Si se hace una encuesta y se pregunta quién ha escrito títulos como Pascua florida (1900), Sol de la tarde (1904), La humilde verdad (1905) y Tú eres la paz(1906), serían muchos los que contestarían con el nombre del director teatral Gregorio Martínez Sierra. Sin embargo, detrás de esta firma hay un nombre oculto, el de su mujer, María de la O Lejárraga (San Millán de la Cogolla, La Rioja, 1874 - Buenos Aires, Argentina, 1974). Una mujer culta, luchadora, preparada, que hablaba cuatro idiomas y que se carteaba en ese primer tercio del siglo XX con Lorca, Falla, Juan Ramón Jiménez o el compositor Igor Stravinski. Vivió cien años y tiene una intensa producción en dramaturgia y una vida fascinante, incluida la peculiar relación que mantenía con su marido, que a lo largo de la novela de Vanessa Montfort se pone de relieve. Porque además de escribir y firmar con el nombre de él, también escritor y dramaturgo, incluso después de separarse por una infidelidad de Gregorio, ambos abordaron proyectos muy relevantes, como la fundación de varias importantes revistas literarias entre las que destacaron Vida Moderna, Helios y HeliosRenacimiento, la introducción en España del teatro simbolista, la creación de la Editorial Renacimiento, que entre 1908 y 1918 editó las obras de los mejores escritores españoles de la Edad de Plata en su colección Biblioteca Renacimiento, la adaptación para las tablas de numerosas obras clásicas y la creación del Teatro de Arte. Detrás de La mujer sin nombre hay talento, compromiso y una existencia muy rica en experiencias.

Para empezar, descubramos el misterio. ¿Quién es La mujer sin nombre

Me gusta decir que ella es el mayor misterio de la literatura castellana. Es una mujer que prácticamente nos enfrenta a un thriller. Es un nombre clásico de la literatura que se las ha apañado para permanecer oculto durante 150 años, porque el nombre de esta mujer, María de la O Lejárraga, siempre estuvo detrás del de su marido, Gregorio Martínez Sierra.

Hablamos de ambos.

Tanto ella como su marido estuvieron exiliados tras la guerra y por eso su nombre ha salido a la luz tan tarde. No se entiende cómo nunca trascendió el nombre de una autora que está tras el texto de, por ejemplo, Canción de cuna, que fue adaptado al cine por Garci, pero tiene otras cuatro películas más e incluso llegó a Hollywood. Se le atribuyen a ella obras como El amor brujo o La dama y el vagabundo. Es muy llamativo que no se haya reconocido hasta ahora a una autora de este calibre.

¿Y cómo era María Lejárraga?

Una mujer fascinante con una vida fascinante. Tuvo una vida política muy intensa como feminista. Estuvo muy en contacto con las grandes sufragistas de la época y luchó por las libertades, no solo de la mujer, también de los campesinos. Luchó también por los derechos sociales y por el acceso universal a la educación.

¿Por qué siendo una mujer culta, feminista y luchadora ocultó su nombre y lo dio todo por el éxito y la fama de su marido?

Es una decisión que ella tomó en su juventud, pero es que hay tantas malas decisiones que tomamos en la vida cuando somos jóvenes... En el caso de María Lejárraga me gusta hablar de la tormenta perfecta. Cuando se casó y empezó a escribir, había firmado un contrato de maestra y ese contrato tenía cláusulas kafkianas. Una maestra no podía subirse en un coche con un hombre que no fuera su marido, su padre o un hermano. Tampoco podía fumar o darse polvos en la cara, ni firmar obras literarias, y si se rompía cualquiera de esas normas podía ser despedida. Firmar públicamente era considerado subversivo y no muy decente. María y Gregorio dependían económicamente del contrato de ella y decidieron que las obras llevasen el nombre de él. Gregorio estaba muy cómodo en su sofá de gran autor. Desvelar la verdad hubiera sido un desprestigio absoluto para los dos. En esa época no se sabía qué era peor, si ser mujer escritora o negro literario.

Según las memorias de ella, fue una vida de pareja con muchos altibajos o al menos con infidelidades manifiestas.

Cierto. Su vida en común avanza y cuando él deja embarazada a la gran actriz de la época Catalina Bárcenas, ella deja de escribir para Martínez Sierra y le exige un documento privado que le dé algunos derechos de autor. Al separarse es cuando comienza en ella ese discurso feminista y advierte a las demás que no den los pasos equivocados para que no pasen por lo que ella ha pasado. En María hay una evolución constante, y además vive cien años.

