Para rebajar su responsabilidad penal, es decir, la condena que le pueda imponer el tribunal, Santiago Martínez Martínez reclama que le apliquen las atenuantes de confesión (“por haber ido a la Policía Foral el día que agredió a la mujer para decir que había matado a su pareja), reparación del daño (porque ha depositado 120.000 euros y ha puesto a disposición su patrimonio para indemnizar a la víctima) y arrebato u obcecación, por haber cometido los hechos, según sus psiquiatras de parte, cuando sufrió una implosión psicológica por las continuas discusiones que tenía con su pareja. A todo ello le suma la solicitud de eximente incompleta (es decir que no tiene anuladas sus facultades totalmente, pero sí de modo parcial) por trastorno mental transitorio. Con este esquema se presentó ayer Santiago Martínez Martínez, de 65 años, dos de ellos en prisión provisional, a declarar en el juicio por intentar asesinar a su pareja. Lo que no mostró fue un atisbo de arrepentimiento, aunque dijo que él era “la persona que más empatía había tenido por Ana, y quien más le había ayudado”.

La víctima observa el bastón con el que sufrió la agresión.

Y en esa clave del estado pasional desatado encuentra la clave de su comportamiento el día de los hechos, puesto que Martínez alegó que sufrió una especie de arrebato para justificar que no recordaba nada de lo sucedido durante la agresión pese a que propinó siete golpes con un bastón metálico a la víctima, mientras ella estaba en la cama. Un hombre con un carácter narcisista y obsesivo, profuso en todo tipo de detalles durante la declaración, vino sin embargo a justificar en el silencio y la amnesia el momento crucial que se juzga. Nada recuerda de golpear a su pareja, solo que la vio tumbada en el suelo y que, al despertar, “me doy cuenta de lo que ha pasado”. Aseguró que desconoce cómo llegó a sus manos el bastón con el que se le acusa de golpearla y que nunca pensó que la matara ni que ese fuera su ánimo. 

Santiago Martínez sí reconoció que la relación con su pareja (estaban juntos desde 2010) era últimamente “bastante mala” y que el motivo fundamental de sus discusiones era el económico, según su testimonio porque ella le pedía dinero “injustamente” con asiduidad (non stop, full time, ha dicho). “Era tan injusto...”, insistió. También dijo que en esa mala relación ella le insultaba a él pero “yo no le contestaba nunca”: “Por mi parte no había insultos ni desprecios; por parte de ella sí”, describió sobre la convivencia plagada de silencios a veces y de enfrentamientos otras.

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Juicio al acusado de intentar asesinar a golpes a su pareja en Azagra Javier Bergasa

QUE DEJARA DE VEJARME 

Recordó que el día anterior a los hechos Ana llegó ya de noche, de trabajar en turno de guardia como enfermera, y que de nuevo le dio “un ultimátum para llegar a un acuerdo” sobre la venta de la casa y su separación tras advertirle de que si no era así iría al juzgado, algo que él no quería. Al día siguiente asegura que ella apareció en la planta baja y le volvió a repetir “las cosas de ayer”, y él la siguió a la primera planta donde ocurrieron los hechos “para decirle que dejara de vejarme” porque había sacado a colación la ruptura de su primer matrimonio. Sin embargo, el encausado asegura que finalmente ambos acabaron sentados en la cama de ella y mantuvieron una conversación “muy larga”, en la que terminaron hablando de “qué nos había pasado y terminamos ambos llorando”, incluso con una actitud cariñosa por parte de él, afirmó.

“Estábamos a punto de un acuerdo y...” 

“Yo estaba muy afectado”, dijo, pero la conversación llegó a un punto en el que “estábamos cerca de llegar a un acuerdo” cuando ella recibió una llamada en su teléfono móvil. Ana contestó y, ante la sorpresa de él, dijo a su interlocutora: “Isabel, este hombre me va a matar”, refirió en una declaración con vaguedades a partir de este momento. “Yo cojo el teléfono, intento apagarlo y me encuentro con una sombra gris viniendo hacia mí a golpearme. Era el espejo, un espejo de madera bastante pesado, si es el que creo yo y ya no sé qué sucede”, relató. El siguiente recuerdo es su “despertar” con un bastón en la mano, que ha asegurado que él nunca había cogido ni llevado a la habitación de ella. “De la agresión no recuerdo absolutamente nada, no sé cómo se produjo el asunto. Sí recuerdo que empiezo a notar una sensación olorosa que me desconcierta, un olor desagradable”. “Ana está tumbada completamente entre la mesa y los armarios, en el suelo. Me doy cuenta de lo que ha pasado: Ana está tumbada, supongo que estaría herida. No tenía mucha sangre. Está hablando y mueve todo. Me dice: ‘Santi, cariño’”, describió.

Al ver todo eso “me fui de la habitación no podía ver aquello”, ha dicho tras señalar que él estaba en shock, dejó el bastón en la parte de abajo y cogió el coche de ella “completamente aturdido” para “agilizar las cosas”. “Estaba fuera de mí y no me fijé en los detalles”, aseguró cuando le han preguntado si no vio heridas ni sangre en la cabeza de Ana, a quien “nunca” creyó que había matado. “Empecé a acelerar, sin rumbo, y fui a la Policía Foral de Estella”.

Llamada a una vecina: “Este hombre me va a matar”

– La vecina de la pareja con quien Ana Delgado había quedado la mañana de los hechos para ir a andar ratificó ayer como testigo en el juicio que ella llamó a la víctima por teléfono al ver que tardaba y le oyó gritar: “Este hombre me va a matar”, tras lo que la comunicación se cortó. Aunque preocupada, por prudencia al pensar que estaba en una discusión con Santiago, no intentó una nueva comunicación con ella hasta un rato después, cuando acudió a la casa de la vecina y nadie abrió la puerta, y después tampoco recibió respuesta a sus intentos de contactar por teléfono. Insistió en que Santiago “no es una persona violenta, yo no me esperaba esto”.

Las familias veían mala relación, pero no violencia

La familia, amigos y vecinos de Santiago Martínez coincidieron en señalar que eran conocedores del deseo de su pareja, a la que él agredió de gravedad hace dos años en Azagra, de terminar su relación y separarse, si bien no supieron que hubiera habido violencia física entre ellos, aunque sí verbal en algunos casos. La hija de la víctima, de una relación anterior, confirmó los deseos de su madre de separarse, aunque cuando ella convivió con ambos “no creo que hubiera mala relación entre ellos”, si bien después conoció comportamientos de él con los que ha supuesto que “quería desestabilizar a mi madre”. La hermana del acusado, por su parte lamentó que Santiago, en las fechas previas a los hechos, estaba “hecho polvo, desencajado” y que nunca fue machista, ni agresivo. El hijo del acusado, de otra relación anterior, relató que su padre tenía angustia por dentro desde hace dentro.