Miguel Ángel tiene un futuro al que mirar
La familia Juvier Truviño, de Cuba, recibe ayudas del programa CaixaProINfancia que lucha para erradicar la pobreza infantil
Miguel Ángel Juvier (Cienfuegos, 2015) se despidió de Cuba entre el cielo y el mar, mientras los ojos aguardaban a tientas una tierra nueva. Tenía cuatro años cuando cogió su primer avión junto con su madre, Suleidy Truviño, de 38 años, rumbo a Pamplona, lugar en el que se reencontraría con su padre, Yosvany, de 48, quien ya llevaba cinco años en la capital navarra con el objetivo de tener un futuro mejor, lejos de la crisis política y económica de su país de origen. A través de la ventanilla se encontró con un océano infinito y tres ciudades intermedias: Berlín, Praga y Bilbao. Después, descubrió la que iba a ser su casa durante los siguientes años, aunque no por mucho tiempo, puesto que se instauró el Estado de Alarma y la ciudad navarra se convirtió en un habitáculo reducido, de escasos metros cuadrados en un pisito muy pequeño. De esta forma, se truncó el sueño de un futuro mejor y tuvieron que afrontar la pandemia con cierta precariedad económica, tan solo con el sueldo de Yosvany, problemas relacionados con la obtención de la nacionalidad y las complicaciones que emergen al abandonar un hogar y comenzar una nueva vida lejos de todo.
Todo fue difícil al comienzo. Incluso, una pesadilla, tal y como asegura Suleidy al recordar los 46 días que tuvieron que estar confinados. De normal, cuesta adaptarse a un nuevo lugar porque se abandona una parte de la historia personal y de la familia, pero no podían mirar atrás. Allá no había vida de ningún tipo, asegura. Y llegaron aquí para luchar por el futuro de Miguel Ángel, aunque cueste. De hecho, después de que los tres consiguieran la nacionalidad, ella comenzó a trabajar y en casa contaban con dos sueldos. Sin embargo, poco después, falleció el hombre al que Yosvany atendía, se quedó en paro y, además, sufrió un problema en la vista por el que esperan que le concedan la minusvalía o que, al menos, no le rechacen cada vez que va a una entrevista de trabajo y se percatan de su dificultad. Y, de nuevo, un solo sueldo —el de ella, que trabaja en una panadería del Soto de Lezkairu— y un hijo al que mantener. Y al que le acababan de diagnosticar TDH.
La psiquiatra les habló de una fundación llamada CaixaProinfancia, que atiende a los niños con esta alteración. Desde entonces, Miguel Ángel visita a su psicóloga dos veces al mes —antes, cada semana—. La quiere mucho y se llevan muy bien. Le hace más caso a ella que a sus propios padres, dice su madre entre risas.
Erradicar la pobreza infantil
Además del apoyo terapéutico, este programa de la Fundación la Caixa, que tiene como objetivo erradicar la pobreza infantil, impulsa la integración social y educativa de los menores en situación de vulnerabilidad. Ofrece también diversos planes de ocio como las colonias de Hondarribia, campamentos urbanos, regalos en fechas señaladas como Navidad, utensilios para la vuelta al cole o bonos escolares. En el caso de Miguel Ángel, también le han ayudado con un problema de psicomotricidad en los pies —talón de Aquiles corto—, y recibe sesiones para relajar el músculo y poder andar bien.
A su vez, Yosvany también se ha beneficiado del programa. Cuando se quedó sin trabajo, le ofrecieron un curso de logística con prácticas, que espera que le sirva para el futuro. Actualmente se encuentra de baja médica tras operarse de la vista. Todo esto supone un alivio, porque de otra forma, Miguel Ángel no saldría de casa.
Esto cobra aún más importancia en verano, cuando muchos niños tienen menos opciones de ocio. Con estas actividades, evitan que esté todo el rato en el sofá, con la tableten la mano, ya que su madre trabaja y su padre apenas puede salir. Aunque suene tímido al contarlo, Miguel Ángel es uno de los más populares, porque todos los niños le conocen tras varios años asistiendo al programa.
"Cuando se puede"
Los ojos de Miguel Ángel se han ido adaptando a un paisaje menos tropical que el de su Cuba natal, pero con encanto. Gracias a las salidas a la playa de Hondarribia, cada día tiene más claro que quiere ser biólogo marino. Aunque le gustaría volver algún día a Cuba, ya reconoce Pamplona como su segundo hogar. Esto ha sido posible por todas las actividades gratuitas del programa, aunque muchas veces los padres deben aportar algo de dinero. No son solo los juegos: el tiempo que pasan fuera requiere comida y bebida, y los gastos suben. No siempre pueden permitírselo cada semana, pero lo intentan cuando se puede.
Desde que le detectaron la enfermedad ocular a Yosvany y perdió el trabajo tras la muerte de la persona a la que cuidaba, solo entra un sueldo en casa. Esperan que alguien le ofrezca empleo o que le reconozcan la discapacidad, aunque saben que la espera puede ser larga.
Navarra | Una mirada que habla cuando no hay voz
Aún no saben lo que les deparará el futuro: si podrán traer a sus padres desde Cuba, si mejorará su situación económica o si continuarán viviendo en Pamplona. Pero sí tienen claro su objetivo: que Miguel Ángel estudie y cumpla sus sueños. Extraña Cuba, pero no quiere marcharse de aquí todavía. Está contento en la escuela y con sus amigos.
Eso consuela a Suleidy, aunque detecte nostalgia en su hijo. Sabe que si siguieran en su país, estarían “en la mismísima mierda”. No le gustaría regresar jamás, ni aunque tuviera dinero. Allí pueden cortar la corriente entre dos y 24 horas. Y eso implica perder la posibilidad de cocinar, de tener luz o aire.
Lejos de aquella primera casa que Miguel Ángel conoció durante sus cuatro primeros años, su mirada se posa ahora en un lugar que ya siente como suyo. Aunque ese hogar ya lo probó desde el momento en que vio a sus padres juntos por primera vez.
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