El duelo por suicidio no es como los demás. Según varios estudios, el nivel de sufrimiento que se experimenta después de que un ser querido se quite la vida tan solo es equiparable al que han sufrido quienes vivieron en un campo de concentración o en un conflicto bélico.

La asociación Besarkada-Abrazo sostiene que cada suicidio puede llegar a afectar hasta a 135 personas del entorno del fallecido y que entre seis y doce de ellos arrastrarán secuelas de por vida. Son datos basados en estudios sobre suicidio y que los trabajadores de la asociación corroboran en su atención diaria a los denominados supervivientes, personas que continúan viviendo después de la muerte por suicidio de un ser querido.

Principalmente, explica Unax Flores, psicólogo de la asociación, “son familiares y amigos” de la persona fallecida, pero cada vez están recibiendo la llegada de nuevos perfiles. “Cada vez nos encontramos un perfil ya no solo de parentesco directo con la persona fallecida. Hemos atendido amigos, cuñados, compañeros de trabajo, de estudios, etc. Y nos ha tocado ir a centros escolares y empresas para abordar el suicidio de un trabajador o de un estudiante”, relata Flores.

Esta diversidad de perfiles responde, según el psicólogo, a un aumento de la sensibilidad acerca del suicidio, lo que hace que más personas recurran a asociaciones de apoyo como Besarkada. “Todavía queda mucho camino por recorrer, pero cada vez se habla más sobre el suicidio y se va desestigmatizando, y eso propicia que cada vez más gente pida ayuda cuando la necesita”, sostiene.

Atención a menores y jóvenes

En este sentido, Sara Pérez, también psicóloga de la asociación y superviviente al duelo por suicidio de su padre, pone el foco en las particularidades del duelo en niños y adolescentes. “Cuando nuestro cerebro, nuestro corazón, nuestro cuerpo, nuestra alma están en proceso de construcción no tenemos tanta capacidad para afrontar ese hecho y el impacto, por lo tanto, es mucho más potente y desestructurante”, apunta.

La psicóloga expone que los jóvenes “experimentan una ruptura con la sensación de seguridad” a la que se suma una dificultad por establecer una narrativa coherente de lo ocurrido y, en este sentido, aboga por que desde los adultos “se mantenga una actitud atenta para observar señales de alarma en este proceso de duelo y protegerlos”. “Lo que no necesitan es que juzguemos de alguna manera su dolor, que no intentemos al menos de entrada aliviarlo, sino acogerlo, validarlo, escucharlo y abrazarlo”, indica.

113 personas atendidas

La asociación Besarkada –fundada en 2016– atiende actualmente a 133 supervivientes en un momento en el que las muertes por suicidio en Navarra están descendiendo ligeramente tras haberse situado en máximos en los últimos años. En 2023 se llegó al techo de 63 fallecidos por esta causa y el año pasado fueron 58, cinco menos, mientras que hasta el 19 de agosto de 2025 se han producido 30 suicidios en la Comunidad Foral, cifra por debajo de la de años anteriores en este periodo.

Y para hacer frente a los duelos que dejan estas muertes, Besarkada ha atendido en el primer semestre del año, tanto a nivel individual como grupal, a 43 nuevas personas, llevando a cabo 474 sesiones de acompañamiento psicológico individual a supervivientes. Asimismo, la asociación ha trabajado también la prevención con un acompañamiento socio-comunitario a 10 personas con ideación suicida.

Jornadas el viernes

Por otra parte, con motivo del Día Internacional del Superviviente del Suicidio, Besarkada celebrará este viernes en Civivox Iturrama la jornada Acompañamiento del duelo por suicidio, en la que los supervivientes Manuel Mendoza y Lucía García contarán sus testimonios. Esta actividad, según explican desde la asociación, se enmarca dentro de la campaña de prevención ¡Espera! Estoy aquí, que arrancó en septiembre y que ha contado con la colaboración del Gobierno de Navarra, el Ayuntamiento de Pamplona y la Fundación Caja Navarra.

"Todas las emociones son válidas"

El duelo por suicidio no tiene una duración determinada, incluso en algunos casos es algo con lo que los supervivientes tienen que convivir toda la vida. Se trata, según explica Flores, de un proceso “traumático” porque “es repentino, inesperado, violento y excede a las capacidades de afrontamiento de los familiares o el entorno cercano de la persona fallecida”.

“Hacer un buen acompañamiento a los supervivientes del suicidio es fundamental. Lo primero es escuchar, que expresen su dolor y sus sentimientos. A los allegados, familiares y amigos, tratamos de hacerles ver que cualquier emoción es válida tras un suicidio, que las acepten, incluida la tristeza y la culpa”, sostiene Flores.

En el caso de la culpa, el psicólogo indica que es una emoción que “no se puede estirpar con un bisturí directamente y requiere de un trabajo duro, doloroso y largo. La idea es entender el sentido de esa culpa y profundizar en ella”.

En cuanto al abordaje con menores y jóvenes, Flores aboga por “contar siempre la verdad adaptada, con información veraz para deshacer mitos”. No obstante, matiza que la verdad adaptada a los 8 años, ya no vale a los 16, por lo que hay que dar respuesta a las demandas de cada persona concreta. “Es muy importante escuchar y abrir la puerta a que los menores supervivientes hablen de cómo se sienten y en función de eso abordar la muerte del ser querido. Hay que escuchar porque sino puede pasar que demos información que no necesitan o que no quieren saber”, apunta el psicólogo.