¿Por qué no reclamó abiertamente sus derechos?

Ella vive en el exilio y cuando él muere sí que decide dar el paso. Pero tiene enfrente a todo el mundo, y los intelectuales de la época se ríen diciendo que no es verdad. Un artista como Martínez Sierra no necesitaba una colaboradora, y menos una roja como María Lejárraga. Digamos que fue víctima del propio monstruo que ella creó.

"Estamos en un momento de recuperación de la memoria histórica femenina"

Habrá muchas más mujeres sin nombre en otra época más oscura...

Claro que hay muchísimas mujeres que han vivido ocultas tras las sombras de hombres que en muchos casos no merecían ni estar a su lado. Pero María Lejárraga no es una mujer silenciada más, es un símbolo. Su pseudónimo era su marido y ese nombre alcanzó cotas de celebridad muy altas. Creo que ahora estamos en un momento de recuperación de la memoria histórica femenina. Hemos visto cómo han empezado a salir los cuadernos de la mujer de Einstein, ha aparecido también el nombre de Marga Gil, la escultora y escritora que se enamoró de Juan Ramón Jiménez...

María Lejárraga escogió como pseudónimo el nombre de su marido, cuando podía haber escogido otro, ¿no?

Pero es la trampa en la que cayó: firmar con el nombre de su marido. Escoge el nombre de alguien vivo, de alguien que la deja y de alguien que puede morir antes que ella, cómo sucedió realmente. Es una trampa de la que ella no es consciente cuando está enamorada y empieza a escribir. Por eso digo que es un error de juventud. Ella era joven y, como muchos y muchas, pensó que el amor le iba a durar toda la vida, que los amigos siempre iban a ser amigos€

Pero él la traicionó, al menos en el plano sentimental, y se aprovechó de su escritura.

Ella era una mujer muy generosa que sabía que si decía quién era el autor real de las obras que firmaba él, le destruiría. Además, sabía que no la iban a creer, y de hecho no la creyeron.

Para más inri, ella siguió dándole sus textos incluso después de la separación.

Al principio no. Se refugió en su casa de Niza y se dedicó a sus discursos políticos y feministas, pero sí que escribió obras teatrales que eran interpretadas por la amante de su marido.

Hay una frase que más parece una condena que un halago: Detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer.

Pues detrás de este gran director de teatro había una mujer de un talento extremo. Fue capaz de escribir 90 obras, algunas de ellas son clásicos de la ópera, la zarzuela, el ballet o del cine. Además es una traductora increíble en cuatro idiomas. Es una mujer fascinante, no me cansaré de decirlo. Ella es una lección de vida y de supervivencia brutal. En aquellos tiempos, viajaba con hombres y se encerraba con ellos a crear obras. Lo hizo, por ejemplo, con Falla en Granada para parir El amor brujo.

¿Y qué pensaba su marido en una época en la que las libertades femeninas no incluían encerrarse con otro hombre para escribir?

Él le daba toda la libertad que ella quería. A él no le importaba nada porque tenía su propia vida. Ella sorteó casi todos los impedimentos que tenía por el hecho de ser mujer. Las escritoras podían escribir en casa, pero una dramaturga tenía que alternar en los cafés literarios, conocer a los gerentes de los teatros, a los críticos o los actores. Ella amaba el teatro sobre todas las cosas.

Ya, pero ceder tan fácilmente la autoría de los textos hoy parece algo muy fuerte.

Pero hay que ponerse en su piel y vivir sus tiempos. A ella, colocarse bajo el paraguas del nombre de su marido le permitió estrenar sus obras en lugares a los que pensaba que podrían llegar. Como tenía un marido atípico, ella podía así viajar y llevar la vida que quería.

A pesar de todo, el precio que pagó es alto: ser una mujer a la sombra de un marido.

Se puede ver así, pero ella tuvo sus momentos de gloria y el reconocimiento de gente como Juan Ramón Jiménez, Lorca, Igor Stravinski o Falla, entre otros muchos grandes nombres del mundo de la cultura de principios del siglo XX. Sí que paga un precio, sí que en momentos se queda sola, pero ella está haciendo lo que siempre ha querido hacer: estaba rodeada de todos esos nombres que han llegado a las enciclopedias.

¿Una secundaria de lujo en la historia de la cultura?

