De niño me comí algún campamento de visera, chancleta y rancho. No muchos, suponían un desembolso muchas veces inasumible para una familia numerosa que hacía de la austeridad su milagro diario. Ya de adulto, con un poco más de solvencia, hemos buscado cada verano alguna colonia fiable que permitiera conciliar las eternas vacaciones de mis hijos con nuestras responsabilidades de adultos.
No pedíamos tanto, que fueran divertidas, mínimamente pedagógicas, que proyectaran valores, que fueran inmersivas en el euskera y, sobre todo, que aseguraran una buena custodia de los niños. Y advierto, encontrarlas no es una tarea tan sencilla como pueda parecer. Desde hace mucho tiempo existen opciones públicas, estupendos planes de ocio para la chavalería, mucho mas atractivas pero con una demanda tan grande que resulta complicado resultar agraciados.
Llegados a este punto los padres valorábamos las diferentes opciones atendiendo al perfil de nuestros hijos, hay tantas como podamos imaginar. Que el crío es futbolero, lasai, pues hay multitud de propuestas para desfogarse. Están los campus liderados por exfutbolistas y además esos otros que organizan los clubes mas modestos. Si te lo permite la cartera también puedes inscribirlos en los que llevan el sello de nuestros primeras, la diferencia de la estancia suele estar en el coste y por supuesto, el glamour de corretear por Zubieta, Lezama, Tajonar o Ibaia.
Pero no todo es fútbol, de hecho si al chiquillo le van otros deportes como la pelota, la vela o el surf se le abren otras tantas oportunidades. Será por campamentos: multiaventura, tecnológicos, idiomáticos o los del entorno scout. El denominador común de todos ellos, que son un alivio para los aitas, ocio para los niños y un sacaperras para las familias. Otra cosa bien diferente es lo que parece que ha podido ocurrir en el udaleku privado de Bernedo, detalles escabrosos que tampoco han desmentido los propios organizadores.
Adultos con formación
La cadena de confianza no ha funcionado. Los progenitores siempre queremos poner al cuidado de nuestros hijos a adultos fiables con formación y altura moral suficientes para delegar en ellos su custodia temporal. No sabemos si por desconocimiento, desinformación o imprudencia esta vez la cadena de confianza no ha funcionado. El envoltorio de los campamentos podría pasar el filtro pero lo que ha ocurrido puertas hacia dentro no tiene un pase. Si es escandaloso el relato de los menores, no le andan a la zaga los intentos de blanqueamiento que están haciendo algunos medios y personalidades.