Nunca tuvo intención de ser actor hasta que se cruzó con Alejandro Amenábar en la facultad de Ciencias de la Información. Mariano Alameda tenía intención de convertirse en periodista, pero el director le convenció de que probara el mundo de la interpretación. Le hizo caso y se mantuvo en la profesión durante poco más de diez años.

Después de haber participado como secundario en cinco capítulos de la serie Hostal Royal Manzanares se presentó al casting de Al salir de clase. Era 1997 y él un joven atractivo que obtuvo el papel para dar vida a Iñigo, un personaje que enseguida se convirtió en ídolo de las jovencitas de la época. No imaginó hasta qué punto iba a cambiar su vida con este personaje. Mientras duró la serie su privacidad quedó suspendida y no podía dar un paso sin verse rodeado de sus fans. Pasar por delante de un colegio era meterse en la boca del lobo y tener que pararse, posar y firmar autógrafos, a veces durante horas. Fueron 600 capítulos y tres años que acabaron complicándose, hasta que dejó voluntariamente Al salir de clase, a pesar del éxito de su personaje, para intentar hacerse un hueco en el teatro.

Se estrenó en los escenarios con Caos, una obra denuncia sobre la política social de Margaret Thatcher. Con la llegada del siglo XXI fue dando nuevos pasos en su carrera y junto a Javier Cámara protagonizó como actor de doblaje la película de animación Dinosaurio. La vida profesional le iba viento en popa y la personal se iba relajando después de haber dejado la serie juvenil de Telecinco.

En 2002 protagonizó otro culebrón, pero este dirigido a un mundo más adulto, La verdad de Laura. Exprimió la fama adquirida en su primera serie y se paseó con paso firme por el mundo televisivo con series como Paco y Veva, Aquí no hay quien viva y C. L. A. No somos ángeles. Esta fue la última vez que pisó los platós televisivos. Era 2007. Desde entonces, y hace ya trece años, silencio. También en teatro realizó sus últimas funciones en aquel año con la obra Un pequeño juego sin consecuencias.

En este medio el actor triunfó con un texto muy reconocido por los amantes teatrales, El retrato de Dorian Gray. A pesar del éxito que siempre había obtenido ante el público en directo, se fue casi sin decir adiós. Se le pudo ver por última vez en La vida en rojo. Entre las pasiones de este actor, hoy prácticamente olvidado, estaban la meditación y la práctica del yoga. En muchas ocasiones ha señalado que fueron sus instrumentos para encontrar la paz cuando la fama y la popularidad le superaban.

En 2006 abrió un centro en el que comenzó a impartir clases. Fue seguramente esta iniciativa la que le apartó del mundo de la interpretación de forma gradual cuando era una un actor con una proyección más que consolidada. El yoga, las conferencias y la meditación son hoy para él una forma de vida y ya nadie le persigue por la calle para pedirle una foto o autógrafo. Es difícil incluso comparar su imagen actual con la que lucía a finales de los 90 cuando encandilaba a las jóvenes fans de Al salir de clase.