“Me destrozó, los médicos dijeron que me moría”. Con dificultades para andar, incapacitada para conducir y para trabajar, con la mano izquierda machacada por las lesiones que le causó el acusado en febrero de 2021, Ana Delgado Villodas, de 55 años, lo puede contar, en efecto, de milagro. Entró ayer a la sala del juicio, donde piden al que era su pareja 15 años de prisión, acompañada de su hermana y de una profesional de la Oficina de Víctimas del Delito, sin contacto visual con el hombre que estuvo a punto de quitarle la vida. 

Pese a que su afección psicológica tras la agresión es considerable y que su familia sienta a diario que se ha convertido en “una persona infantil”, Ana declaró ayer de manera rotunda y precisa. Relató que desde hace años ella quería separarse “pero él no me dejaba” y que el día de los hechos él la agredió sin ninguna discusión previa porque entró sorpresivamente en su habitación con una barra gritando “te voy a matar, me tienes harto”. 

Ana Delgado Villodas (izquierda, con bastón), accede al Palacio de Justicia con su hermana Cristina. Javier Bergasa

La víctima, enfermera de profesión, sufrió evidentes secuelas físicas y neurológicas tras superar la gravedad inicial y pasar por varias operaciones quirúrgicas posteriores. Coincidió con el acusado en que la relación estaba rota desde hacía meses y de que el reparto de la casa de la que ambos eran propietarios era el principal motivo de sus discusiones, aunque también el destino que daban al dinero común. “Hace años ya decidí que quería separarme pero él no me dejaba. No quería acudir a ningún abogado”, relató Ana, quien también afirmó que el deterioro de su convivencia también estaba marcado por la “manera agresiva” en la que él se comportaba, lo que en los últimos tiempos le había llevado a ella a quedarse a dormir en el centro de salud donde hacía guardias como enfermera “porque así no tenía que volver a casa y verle a él”. “Le dije que me quería separar pero él no decía nada. Y sentarse a hablar tampoco, se sentaba a gritar”, narró la víctima, quien recordó que él no quería judicializar la separación, en la que ella pensaba desde “dos o tres años antes”.

Preguntada por los hechos, su versión fue completamente distinta a la de su expareja, al asegurar que la noche anterior ella llegó a casa de trabajar y habló “muy poco” con él porque se fue casi inmediatamente a su habitación (dormían en zonas separadas de la casa). También discrepó de su agresor sobre el relato de los golpes, ya que ella señaló que se encontraba por la mañana sola en su dormitorio cuando cogió el teléfono para atender la llamada de una amiga, momento en el que entró Santiago Martínez, “con un palo de hierro”, por lo que ella gritó a su interlocutora al teléfono: “Que me va a matar, que me va a matar”.

Él tiró el móvil al suelo y le avisó a Ana: “Te voy a matar, me tienes harto, tú a mí ya no me jodes más”, tras lo cual “me dio con el palo en la cabeza y ya no recuerdo mucho porque perdí el conocimiento”, dijo. Sobre su convivencia en los últimos tiempos recordó que “no podíamos tener una conversación en condiciones. Yo me callaba muchas veces y me iba a la habitación de arriba”, a donde él muchas veces le seguía. “Entraba muchas veces a hablar y decía gritando que él no se iba a separar, no se iba a ir de esa casa y que no quería ni juez ni abogado”.

La hermana 

Cristina, la hermana de la víctima, también declaró en el juicio y detalló que el deterioro de la relación de la pareja conllevó también que la familia de ella se alejara de él, porque “veía que a mi hermana le hacía la vida imposible. Mi familia y yo ya no queríamos tener contacto con él”. Manifestó que las consecuencias de las graves heridas que el acusado le causó a Ana, en la actualidad “físicamente muy torpe. Sobre todo mi hermana no está, no es la misma persona. Era muy activa, trabajaba muchísimo, le gustaba hacer deporte. Ahora es una niña”, dijo. También describió la imagen que se encontró cuando acudió a limpiar la habitación donde ocurrió la agresión: “Estaba todo lleno de sangre”.