Exactamente. Se puede ver a todos esos nombres famosos en su versión más íntima, porque ha salido a la luz la correspondencia que cruzó con todos esos grandes personajes de la cultura. Y ojo, que también estuvo muy relacionada con el mundo de la política de una forma muy activa.

"Hay personajes dentro de la obra que tienen una historia por sí mismas"

¿Hay casos de hombres ocultos, hombres sin nombre detrás de una mujer?

Seguro que sí. La figura del negro literario siempre ha existido, no sé si detrás de una mujer o detrás de un hombre. Podemos hablar de Lope de Vega, que tenía un taller. Literalmente, la vida no le dio para crear esa obra tan extensa que firma. También hay hombres sin nombre detrás de los grandes pintores. Cuando hice la obra de teatro Firmado Lejárraga, lo que más revolvió al público fue lo del talento usurpado. A todos nos ha ocurrido alguna vez que has tenido una idea y de repente, el jefe de turno se apropia de esa idea, la vende como suya y se abre sobre ti un techo de cristal.

¿Ocurre ahora que alguien escriba una obra de teatro para un autor conocido?

Sí. A mí sí me han dicho: He escrito una obra para tal o he escrito un libro para cual. Hay muchos escritores en la sombra: guionistas, dramaturgos, novelistas€

Unos cardan la lana y otros se llevan la fama...

Lo que ahora pasa, y siempre ha ocurrido por un motivo o por otro, es que prevalece la imagen. Es muy difícil saber quién se oculta detrás de un nombre y hay muchísimos casos de mercenarios, entre comillas, y de personas a las que les han usurpado su talento.

¿Va a continuar hablando de mujeres talentosas?

Hay personajes dentro de la obra que tienen una historia por sí mismas. La propia María Guerrero, la primera empresaria teatral española, tiene una vida muy rica e interesante. Pero también hay hombres. Por ejemplo, no se ha escrito ninguna novela de Juan Ramón Jiménez.

Un hombre en plena controversia. La relación con su mujer, la traductora y escritora Zenobia Camprubí, no parece que fue un remanso amor y felicidad.

Era un hombre muy torturado y está claro lo que se dice de su relación con Zenobia. No sé si seré yo la persona que escriba esa novela, pero invito a que se haga. Zenobia fue una gran mujer, una mujer muy inteligente y con una gran dignidad.

Hablamos de la preparación de la mujer en la actualidad y miramos a épocas pasadas por encima del hombro. Sin embargo, a principios del siglo XX nos encontramos con mujeres increíblemente preparadas, cultas e inteligentes.

Sí. El listado de grandes mujeres de finales del XIX y principios del XX es muy amplio. También es cierto que la educación no era universal como lo es ahora. Tras la guerra hubo una gran brecha, sobre todo en España, por los cuarenta años de dictadura. Está Victoria Kent, la primera directora general de prisiones durante la II República; tenemos a una periodista de guerra como puede ser Colombine; a la escritora Elena Fortún; y a María de Maeztu, a María Guerrero y a Clara Campoamor, por poner algunos ejemplos.

PERSONAL

Edad: 45 años (4 de junio de 1975).

Lugar de nacimiento: Barcelona.

Formación: Es licenciada en Ciencias de la Información.

Familia: Es hija de padre neoyorquino y muchas de sus historias están relacionadas con Nueva York, pero vive en Madrid.

Inicios: Comenzó trabajando como periodista, pero una mala experiencia le llevó a afirmarse en su vocación literaria como dramaturga y novelista. De hecho, su primera obra de teatro la escribió cuando aún era estudiante universitaria.

Trayectoria: Tiene una amplia trayectoria novelística con obras como El sueño de la crisálida (2019), El ingrediente secreto (2006, premio Ateneo Joven de Sevilla), Mitología de Nueva York (2010, premio Ateneo de Sevilla), La leyenda de la isla sin voz (2014, premio de Novela Histórica Ciudad de Zaragoza) y Mujeres que compran flores (2016). Su última obra es La mujer sin nombre (2020). También ha escrito la obra teatral Firmado Lejárraga. En teatro, ha adaptado al personaje de las novelas de Rosa Montero, Bruna Husky. El galgo, Balboa, Sirena negra, Tres desechos en forma de ópera, La regenta o La cortesía de los ciegos, entre otros títulos, son textos y adaptaciones teatrales que llevan su firma. En 2015 fundó junto al director Miguel Ángel Lamata, la productora Bemybaby Films con la que produjo en 2016, su primer largo, Nuestros amantes, protagonizado por Michelle Jenner y Eduardo Noriega.