Desde niño lo tuvo claro: "¡Quería ser cura!", señala con la sonrisa que le caracteriza. Lo que nunca hubiera pensado es que a los 50 años acabaría siendo un curioso sastre. Se llama Luis Espinoza Pizarro y nació en Guanacaste, región natural y espectacular de Costa Rica. Tal vez sea en la actualidad el único sacerdote en Euskal Herria que confeccione ornamentos litúrgicos para el exterior, incluido el extranjero.

"Confecciono todo encargo que me hacen que tenga relación con la Iglesia; no solo con las personas de la iglesia", hilvana, y pasa a detallar y a mostrar casullas para la eucaristía, estolas, manteles de altar, paños para ambones (púlpitos), capas pluviales para las custodias

"En algunos monasterios hay un sastre que confecciona hábitos y hace remiendos, pero creo que soy el único que vendo al exterior a través, como decía, de encargos que me hacen", detalla este fraile de clausura de la orden del Císter que, como sus otros cinco compañeros de la colegiata de Zenarruza, en el término municipal de Ziortza Bolibar (Bizkaia), tan solo cuenta con dos hábitos que viste hasta gastarlos. La austeridad es lo primero.

"Yo no sabía coser, pero me empecé a animar a hacer remiendos, y vimos que era una posibilidad de entrada de dinero", dice. Para su formación, el prior de Zenarruza, Antonio Martín Gallardo, destinó a este sacerdote a la abadía de La Oliva (Nafarroa) que "es nuestra madre fundadora. Y allí el monje Heber me enseñó de lo que él sabía en costura", detalla Espinoza, quien agradece el mandado: "Todo este proyecto ha sido posible, una realidad, gracias al apoyo incondicional de nuestro padre prior, ya que él ha sido uno de los que más ha apostado por esta pequeña iniciativa de la costura".

A partir de ahí, pusieron en marcha un pequeño taller en una habitación del convento de Zenarruza, al que Luis nos invita a entrar. Silencio. Calma. Por la ventana se ve pasar a peregrinos del Camino de Santiago. "Durante el confinamiento, a pesar de ser de clausura, vaya si se notaba que no pasaba nadie. Ahora hay más vida, como antes", comenta alegrándose de la denominada nueva normalidad.

Los encargos

El día de la visita Espinoza cuenta con tres encargos que entregar: tres casullas, un mantel de altar y un paño para un ambón. Ante él, sus máquinas. "Para hacer los bordados tenemos una bordadora que funciona a través de ordenador. Hacerlos a mano hoy en día sería una locura", señala.

La nueva iniciativa surgió precisamente en tiempo de confinamiento estricto. No llegaban visitas a la tienda de recuerdos donde se recibe a los peregrinos y se les ofrece, además, café. Tampoco a la hospedería ni al albergue. Este segundo, a diferencia de la primera, es gratuito para la persona peregrina, aunque suelen dejar donaciones a cambio. Uno de los trabajos pastorales de todo fraile cisterciense es la acogida.

Todos los encargos que le hacen tienen una razón. Así, por ejemplo, en las casullas cada color tiene un significado o se utiliza para un tiempo litúrgico determinado. Las de color celeste son para la Virgen. Las verdes son para oficios ordinarios. Las moradas, para funerales o días de Cuaresma o Adviento. El blanco, para solemnidades. Y si visten de rojo, es en días de Santos Mártires, "por el derramamiento de sangre", matiza. Las casullas rosas son únicamente para dos días del calendario: el tercer domingo de Adviento y el tercero de Cuaresma.

Luis es el primero que se levanta por la mañana y el último que se acuesta. Es el más joven de los seis que forman la comunidad de Zenarruza. "Soy el sacristán, y por ello el primero y el último, porque cierro", sonríe.

A las cinco y media de la mañana forma parte de la oración de Vigilia. A las seis, el prior se dirige a la cocina a preparar el café para la comunidad, mientras el resto acude a la sala de estudio. Meditan con la Biblia, lo que denominan Lectio Divina.

A las siete desayunan y una hora después da comienzo una misa. A las nueve toca ducha y estudio personal u oración. A continuación llegan las denominadas horas menores y leen la Tercia, a lo que seguirá el trabajo que desempeña cada uno. "Sobre las diez y media comienzo, por ejemplo, a cortar la tela, bordar con la máquina€ Lo que me haga falta. Y pasó ahí como dos horas", apostilla.

Y regresan al estudio y a la oración de la denominada Hora Sexta, de quince minutos. Y a comer. "No hablamos en la comida. Se nos leen libros o en alguna ocasión como Navidad se pone música, por ejemplo villancicos", detalla, y agrega que viven sin televisor ni radio y que únicamente sale del monasterio a hacer compras, siempre y cuando el prior le dé permiso para ello.

"No salimos ni al jardín. Pocos pueblos conozco de por aquí. Algo de Markina-Xemein o de ir a Bilbao a por telas, a la tienda de Alpha. Nada más. Estuve una vez en Toledo, pero nada más", sorprende a quien llega de un mundo exterior tan masivamente informado en todo momento.

Tras la comida de mediodía toman una siesta y a las tres y media hacen la oración Nona. Tras ella retoman la jornada de trabajo. Puede que le toque ayudar en la cocina para la hospedería y el albergue. En ocasiones han tenido hasta 40 personas alojadas. "Algunas llegan llorando porque se les ha echado la noche encima y pensaban que no tenían dónde poder dormir. Cuando todo está lleno hemos habilitado otras estancias para no dejar a nadie en la calle. También hay quienes nos piden instalar una tienda de campaña donde pueden".

Luis continúa con su labor, pero se ofrece a acompañarnos hasta la puerta de salida en un entorno privilegiado. Y se despide, como no podía ser de otra forma, con una sonrisa.

Trabajando con la máquina de coser.

EN CORTO

Un color: "El verde".

Una comida: "Arroz, es nuestra base. Todo va acompañado aquí con arroz".

Un deporte: "El fútbol".

Un club de fútbol: "El Deportivo Saprisa, conocido como los morados. Es de la ciudad San José de Costa Rica y juega en la Primera División de mi país".

Un libro: "Imitación de Cristo, de Thomas A. Kempis. Es un libro cristiano de devoción y ascética, escrito en forma de consejos breves cuyo objetivo —según el propio texto— es instruir al alma en la perfección cristiana, proponiéndole como modelo al mismo Jesucristo".

Un sastre: "Luis Guzmán, de mi pueblo. Éramos vecinos. Él confeccionaba mi ropa".

Una película: "Dos. La vida es bella y El club de los poetas muertos".

Una virtud: "La bondad, y creo que la tengo".

Un defecto: "Ser perfeccionista".

Una manía: "El orden".