De nuevo junto a Juan Carlos Rubio, Jorge Javier Vázquez ha vuelto a los teatros. Bueno, en realidad el estreno de Desmontando a Séneca se tenía que haber producido justo el fin de semana de marzo de 2020 en el que todo se paró a causa de la pandemia. Meses después, en septiembre, al final se pudo poner en marcha, con Donostia como primera parada, una gira que tras dejar hace unos días Barcelona llega ahora a la capital alavesa. Todavía quedan entradas disponibles para las representaciones que se van a producir el jueves (19.00 horas), viernes y sábado (ambos días tanto a las 19.00 como a las 21.30 horas).Con la calculadora en la mano, cualquier empresario del teatro que monte una gira con Jorge Javier Vázquez en el cartel hubiera esperado a tener los aforos al 100% para realizar esta gira. ¿Por qué seguir adelante?

- La verdad es que jamás nos planteamos no seguir adelante o aplazar la obra. En ningún momento. Hombre, yo tampoco soy el productor de la obra, pero de verdad que nunca pensamos en suspender. Además, nos dimos cuenta de que el espectáculo tenía todavía muchísimo más significado si cabe en este contexto, justo atravesando algo tan inaudito como una pandemia. Es una comedia muy divertida que viene a decirnos: aprovecha cualquier momento, aprovecha para vivir porque no sabes cuándo puede finalizar todo esto. Me acuerdo que cuando retomamos los ensayos después del estreno fallido, trabajando con Juan Carlos Rubio, había frases del texto que nos ponían los pelos de punta. Parecía que había partes escritas después de la pandemia, pero no, están hechas antes. Así que no se planteó suspender. Al contrario, teníamos todavía más ganas de que la gente lo viera.

Vuelve al Principal, pero esta vez está solo en el escenario, no hay más compañía. Y dos de los días hace sesión doble con poco margen entre una actuación y otra. ¿Mucho cansancio físico y mental?

- Venimos de Barcelona de hacernos seis sesiones en tres días.

Celebración de su cumpleaños de por medio.

- Justo además el día que solo había media hora entre una sesión y la siguiente (risas). Y sí, a lo que me decías, físicamente es complicado. Mira, estos días hemos estado en el Tívoli, me he quedado en casa de mi madre, en Badalona, y la pobre me ha visto en la cama todo el día. Acababa la función, llegaba a casa sobre las diez y media de la noche, estaba ya dormido para las once y media, y cuando me despertaba, me costaba reactivar las fuerzas. Es una obra exigente. Si quieres estar bien y que todo salga perfecto, tienes que llegar descansado. Es fundamental. Y con dos funciones, más. Pero también, estar con tu madre y que te vea tres días en la cama es un poco terrible (risas). Es que, además, me levantaba, comía y echaba la siesta para después irme al teatro.

¿Se siente muy solo en el escenario, sobre todo con respecto a los dos montajes anteriores o a lo que es el trabajo en la televisión?

- No. Al principio tenía miedo de hacer un monólogo. La verdad es que no me apetecía nada. Pero el director me dijo: ya verás que lo vas a disfrutar muchísimo. Confío mucho en él y ha sido un acierto tomar la decisión de hacer este monólogo. Además, es que Juan Carlos Rubio ha hecho una comedia preciosa. Y me permite interactuar con el público en algún que otro momento, que es algo que me encanta y que la gente también agradece mucho. Por eso en ningún momento me siento solo. Para nada. Me siento muy acompañado.

De hecho, hay partes del montaje que están preparadas de manera específica para que improvise con las personas que van al teatro.

- Sí, sí. Hay momentos para charlar con el público y la verdad es que me lo paso bomba. La gente siempre está muy entregada, con ganas de participar y pasarlo bien, y eso se nota mucho.

Salir al escenario y saber que desde el segundo uno el público está ya ganado es una suerte, pero igual en ocasiones también es un problema, ¿o no?

