Bajo el lema ‘La violencia también se oculta en lo cotidiano. Hagámosla visible’, el Gobierno de Navarra ha lanzado este lunes una nueva campaña institucional con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres, que este año se centra en denunciar las llamadas “violencias silenciosas”, consideradas erróneamente inofensivas o menos graves, y que en realidad generan formas de control, desvalorización o discriminación basadas en el género.

El objetivo de la campaña ante el 25N es concienciar a la sociedad navarra sobre comportamientos, actitudes y discursos justificados socialmente, que muchas veces pasan desapercibidos, pero que sirven de “caldo de cultivo” para legitimar violencias más explícitas y graves hacia las mujeres. El Gobierno de Navarra pretende fomentar la reflexión en torno a lo que escuchamos cada día, presenciamos o protagonizamos, para facilitar la detección de estas formas de violencia y evitar su ‘naturalización’. 

Entre las formas de violencia normalizada más habituales se encuentran la violencia psicológica, económica y simbólica. Esta última está principalmente dirigida al cuerpo de las mujeres y a las expectativas que se les imponen en función de estereotipos sexistas. Estas agresiones cotidianas conducen a muchas mujeres a experimentar manipulación, pérdida de autoestima y autonomía, lo que, en algunos casos, puede derivar en formas más graves de violencia.

El vicepresidente primero y consejero de Presidencia e Igualdad, Félix Taberna, ha presentado este lunes la campaña, acompañado de la directora gerente del Instituto Navarro para la Igualdad / Nafarroako Berdintasunerako Institutua (INAI / NABI), Patricia Abad, el Defensor del Pueblo, Patxi Vera, así como representantes de los grupos parlamentarios. 

La campaña gira en torno a rostros de ciudadanos y ciudadanas anónimos con los ojos tapados por mensajes que implican violencia contra las mujeres, por trasladar un cuestionamiento al cuerpo o a las actitudes de las mujeres o por reflejar la autocensura a la que recurren muchas de ellas para evitar agresiones machistas. “Si se viste así, después que no se queje”, “No le doy ‘like’ a otros para que no se mosquee”, “Si me quedo callada y no le llevo la contraria, se calma y para” o “Era solo un piropo, tampoco hay que exagerar”, son algunas de las frases elegidas para invitar a la reflexión en torno a este tipo de violencias. 

La campaña, que ha tenido un coste de cerca de 35.000 euros, se difundirá a través de redes sociales, revistas locales, lonas instaladas en el Palacio de Navarra y en la Universidad Pública de Navarra (UPNA), marquesinas en Pamplona / Iruña, Tudela, Tafalla y Estella-Lizarra, y soportes urbanos digitales (mupis) en Pamplona y Tudela. El propio 25 de noviembre tendrá lugar además la lectura de una declaración institucional con motivo de una concentración ante el Palacio de Navarra.

Formas de violencia psicológica, económica y simbólica

Según el análisis del INAI / NABI, las llamadas “violencias silenciosas” se consideran las más difíciles de detectar y probar. Los agresores naturalizan sus comportamientos y los justifican, no identificándolos como manifestaciones de violencia machista, y a veces las propias víctimas y sus entornos normalizan las agresiones que sufren, por lo que es muy difícil que afloren y se pueda intervenir sobre ellas.

La violencia psicológica es la forma más oculta de agresión. A menudo pasa desapercibida, incluso para quienes la sufren. Se trata de una violencia muy extendida y difícil de identificar, dado que no deja rastro físico. Los casos más comunes de violencia psicológica incluyen insultos, menosprecios, humillaciones, control económico, control social sobre el entorno de las víctimas o el llamado ‘efecto luz de gas’. Este último es una estrategia que consiste en confundir a la víctima, distorsionando la realidad y el relato de los hechos cotidianos hasta el punto de que ella llega a dudar de su salud mental. En muchas ocasiones, esta forma de violencia busca relegar a las mujeres a una posición de subordinación, como parte de una ideología que rechaza la igualdad de género.

Por su parte, la violencia económica es un tipo de violencia que sucede en el ámbito de la pareja y la expareja. Consiste en generar una forma de sometimiento y dependencia a través de los vínculos económicos que el agresor mantiene con la mujer. Se trata de acciones, omisiones o conductas que afectan a la libre disposición del patrimonio de las mujeres, incluyendo su salario, documentos, bienes, acceso a vivienda u otros recursos económicos. Tiene como objetivo ejercer control, limitar, destruir o apropiarse de forma ilegítima de los recursos económicos o patrimoniales de las mujeres. 

La Macroencuesta de Violencia sobre la Mujer de 2019 señala que más de 2,3 millones de ciudadanas mayores de 16 años han sufrido este tipo de violencia económica, lo que supone un 11,5% de la población total de las mujeres residentes en España. Algunos ejemplos de esta violencia son la reclamación sobre cómo gasta el dinero la mujer, la prohibición de trabajar o estudiar, la acusación de gastar en cosas banales o amenazas de quedarse con los bienes de ella. En el ámbito de la expareja, este tipo de violencia se suele plasmar en el impago deliberado de la pensión de alimentos de los hijos e hijas en común.

En lo que respecta a las formas de violencia simbólica, destacan los mensajes y actitudes encaminados a la cosificación de las mujeres, hasta el punto de hacerlas sentir culpables de los hechos violentos que cometen algunos hombres sobre ellas por su modo de vestir, de comportarse o de exponerse a andar “sola” por las calles. El lenguaje sexista genera también violencia, al excluir a las mujeres del discurso cuando se habla solo en forma masculina y contribuir a desvalorizar logros de las mujeres o invisibilizarlas, cuando no directamente a denigrarlas. 

Se consideran también formas de violencia los estereotipos de género, basados en falsas creencias, simplificaciones o generalizaciones sobre el comportamiento diferenciado esperable en hombres y mujeres. Son ideas preconcebidas que se transmiten a través de la cultura, la educación y los medios de comunicación, según las cuales unas profesiones son más aptas para mujeres que otras o ciertos rasgos de carácter son más propios de un género que de otro. 

En la misma línea, el discurso negacionista también se basa en la negación de la desigualdad, la violencia contra las mujeres y la ridiculización de los movimientos feministas, obstaculizando el desarrollo de políticas públicas, de prevención y atención