La IX edición del Campus Ultzama, organizada por la Fundación Arquitectura y Sociedad, presentó este sábado tres proyectos innovadores de vivienda social diseñados para parcelas en Barañáin, Arrosadia y Sarriguren. Durante una semana, veinte estudiantes internacionales trabajaron junto a arquitectos de prestigio para desarrollar soluciones que combinen calidad de vida, sostenibilidad y viabilidad económica. El encuentro, celebrado en el Centro Ecuestre Los Robledales, se convirtió en un verdadero laboratorio de ideas sobre vivienda protegida, donde se debatieron temas como densidad, modularidad, flexibilidad, ventilación y belleza sin sobrecostes. Según Patxi Mangado, impulsor del campus, “soñar un poco también forma parte del trabajo del arquitecto”, recordando que el verdadero valor de este tipo de experiencias reside en “las ideas que se cruzan y no solo en los proyectos finales”.
Barañáin: tres enfoques para un mismo reto
El primer solar analizado fue el de Barañáin, donde el grupo coordinado por Andrea Deplazes presentó tres propuestas radicalmente distintas bajo el lema Living, not Housing. La primera propuesta planteó un sistema modular con volúmenes cilíndricos transversales que, además de su fuerza estética, funcionaban como microespacios habitables y chimeneas de ventilación natural. Apostaba por la prefabricación industrial para equilibrar coste, eficiencia y calidad, con viviendas de una a cuatro habitaciones. La segunda propuesta se inspiró en la tipología de veranda como galería abierta al entorno, con módulos de doble orientación y ventilación cruzada, diluyendo los límites entre lo privado y lo público. El tercer proyecto enfatizó la zonificación entre áreas diurnas y nocturnas en viviendas compactas de tipología variada (2, 3 y 4 habitaciones), estructuradas en torno a un eje central que integraba zonas comunes amplias para fomentar la comunidad sin sacrificar la privacidad.
Durante los comentarios, Patxi Mangado elogió la primera propuesta por su equilibrio entre innovación formal y viabilidad técnica, pero mostró reservas con las siguientes por no contemplar requisitos básicos como la ventilación o la eficiencia de costes. Carlos Jiménez advirtió sobre “confundir experimentación con complejidad innecesaria”, mientras Deplazes defendió que “las regulaciones son a veces un disparo a la creatividad”.
Arrosadia: tejer vínculos con el entorno
El segundo proyecto, desarrollado por el grupo de Carlos Jiménez y João Pedro Serôdio, se centró en Arrosadia, un área con “cierta desconexión funcional y espacial con las zonas públicas”. Su propuesta modular y fragmentada articulaba volúmenes, pasarelas y corredores abiertos para crear una diferenciación orgánica entre espacios privados y colectivos.
La estructura desplazada al exterior liberaba el interior de las viviendas y permitía máxima flexibilidad. Con unidades de dos a cuatro habitaciones y triple fachada, la propuesta generó entusiasmo y escepticismo entre los tutores. Mangado la calificó como “excelente, pero no es un proyecto de vivienda social”, aludiendo a que “hacer vivienda social implica ofrecer el máximo número de viviendas al menor coste posible, sin renunciar a calidad ni habitabilidad”.
Sarriguren: flexibilidad y adaptabilidad como eje
El último grupo, coordinado por Patxi Mangado y Franc Fernández, abordó un solar en Sarriguren con una propuesta inspirada en Fernando Távora. El proyecto partía de la continuidad de fachada con los edificios vecinos y se articulaba alrededor de un gran patio o calle central cubierta por una techumbre translúcida, generando espacios abiertos y conectados vertical y horizontalmente.
Las viviendas de 2, 3 y 4 habitaciones disponían de terrazas cubiertas amplias y distribuciones adaptables, permitiendo evolucionar según las etapas vitales de sus ocupantes. Apostaban por la prefabricación para contener costes y destinar más recursos a elementos de alto impacto como las fachadas.
Franc Fernández destacó que se trata de “una propuesta baratísima que da respuesta a personas que probablemente solo podrán adquirir una vivienda en toda su vida. Tenemos la obligación de ofrecerles algo que las acompañe dignamente”.
La gestión pública ante el desafío de la vivienda
La jornada concluyó con la intervención de Javier Burón, director general de Nasuvinsa, quien planteó los dilemas estructurales de la promoción pública de vivienda: “No sabemos exactamente cuántas viviendas hacen falta en Navarra, pero sí que necesitamos construir sin descanso”. Burón enfatizó la necesidad de una diversidad tipológica y de repensar la legislación: “La vivienda protegida ya no es barata de construir, es extremadamente cara. Necesitamos ideas que piensen fuera de la caja y, si hace falta, cambiar la caja”.
La IX edición del Campus Ultzama reunió a veinte estudiantes internacionales que, durante una semana, diseñaron y debatieron modelos de vivienda social digna y asequible. Como concluyó Mangado, “el propósito de este campus es soñar un poco”, pero también aterrizar esos sueños en planos construibles y estrategias transformadoras que hagan posible una arquitectura socialmente comprometida.