Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y si una persona con un trastorno mental grave no quiere, no puede o no se ve capaz de acudir a los recursos de la Red de Salud Mental, es la propia red la que llega hasta estas personas.
Desde septiembre un equipo formado por un psiquiatra, una enfermera especialista en Salud Mental, un técnico en cuidados de Enfermería (TCAE) y una trabajadora social atiende a personas sin hogar en Pamplona que presentan un trastorno mental grave. Y lo hacen en la calle, dando un paseo, haciendo la compra o tomando un café en una terraza con el objetivo de poder asistir a estas personas que están desvinculadas de la Red de Salud Mental.
Son el ETAC (Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario), un programa de la Red de Salud Mental de Osasunbidea que acaba de echar a andar como proyecto piloto para atender a usuarios del Servicio Municipal de atención a Personas sin Hogar de Pamplona, aunque la idea es extender el equipo más allá, porque los ETAC no están diseñados únicamente para atender a personas en alto riesgo de exclusión, sino a toda aquella persona que por las circunstancias que sean –e independientemente de su situación socioeconómica– tenga un trastorno mental grave y se haya desvinculado de la Red de Salud Mental.
Sin embargo, este primer año han empezado con las personas sin hogar por ser un colectivo muy vulnerable y con una mayor incidencia de enfermedades mentales: se estima que la prevalencia de los trastornos mentales graves suele ser del 10% en la población general, pero en las personas en situación de calle ese porcentaje asciende al 30%. “Son los invisibles de entre los invisibles”, señala el psiquiatra Aitzol Miguelez, que junto a Alicia Clavería (trabajadora social), Koldo Anaut (TCAE) y Lola Pérez (enfermera especialista en Salud Mental) forman el primer ETAC de Osasunbidea.
La idea, explican, es que tras este primer año de experiencia piloto, el programa se amplíe a la atención de más personas y que se creen más equipos en diferentes zonas de Navarra, que es una de las pocas comunidades en las que todavía no se había implantado este proyecto. No obstante, Miguelez subraya que desde la Gerencia de Salud Mental “han apostado de manera decidida por este programa, quizá con más medios que en otros lugares”.
Vínculo terapéutico
La jornada del ETAC arranca a las 8.00 de la mañana con una reunión de los cuatro miembros del equipo para organizar el día –aunque el plan establecido “casi nunca se cumple, porque nos van surgiendo cosas y nos tenemos que ir adaptando”, matiza Anaut– y salen por parejas a la calle. “Los pacientes nos los derivan los propios educadores del programa de Alta Exclusión del Ayuntamiento de Pamplona, que la verdad es que hacen una labor excepcional.
Una vez que tomamos contacto lo que hacemos es tratar de establecer un vínculo terapéutico”, explica Clavería. Ese vínculo, esa relación de confianza que tienen que entablar con el paciente, es complicada y lleva tiempo, mucho tiempo. En primer lugar por la complejidad de estas personas en situación de calle y, en segundo lugar, porque la mayoría de ellas no quieren saber nada de la atención convencional y no son conscientes de que padecen una enfermedad mental.
“Ellos muchas veces no perciben que necesitan ayuda y no a todas las personas que sufren un trastorno mental grave les viene bien la atención hospitalaria. Algunos pacientes, como a los que atendemos, necesitan ser abordados de manera más individualizada y en su entorno. Por eso es tan importante crear ese vínculo, porque al final participar en este programa es algo que el paciente tiene que decidir voluntariamente”, expone Miguelez.
En este punto, recalca la importancia de hacer una buena derivación, porque ni todas las personas que les llegan son idóneas para este programa, ni todas tienen un trastorno mental grave. “Cuando nos derivan un paciente le hacemos una primera valoración, para ver que cumple los requisitos. Al final, en personas en situación de calle se dan consumos de sustancias muy severos que pueden confundirse con un trastorno mental. Pero aunque no entre en el programa, desde elETAC orientamos a esas personas para que puedan ser atendidas donde corresponda, ya sea en un centro de Salud Mental o enAtención Primaria”, explica el psiquiatra.
El día a día
Tras esa primera reunión, los miembros del equipo salen por parejas para atender a los pacientes con los que han quedado y los acompañan a hacer algo de compra, a tomar un café o a dar un paseo. “Simplemente eso implica hacer terapia y seguir creando ese vínculo con ellos”, señala Pérez, que como enfermera en muchos casos tiene que hacerles pruebas y analíticas –como saturación de oxígeno, muestras de sangre o pruebas de glucemia– mientras están sentados en una terraza o en un banco. “Siempre tratamos de hacer estos cuidados básicos con cierta intimidad, pero es importante que ellos se sientan cómodos en su entorno, en su día a día, que no se sientan institucionalizados”, comenta la enfermera.
Cada uno de los cuatro profesionales tiene un perfil diferente e imprescindible para ofrecer una atención adecuada, pero para estar en unETAC “no te tiene que importar remangarte”, apostilla Anaut, que indica que estas personas sin hogar con trastorno mental grave son “los olvidados entre los olvidados” y que tratan de acompañarles y de trabajar con ellos, siempre desde la autonomía de las personas.
La dificultad de trabajar con estas personas es, por un lado, su alta exclusión y las dramáticas condiciones materiales en las que viven, sin un techo sobre el que protegerse del frío o una cama en la que dormir, y, por otro, el gran estigma que les rodea. “La gente tiende a pensar que las personas con trastorno mental grave son violentas o agresivas, pero todo lo contrario. De hecho, suelen ser más personas agredidas que agresoras”, apunta Pérez, a lo que Miguelez añade que las principales patologías de los pacientes que atiende el ETAC son la esquizofrenia, el trastorno bipolar y el trastorno esquizoafectivo, aunque señala que también hya muchos casos de “trastornos por consumos de sustancias severos”.
La mayoría son hombres de entre 40 y 60 años y, por lo general, “todos están sufriendo mucho”, sostiene Clavería. “Es muy difícil sacar a una persona de una situación de calle y en muchos casos pese a su trastorno lo que necesita no es un ingreso en un centro, sino una vivienda”, defiende la trabajadora social. “Nosotros solemos decir que techo y comida es la mejor medicación para estas personas”, apostilla Anaut, TCAE, y seguidamente Pérez –enfermera– añade que “muchas veces, cuando les preguntamos a ver qué necesitan, nos contestan: ‘Que me escuchéis...’”.
El objetivo del programa, de momento, es mejorar la calidad de vida de estas personas, siendo la meta su revinculación al sistema de la Red de Salud Mental y su inclusión en la sociedad.Pero para eso, hace falta “tiempo, mucho tiempo”, incide Miguelez, que apunta también que la terapia de estas personas tiene que ir, sí o sí, acompañada del fin de su situación de exclusión. “Que acabes en la calle con una enfermedad mental es como estar en la UCI, y está claro que la calle enferma”, sentencia.