- Mira, yo creo que al público lo puedes engañar una vez y puede ir a verte una vez por curiosidad para ver qué hace el de la tele. Pero solo le puedes engañar una vez. Ya está. En Donostia, cuando estrenamos, tuvimos que hacer una segunda vuelta porque la gente quería más. En Bilbao nos pasó lo mismo. De Barcelona nos hemos ido con el teatro lleno. Es la prueba de que el boca a boca es brutal. En estas cosas es muy difícil engañar. Por supuesto, habrá gente a la que no le guste lo que hago, pero no podrá decir que no hay un trabajo detrás y que está todo estudiado al milímetro para que el público disfrute muchísimo. Desde luego, la respuesta está siendo unánime porque no hay función que no termine con la gente aplaudiendo de pie. Incluso lo señores que acompañan a las señoras, no creas. Mira, me pasó una cosa maravillosa en Roquetas de Mar. Me vino un señor que me dijo: quería quedarme en mi casa viendo el fútbol pero la verdad es que no me arrepiento de haber venido, estoy encantado. Que te digan eso es de lo mejor.

Para quien no haya visto el montaje, ¿hasta qué punto la figura de Séneca es una excusa para mirar al hoy, para hablar de este tiempo?

- Todo lo que él habla con respecto a la vida te da respuesta a lo que en un momento dado cualquiera de nosotros nos podemos llegar a preguntar o nos puede generar miedo o inseguridad. Habla de lo que significa vivir pero también del tiempo que perdemos imaginando otras vidas, de lo poco conscientes que somos de que todo esto pasa, y también desdramatiza mucho asuntos que son muy naturales como la muerte.

También, en un momento dado, el texto señala que Séneca, como le pasa a cualquier persona, era un tanto hipócrita.

- Sí, sí. Era un poco, haz lo que yo diga pero no lo que yo haga. Pero bueno, creo que la teoría la sabemos todos, otra cosa ya es la práctica. Hay una frase que me gusta mucho de la función: a vivir hay que estar aprendiendo toda la vida. De verdad, es una de las frases que más me gusta. Solemos ser nuestros peores jueces y nos castigamos cuando creemos que cometemos errores o nos avergonzamos de algunos de nuestros comportamientos. Aprendes viviendo y equivocándote.

Ahora que dice esto, ¿se siente con este montaje más seguro tras realizar las dos producciones anteriores, aprendió mucho?

- Sí, sí. Es que este monólogo no lo podría haber hecho al principio. No me gusta hablar de suerte en la vida, creo que debes tener olfato y saber dejarte guiar, saber confiar. Eso es algo que he aplicado a la televisión. Tengo confianza en varias personas y el camino lo hago teniéndolas presentes. En el teatro, en ese sentido, para mí es fundamental Juan Carlos Rubio. Todo lo estamos haciendo paso a paso, arriesgando un poco más a cada montaje que hemos hecho. Pero Desmontando a Séneca hubiera sido imposible para mí sin haber realizado los dos anteriores.

¿Habrá un cuarto montaje?

- Sí, sí, sí, sí, sí (risas). Todavía nos queda gira con éste, pero casi te diría que para 2023, seguro.

Pero con el trabajo que ya le supone la televisión, con todas las horas que mete, ¿por qué dedicarse también a la literatura y al teatro?

- Cuando estábamos en Donostia con el equipo dentro del camerino, hablamos de que esta vida que llevamos te tiene que gustar, porque en caso contrario, es imposible poder llevarla. Para mucha gente sería un horror que llegue el fin de semana, te cojas un coche, te vayas a la ciudad que sea, actúes, y vuelvas a casa el domingo para seguir trabajando el lunes. Para mí es una maravilla. Rompes con tu rutina, encuentras públicos nuevos, te adentras en teatros maravillosos, conectas con la emoción de la gente y todo eso tiene un componente emocional que engancha muchísimo. Te tiene que gustar. De hecho, es que si no te gusta, este tipo de vida me parece una tortura. Yo lo disfruto muchísimo. Salir de gira es algo que me encanta. Levantarme en un sitio que no sea mi casa, el poder sentir otras ciudades, es un privilegio. No me gustaría llevar una vida mucho más estructurada. Así que volver a Vitoria esta semana es una gran satisfacción.