Refugiado en las montañas durante dos meses, a modo de un eremita pero sin retiro espiritual, lejos de los focos y de la adrenalina de las carreras, instalado en las alturas de Sierra Nevada y Tignes, Primoz Roglic vuelve a escena. El esloveno, cuya última competición data del 25 de abril, cuando disputó la Lieja-Bastoña-Lieja que conquistó Tadej Pogacar, se enrolará en el Tour de Francia sin coserse un dorsal desde entonces. Es su modo de encarar la Grande Boucle, que izará la bandera de la carrera más grande del mundo el 26 de junio en Brest.

Durante 60 días apenas ha habido rastro de Roglic, competidor voraz, que decidió exiliarse de las carreras para acampar en sendas concentraciones en altura. El exaltador de esquí llegará al Tour con solo 17 días de competición en su petate, en el que sobresale la victoria de la Itzulia y su dominio en la París-Niza, donde logró tres etapas antes de que las caídas le arrancaran el laurel de la mano el último día de competición. Masticadas las clásicas belgas, Roglic se apartó del escaparate y optó por instalar la tienda campaña de su ambición en las montañas.

Es su método para buscar la gloria en el Tour. El esloveno fue segundo en los Campos Elíseos de París en 2020 después de que su compatriota Pogacar le arrebatara la felicidad en la histórica contrarreloj a La Planche des Belles Filles. Roglic, bicampeón de la Vuelta, quiere inscribir su nombre en el incunable del Tour, pero dice no sentirse favorito. Es un modo de apartar la presión de su horizonte. “Ni siquiera me considero un gran favorito para el Tour. No soy el campeón defensor del título. He estado sin correr durante un tiempo, así que iré a la salida de Brest y veremos al final cómo han ido las cosas", dijo Roglic en a RMC Sport. El esloveno comprobará entonces si la apuesta por la concentración ha sido efectiva.

Roglic no altera el discurso para enfocar el Tour. Vistió durante once jornadas el maillot amarillo que finalmente abrazó los hombros de Pogacar. De aquella experiencia dolorosa, que dejó al esloveno, descompuesto, derrengado, con la mirada perdida y el alma hecha añicos en la cima de La Planche des Belles Filles, Roglic se queda con el lado bueno de las cosas. No le gusta regodearse en lo que pudo ser y no fue. Ni en aquel sufrimiento interior. El esloveno otea el futuro, donde observa otra oportunidad, otra ventana para la esperanza. “El año pasado, mirando lo que había al final, todos pensamos que podríamos ganar. De todas formas el segundo lugar fue un resultado superagradable, y siempre repito: nuevamente es un año nuevo”, apuntó Roglic.

"MUCHOS RIVALES FUERTES"

En el combate que se espera dentro de una semana en Francia, Pogacar y Roglic brotan como los principales candidatos a la victoria final, si bien no son los únicos opositores al trono de París. Roglic es refractario a circunscribir el Tour al vis a vis entre eslovenos. Condensar la carrera en él y en Pogacar, al que venció en la Itzulia, es demasiado limitante según Roglic. No le falta razón. “Hay muchos rivales muy fuertes que son capaces de ganar. No es solo una pelea entre Tadej Pogacar y yo, hay otros veinte corredores con opciones, hay que ir allí y competir y hacer nuestro mejor esfuerzo”, afirmó el esloveno después de dos meses en el refugio de las montañas. Roglic sale a la luz.