la delincuencia. “Aquí el estilo de vida es más cómodo y puedo vivir en paz”. Donde quizá no se siente tan tranquila es en su propio hogar, debido a su vacía relación con la arrendadora y compañera de piso. “Me gustaría poder tener al menos un platito en la casa”, señala.

Según cuenta, la dueña no les permite hacer vida fuera de la habitación; apenas les permite pasar tiempo en el salón, no se sienten cómodas para cocinar, tienen que comer en el cuarto y, a la hora de hacer sus necesidades, van con cuidado al baño para no molestar. “Se siente como si lleváramos una mochila a hombros. Cuando emigramos hasta aquí nunca pensamos que podríamos pasar por esto. Solo queríamos vivir bien y tener el derecho de poder cocinar o podernos duchar”, se lamenta.

Desde hace un año, llevan buscando otro piso en el que poder vivir. Sin embargo, “está todo muy copado y las inmobiliarias no te dejan entrar a no ser que demuestres una nómina y muchos papeles que por nuestras circunstancias personales no tenemos”, sostiene. Además, cuando encuentran un piso nuevo, lo más común es que les exijan unas condiciones similares. De nuevo, no pueden dejar sus objetos personales en la cocina o en el salón, solo se puede hacer uso de la habitación y apenas utilizan el baño para asearse. Como consecuencia, Erika hace lo posible para estar fuera de casa y llegar al piso solo para dormir. De lo contrario, “estaría encerrada en un espacio muy pequeñito sin nada que hacer. Prefiero pasear tranquila por las calles de Pamplona, que son mucho más simpáticas que allá en el Perú”, explica.

Además de la búsqueda de otras habitaciones, Erika también trata de contactar con las administraciones para poder acceder a un piso de protección, donde “seguiría pagando por el cuarto, pero sería menos y podríamos llegar a fin de mes con menos dificultades”. Sin embargo, no hay demasiado apoyo y hay tanta gente que se encuentra sin recursos que es muy difícil acceder a este tipo de viviendas. “Con todo este tiempo, y el que nos queda, me he dado cuenta de que se paga por tener comodidad, pero los arrendadores no siempre están dispuestos a vender su comodidad. Yo también debería tener el derecho de ducharme o de cocinar por el precio al que estoy pagando la habitación”, reflexiona. Mientras tanto, no les queda otra de esperar con la esperanza de que puedan conseguir una mejor habitación o de que les respondan de los pisos de protección.