Fue lugar de gran importancia defensiva del antiguo reino hasta que en 1455 fue ocupada y arrasada por los agramonteses durante la guerra civil navarra. Desde esa fecha, y hasta 1981, el lugar permaneció abandonado. Es entonces cuando su propietario, Luis de Silva, duque de Miranda, la donó al gobierno navarro. Esto supuso el inicio de campañas arqueológicas que han permitido rescatar el pasado de este enclave y potenciar su atractivo turístico. 

Guía práctica

Horario: Viernes y sábados de 10:00 a 14:00 y de 15:00 a 18:00. Domingos y festivos, de 10:00 a 14:00.

Precio: 2,5 euros. Para jubilados y niños 1,25 euros.

Visita guiada: De lunes a viernes. Hay que reservar con antelación y tiene un precio de 5,6 euros los adultos y 3,25 jubilados y niños.

El acceso al complejo permite descubrir los elementos que conformaban el urbanismo medieval, a través de diversos paneles explicativos. El itinerario concluye en un pequeño centro de interpretación situado en la antigua iglesia románica de San Nicolás, de finales del siglo XI. 

Rada en la historia

Hay constancia documental de que en el siglo XI ya existía una atalaya defensiva en este lugar para hacer frente a las amenazas musulmanas. Llegado el siglo XIII el problema ya no fue el Islam, sino los reinos de Castilla y Aragón. Poco a poco, un destacado núcleo de población se fue desarrollando en el interior del recinto delimitado por murallas, aunque también existían viviendas diseminadas por el cerro. Una modesta comunidad que ocupaba más de setenta viviendas, se organizaban alrededor de una pequeña iglesia románica del siglo XI y un cementerio de reducidas dimensiones. 

Vista de la iglesia, el único edificio en pie del yacimiento.

Vista de la iglesia, el único edificio en pie del yacimiento. J.A. Martínez

Rada fue un señorío laico dependiente del linaje de los Rada y después de los Mauleón. A finales del siglo XIII, la villa y el castillo fueron incorporados por la corona, en virtud de una acuerdo alcanzado con Enrique I de Navarra. En 1307, Luis I de Navarra cedió el pueblo a Ojer de Mauleón a cambio del castillo de Mauleón. A lo largo del siglo XIV, el castillo sufrió tal deterioro que en 1364 Carlos II de Navarra tuvo que destinar una importante partida económica para su reparación. 

Durante el siglo XV, el reino navarro vivió convulsionado por las tensas relaciones con la corona de Castilla, y sobre todo por el estallido de la guerra civil a la muerte de la reina Blanca I de Navarra. El motivo, la cuestión sucesoria. Los beaumonteses apoyaban a su hijo Carlos, el legítimo heredero, mientras que los agramonteses eran partidarios de su padre, el traidor Juan II de Aragón. Rada decidió, para su desgracia, apoyar al bando perdedor. 

En 1455, por orden de Juan II, el caudillo agramontés Mosén Martín de Peralta, puso cerco y conquistó el pueblo, no dejando piedra sobre piedra, y entregándolo al fuego y al saqueo. Solo se salvó la iglesia por motivos obvios. 

En 1462, Carlos murió y el rey Juan II decidió mostrarse magnánimo, perdonando a sus partidarios. Concedió licencia a los habitantes de Rada para que pudiesen recuperar sus heredades. Fue un intento infructuoso. La reconstrucción se hizo imposible. En 1492, Tristán de Mauleón, señor de Rada en ese momento, vendió el desolado y cayó en el olvido. 

El yacimiento 

Al interior del recinto se accede a través de una puerta de la que se conservan cuatro sillares perfectamente tallados. Posiblemente hubo otra entrada, en el lado norte, que comunicaría el exterior directamente con la calle principal. Cuatro calzadas estructuraban el área de habitabilidad dentro del complejo, y en torno a ellas se iban distribuyendo las casas, que serían bastante humildes a tenor de los restos encontrados. La mayoría eran de dos plantas, de piedra, con los suelos de tierra batida mezclada con cal y cubiertas de madera, ramas y tejas. La muralla que rodeaba la villa es del siglo XII, manteniéndose solo en pie un lienzo de unos cien metros de longitud con restos de dos torres de carácter defensivo abiertas por la gola. En esta parte, precisamente la más accesible del cerro, la muralla tendría al menos tres plantas de altura

Vista aérea del desolado de Rada con la iglesia de San Nicolás en el centro. G.N.

