Por parte de madre era sobrino del conde Ramón I de Ribagorza. Tuvo, al menos, tres hermanos más. La fecha y el lugar de su nacimiento debió ser sobre 875 en Sangüesa la Vieja. Durante la campaña militar andalusí de 924 contra Iruña, un cronista musulmán relataba que "el ejército llegó a una aldea llamada Bashkunsa (Vascona) de donde el ilch (bárbaro) era originario y la arrasaron".

Si Bashkunsa era Sangüesa la Vieja, como así se cree, esta sería la patria chica del rey vascón. En 905, Sancho, ayudado por el rey Alfonso III de Asturias y su tío el conde de Pallars, ocupó Iruña y depuso a Fortún Garcés, último caudillo militar de la dinastía Arista. Abolidos los derechos patrimoniales de los hijos de Fortún, estos recayeron sobre su nieta Toda Aznárez, que estaba casada con Sancho. El sangüesino hizo valer su matrimonio con Toda y se proclamó rey de Pamplona.

La ceremonia de la jura tuvo lugar en 906 en la antigua catedral prerrománica de Santa María de Iruña, destruida años después por Abderramán III. Tras la unción sagrada por la autoridad religiosa y el levantamiento sobre el pavés al grito de "Real, Real, Real", los barones y señores del reino le juraron fidelidad.

Sancho no esperó mucho tiempo para ejercer su gobierno. Así, en 908 arrebató a la poderosa familia muladí de los Banu Qasi la tierra de Deyo, con su atalaya de San Esteban, Cárcar, Resa, Falces y Caparroso, entre otras poblaciones.

Con estas anexiones comenzaba la expansión territorial de un reino que hasta entonces abarcaba las actuales merindades de Pamplona, Sangüesa y comarcas montañosas de la de Olite. En 917, aliado con el rey Ordoño II de León, venció a un ejército cordobés en la localidad soriana de San Esteban de Gormaz. Sin embargo, en 920 perdió la batalla librada contra el emir cordobés Abderramán III en Valdejunquera.

En 923, mediante una serie de campañas militares contra los musulmanes, amplió las fronteras meridionales del reino a costa de tierras riojanas. Conquistó Nájera, la ciudad que años después su hijo García convertiría en capital del reino. Fundó el monasterio de San Martín de Albelda, hoy en ruinas. De su matrimonio con Toda nacieron Urraca, Onneca, Sancha, el futuro rey García Sánchez I, Belasquita, Munia, Orbita y una hija extramatrimonial llamada Lupa.

La dinastía pirenaica de los Abarca, también conocida como Jimena o Sancha, gobernó el reino de Pamplona/Navarra de 906 a 1234. El último monarca fue Sancho VII el Fuerte. Tras su muerte sin descencia legítima en el castillo de Tudela accedió al trono navarro una nueva dinastía de origen francés, la de Champaña.

La muerte

Sancho murió en Resa (villa navarra hoy inexistente situada a escasos siete kilómetros del municipio de Andosilla) el 10 de diciembre de 926 al caer con su caballo en una sima. Había reinado veinte años.

El cronista hispanomusulmán Ibn Hayyan cuenta así su óbito: "En este año llegó la noticia de la muerte del tirano Sancho, rey de los vascones, en Pamplona, país enemigo que Dios destruya. Fue causa de su muerte que al regresar de una campaña contra una nación enemiga a sus espaldas, victorioso y con botín, al llegar a su país y ver todos los presos y cautivos que Dios le había otorgado, le entró una petulante euforia en medio de la cual lanzó su caballo al galope hasta que le llevó a una sima que desconocía, donde se metió desbocado, arrojándolo a su profundidad y haciéndole caer destrozado. De allí lo sacaron muerto. Dios lo maldiga, con lo que fue la alegría doble, y la gracia, inmediata".

No cabe duda de que el cronista andalusí se regodeó, y mucho, escribiendo este texto. Basándose en estos datos algunos historiadores asumieron la posibilidad de que el rey falleciese en las inmediaciones de Resa. Si el enfrentamiento con la citada "nación enemiga a sus espaldas" hubiera sido con Castilla, todo encajaría más fácilmente.

La vuelta de la expedición por la frontera castellana bien hubiera podido acontecer por tierras próximas a Resa, produciéndose entonces el citado accidente. También el hecho de que durante décadas se celebrasen en Resa misas aniversario en su recuerdo ayuda a creer que murió en estos parajes.

