Las familias navarras siguen al pie de la letra la locución latina carpe diem –aprovecha el día–. A pesar de la lluvia, la niebla, el frío y de la ligera capa blanca que quedaba este domingo en las montañas, resistieron y recorrieron las carreteras de la Comunidad Foral en busca de una colina con nieve por la que poder deslizarse con un trineo, jugar a la guerra de bolas o que los más pequeños imiten a Anna –de Frozen– y les pidan a sus padres que les hagan un muñeco de nieve como Olaf. Y uno de los destinos que nunca falla es el Puerto de Ibañeta –alto que delimita los municipios de Luzaide/Valcarlos y Orreaga/Roncesvalles–: “Organizamos el día anterior este plan sin saber que iba a llover y que tendríamos que estar con niebla. Así que, al ver cómo estaba el día, hemos tirado hasta aquí que siempre está blanco”, explicaron Yolanda Redín y Sara San Roque, vecinas de Sarriguren que llegaron a primera hora de la mañana con sus familias.

Mientras ellas y sus maridos luchaban contra las condiciones meteorológicas adversas, sus hijos Iker y Xabier Ederra, de 14 años y 11 años respectivamente, y Marc Agustín, también de 14 años, se tiraban por la colina sin ser conscientes de que no solo se estaban mojando por caerse del trineo, sino también por lo que emanaba del cielo. “Llevábamos dos inviernos sin venir y teníamos ganas porque nos gusta mucho”, comentó Iker. De hecho, ellos fueron los culpables de que surgiera este plan: “Como estaban los críos erre que erre con ir a la nieve, hemos ido en su busca para que se diviertan, se cansen y se desquiten. Lo esencial es que ellos echen un buen rato y que no se queden con las ganas. Y la mañana del domingo ya está hecha”, señaló Sara.

Arantza Mayayo, junto con su hija Andrea, de 6 años. Javier Bergasa

La resistencia de estas dos familias fue esencial para que ocurriera el famoso “efecto llamada” cuando les vieron deslizarse colina abajo y tirándose bolas de nieve. De hecho, Jon Navarlaz y Marlene San Martín, pamploneses, pensaron en dar la vuelta conforme vieron la lluvia y la niebla, pero por la insistencia de su hija Claudia –de 11 años– y como resultado de ver rastros de nieve y gente echando su mañana, siguieron adelante, dejaron el coche y subieron con los trineos. “No teníamos un plan mejor, así que hemos confiado en que disfrutaremos a pesar del tiempo. Y cuando caiga una nevada en condiciones, de esas que dejan Roncesvalles completamente blanco, volveremos porque es un plan familiar muy chulo y son días especiales porque en Pamplona nunca nieva”, mencionó Marlene.

Las primeras nieves de los txikis

La nueva era digital ha provocado, entre otras cosas, que la gente documente su vida a través de una cámara o de un teléfono móvil, lo que se traduce en la génesis de un álbum de recuerdos infinito en el que se pueden ver los momentos más especiales de una persona, como cuando uno pisa la nieve por primera vez. Olga Zurbano subió por el hielo con la silleta de su hijo Damián, de un año, para que pudiera ver por primera vez la nieve. “Poca aventura con la silla, pero es una forma de que empiece a conocer el mundo”, mencionó Olga. Después, se animó a sentarlo sobre el manto blanco y el crío se puso a llorar. “Y eso que solo la ha rozado con el culete, que si la llega a coger con la mano...”, se rió.

Katisha y Jon Usandiziaga, justo antes de tirarse con el trineo. Javier Bergasa

Por otro lado, a pesar de que Laia y Aran Flores, de 2 y 4 años, no se estrenaron en Ibañeta, sí fue una de las primeras veces que sus padres –Roberto Flores y Ekiñe Ruiz, vecinos de Erripagaña– les llevaron a conocer el hielo. “Este año no lo habían visto todavía, así que les tocaba excursión”, aunque el día no estuviera acompañando. “Si nos quedáramos en casa todos los días que son revoltosos, no saldríamos nunca. Los días se hacen largos si no hacemos nada con los txikis”, indicó Roberto. Y mientras Laia se tiraba con el trineo y obligaba a su padre a que la subiera a hombros, Aran le pedía a Ekiñe volver al coche porque se había mojado el calcetín y tenía frío. “Y eso que él era el que estuvo toda la semana pidiéndonos esta excursión. Luego, estará tan contento corriendo y jugando por aquí como si nada”, bromeó la madre.

Jon Navarlaz, Marlene San Martín, Claudia y Marcos Navarlaz. Javier Bergasa

Y, como los demás, Arantza Mayayo también fue con su hija Andrea, de 6 años, “desesperaditas en busca de nieve porque nos encanta. Y como todavía no nos hemos ido a esquiar, pues hemos venido hasta aquí, el abuelo, que se ha quedado en el coche porque hace mucho frío, la madre y la hija”, comentó Arantza. Al principio, llegaron con dudas porque vieron que estaba lloviendo y creyeron que se habría derretido con el agua, pero “hemos venido a la aventura, confiando en que aquí habría, y nos ha salido muy bien la jugada. La cría está que saca chispas porque no ha visto mucha nieve porque como en Pamplona nunca cae...”.

Disfrutar a pesar del mal tiempo

Varios vecinos de Arrieta pensaron en organizar una excursión a la nieve, pero se desmotivaron en cuanto comenzó a llover. Fue entonces cuando Jon Usandizaga –del Centro de Retiros de Yoga y Meditación Pirineo– pensó en aquella vez que su madre le llevó a la playa, a pesar de que hubiera fuertes tormentas. “Ella me decía que era importante vivir desde el corazón y que lo de fuera no tiene que dirigir nuestras acciones y sentimientos. Así que vine para homenajear a mi madre, porque quiero disfrutar con mi hija Katisha a pesar del mal tiempo, apuntó. Asimismo, cada vez hay menos nevadas en Navarra debido al cambio climático, por lo que “la enseñanza de mi madre se acentúa. Si la belleza de la naturaleza es más escasa, hay que disfrutarla siempre”.