Paseando por sus calles se pueden visitar las ruinas de una casa de dos pisos y planta rectangular, reconstruida con muros de mampostería en la parte inferior. La puerta de entrada se abre a la calle principal, y el suelo de la vivienda estaba formado por roca caliza cubierta por una capa de tierra batida. En el interior se han localizado los restos de un hogar y de una columna central que sustentaban el segundo piso, al que se accedía por una escalera de obra. La parte de arriba se construía con madera y solía ser el dormitorio familiar. Otra vivienda que se puede observar es una formada por seis habitaciones, cinco de ellas comunicadas entre sí. Se trata de una construcción de unos doscientos setenta metros de superficie y con un único acceso a la calle principal. Su situación estratégica hace suponer que se trata de la casa del tenente, el representante del rey en la zona. Muy cerca de este lugar se hallan los restos de una estancia independiente de las demás, con acceso propio. Los arqueólogos la han interpretado como un puesto de guardia, desde el que era posible controlar varias calles e incluso la entrada misma al cerco. 

Iglesia de San Nicolás

La pequeña iglesia de San Nicolás es el único edifico que se conserva en pie. Es de estilo románico de finales del siglo XI, y en el lado sur se encuentra situada la necrópolis. Durante las excavaciones arqueológicas se han exhumado unos ochenta individuos, entre niños, jóvenes y adultos. La mayoría no presentan ajuar, salvo algún puñal, anilla y hebilla de cinturón. Por otro lado, existe una gran variedad tipológica de enterramientos, individuales que conservan posición anatómica, otros a los que se han añadido restos de otros individuos, enterramientos dobles y fosas utilizadas como osarios. 

Rodrigo Jiménez de Rada

El arzobispo Rodrigo Jiménez de Rada Rodrigo Jiménez de Rada nació alrededor del año 1170 en el castillo de Rada, aunque hay quien dice que también pudo haber venido al mundo en Puente la Reina (Navarra). Se formó en la corte de Pamplona y en 1195 partió hacia Bolonia (Italia) para profundizar en el derecho canónico y la filosofía, trasladándose luego a París. Fue elegido arzobispo de Toledo (1208). Durante su vida desarrolló labor diplomática, religiosa y militar. También colaboró con el papa Gregorio IX y fue nombrado canciller mayor de León y Castilla por Fernando III. En junio de 1247 la muerte le sorprendió al naufragar su barco en el río Ródano. Fue enterrado en la abadía de Santa María de Huerta (Soria). Sus restos mortales, sin embargo, se hallan actualmente en el presbiterio de la iglesia, frente a la tumba de San Martín de Hinojosa, abad del monasterio y tío materno suyo, y rodeado de frescos del siglo XVI.

El torreón pertenece a un románico temprano. Presenta planta circular y conserva tres metros y medio de altura, aunque se calcula que pudo alcanzar los quince metros. Un foso rodea uno de los flancos acentuando su carácter defensivo y lo aísla del resto de la fortificación. Cumplía funciones de defensa y vigilancia. Desde esta atalaya era posible comunicarse mediante señales de humo con otras torres cubriendo la línea defensiva del acceso a Pamplona desde el sur. Otra hipótesis lo identifica con un donjón, que se convertiría, cuando las circunstancias obligasen a ello, en último refugio y reducto de resistencia en caso de ataque.

La necrópolis. J. A. Martínez

El aljibe, una enorme cisterna donde se almacenaba el agua de lluvia, se encuentra excavado en la roca, con una profundidad de tres metros y medio y una capacidad de cien metros cúbicos. 

El yacimiento arqueológico de Rada, además de ser punto de interés para los amantes de la historia, es también un excelente mirador que permite disfrutar de la llanura del somontano olitense, de la serranía de Ujué, de la vega del río Aragón y sus meandros, de las Bardenas Reales y del nuevo pueblo de colonización de Rada, surgido como consecuencia de la puesta en marcha del embalse de Yesa.