Cuestión aparte es dónde se encuentra enterrado. Está documentado que a Sancho se le dio sepultura, también a su hijo y sucesor García Sánchez I, en el pórtico de San Esteban. A día de hoy, dos emplazamientos, ambos en Navarra, se disputan tan regio honor, San Esteban de Deyo en Villamayor de Monjardín y San Esteban de Resa en Andosilla. Pero de momento, en ninguno de los dos lugares ha aparecido tumba alguna.

san esteban de deyo

En la crónica Albeldense, escrita a finales del siglo X para el monasterio de San Martín de Albelda (La Rioja) por el monje Vigila y sus discípulos, se puede leer lo siguiente acerca de la sepultura de Sancho: "Fue sepultado en el pórtico de San Esteban y reina con Cristo en el cielo". El monje no especifica dónde se encontraba dicho lugar.

Hay que recordar que en el siglo X era habitual que a los monarcas se les inhumara en los pórticos de las iglesias, no dentro de los templos. En 1600, el historiador Lope de Guillart exploró el castillo de San Esteban de Deyo. En la ermita de la fortaleza encontró una piedra con la efigie de un monarca coronado y el lema Destructor de bárbaros, además de varias lápidas de alabastro con inscripciones elogiando al rey Sancho Garcés.

Años después, el jesuita e historiador José de Moret encontró la misma piedra y basándose en la crónica albeldense dedujo por su cuenta que San Esteban era Deyo. En sus escritos señaló lo siguiente: "Se conserva una piedra de mármol bruto, que sirve de ara en el altar enfrente de la puerta... Pero por estar quebrada la piedra y falta de un trozo, y con la letra gastada por el tiempo, solo pudimos sacar que se ponía a rey con el título de Pamplona y Deyo. El nombre del rey, año y día de su muerte, o faltan en lo quebrado, o se esconden en lo gastado de la letra".

Nada demuestra que esta piedra fuera la lápida funeraria del monarca. Además, la ermita fue construida con posterioridad al castillo, demasiados siglos después de la muerte del rey. En las intervenciones arqueológicas que se han realizado no han aparecido restos de tumbas.

san esteban de resa

La hipótesis del enterramiento de Sancho Garcés en San Esteban de Resa la propuso el historiador aragonés Antonio Ubieto en 1958. Ubieto, ya fallecido, afirmaba que "la suposición de que Sancho Garcés y su hijo, García Sánchez, fueron enterrados en San Esteban de Deyo, está basada en la creencia de que solo existía un castillo de San Esteban, pero en realidad hubo dos". Los documentos que investigó confirman la existencia de otro San Esteban situado más al sur del reino, en Resa. Para reforzar más su teoría, Ubieto recordaba el hecho de que durante décadas se celebraban en la iglesia de Resa, cada 10 de diciembre, concilios y misas aniversario en recuerdo de la muerte del rey con la asistencia de la familia real, nobles, obispos y otros testigos.

Hace tres años, el reputado historiador medievalista Aitor Pescador descubrió un documento de 1525 relativo a un proceso entre los labradores de Andosilla y los hidalgos de dicha villa sobre el derecho a disfrutar del soto de Resa. En dicho diploma se cita claramente las dos iglesias que tuvo Resa: San Esteban y Santa María.

La fundación de Resa es desconocida, pero hay constancia de que ya existía durante la dominación musulmana. A finales del siglo XIV se abandonó. En la actualidad, el Gobierno de Navarra, el Ayuntamiento de Andosilla y la Sociedad de Ciencias Aranzadi están llevando a cabo excavaciones arqueológicas para situarla en el mapa, rescatarla del olvido, y por supuesto encontrar la tumba del primer rey vascón.

Leyre, descartado

En el panteón real del monasterio de Leyre, ubicado en un arcosolio del centro de la nave, existe un arcón neogótico de roble en el que reposan un amasijo de huesos procedentes de nichos, de sepulturas y de otros lugares del cenobio. Estos restos, pertenecientes a reyes de diferentes dinastías navarras, se encontraron dispersos por el suelo tras el abandono del monasterio por la desamortización de Mendizábal.

En una placa de bronce situada a los pies del arcón se puede leer los nombres de los reyes que allí descansan. Uno de ellos es Sancho Garcés I. Historiadores de prestigio sostienen que hay datos fidedignos para defender la historicidad del enterramiento en suelo legerense de varios reyes que figuran en la lista, pero no así Sancho ni su hijo García.